"El logo de Google es sagrado... ¡excepto para nosotros!". A Ryan Germick se le escapa una carcajada al decirlo, pero se recompone enseguida. "Nos tomamos la diversión muy en serio", añade. Este ilustrador y diseñador de 31 años, amante del cómic, es la mente que hay detrás de una de las pequeñas sonrisas de Internet: las animaciones que disfrazan el nombre de Google en días de celebración. Los aniversarios del cantante Freddy Mercury (65) o del escritor Julio Verne (182), el descubrimiento de agua en la Luna...
Son, en inglés, los doodles, bocetos, dibujos o garabatos, en castellano. La idea engancha en cualquier rincón del planeta, por su originalidad, por su ingenio, por ser lo más parecido a un regalo a primera hora, al encender el ordenador, sorber el café, abrir el navegador, y sorpresa. "Queremos hacer sonreír a la gente al menos 10 segundos al día", dice Germick en la sede de Google en Mountain View (California, EE UU). Y lo consiguen. Más de 700 millones de personas visitan el buscador a diario y comparten las animaciones.
La maquinaria de producción de estas piezas virtuales de grafismo sorprende tanto como ellas mismas. Con Germick al timón, cinco doodlers, solo cinco, diseñan unos 280 dibujos al año, casi uno por día, aunque apenas unos cuantos se publican globalmente. La mayoría aparece en las páginas locales del buscador, conmemorando fiestas, artistas o científicos nacionales. La filosofía siempre es la misma: humanizar un logotipo y una caja de búsqueda que de tan minimalista puede llegar a aburrir. "Somos un equipo pequeño, pero el proceso es colaborativo, trabajamos con cientos de compañeros de Google en el mundo y recibimos miles de propuestas. Nos reunimos de vez en cuando, hacemos una lista de ideas y seleccionamos. Luego las consultamos con cada país para asegurarnos de que encaja con su cultura. Todo lo hacemos dentro".
Son muy contados los dibujos que encargan a artistas externos, como al japonés Takashi Murakami, quien colgó flores y figuras orientales de las letras de Google el día del último solsticio de verano. O la animación de Ryan Woodward en el 117º aniversario de la coreógrafa Martha Graham, cuya figura bailó flotando de un lado a otro de la pantalla perfilando el logotipo.
Esta es ahora la obsesión de Germick y su equipo, la animación, dejar a la gente jugar con el doodle, convertirlo en arte vivo pero efímero, una etapa que está produciendo diseños venerados. Uno de ellos se vio el 9 de junio por el 96º aniversario del guitarrista Les Paul: una guitarra cuyas cuerdas se acariciaban con el cursor del ratón o del teclado y permitía grabar melodías. Cientos de miles de personas subieron a YouTube sus composiciones. Fue tal el revuelo que un blog calculó una pérdida de productividad mundial valorada en 200 millones de euros.
A Germick le ruedan los ojos de alegría al oír estas cosas. "Queremos que la gente se divierta. No siempre lo conseguimos, pero lo intentamos. Por eso hicimos algo parecido con las animaciones de Mercury, Verne y John Lennon, o con una de mis favoritas, la de Pac-Man".
Ryan lideró esta última a comienzos de 2010. La idea surgió entre él y otro doodler, Marcin Wichary, adicto a los videojuegos retro. Programaron de madrugada las primeras versiones, se las mostraron a Marissa Mayer, volaron a Tokio para hablar con Namco, dueña de los derechos del comecocos, y meses después lanzaron el juego.
"Quizás nos pasamos de frikis", recuerda entre risas. "Sustituimos el botón de voy a tener suerte por el de insertar moneda para comenzar la partida, pero ¡la gente no se daba cuenta!". Entonces decidieron que arrancara automáticamente.
Son ya miles de doodles publicados desde 1998, cuando Sergey Brin y Larry Page tuvieron la idea. En el buscador trabajaban un puñado de entusiastas y los fundadores se tomaron unos días libres para ir al festival Burning Man en Nevada. Y tuvieron una ocurrencia: colgar un monigote en el logo de Google a modo de mensaje de "fuera de la oficina". Medio en broma, medio en serio. Pero gustó. Tanto, que le pidieron al webmaster Dennis Hwang encargarse de continuar. Lo hizo hasta 2008, cuando cedió el testigo a Germick.
"Creo que jamás imaginaron que se convertiría en algo tan comentado", apunta. Antes, Germick diseñó decenas de proyectos, como el muñequito amarillo que arrastramos en Street View para transportarnos al callejero, o los emoticonos de Gmail. Hoy lleva más de 100 doodles a sus espaldas y pronto incorporará nuevos ilustradores al equipo.
Reconoce que no habrían llegado a este punto sin la libertad y flexibilidad para crear. "Empezamos garabateando en una pizarra o en papel y luego pasamos a la pantalla, al dibujo digital. Pero utilizamos de todo. Un día podemos hacer un logo con una escultura de barro, otro filmamos un corto como el de Charles Chaplin y al siguiente pedimos al mejor programador que nos ayude con una animación 3D. No hay límites".
Así han nacido doodles tan dispares como el tributo al pintor francés Paul Cézanne, un bodegón con jarrones y fruta que en realidad era una foto de un cuadro pintado al óleo por uno de los ilustradores, o la escultura web y en 3D en memoria del escultor estadounidense Alexander Calder. ¿Paga Google derechos por asociarse a estos artistas? "No, preguntamos primero a los dueños... pero no suelen poner pegas, todo lo contrario. Les encanta que se lo pidamos".
Sobre los doodles que vienen, los que tiene guardados en la chistera, Germick mira a otro lado. Imposible desvelar nada, aunque promete igual o mayores dosis de sorpresa. "Google es como una escuela de frikis, aquí todo es posible con una máxima: mezclar arte y tecnología, dar un toque creativo y humano a Internet. Es lo que hacemos".
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