“IBM era, básicamente, la peor versión posible de Microsoft. No eran una fuerza de innovación; eran una fuerza del mal. Eran como lo son ahora AT&T, Microsoft o Google“. La brutales declaraciones sobre los nombres malditos de la industria TIC pertenecen a Steve Jobs y son una de las sinceras, muy sinceras, afirmaciones que el directivo defendió ante Walter Isaacson, su biógrafo oficial… en una biografía que no se parece en absoluto a lo que se espera de las biografías autorizadas.
Isaacson tiene una trayectoria en el mundo periodístico estadounidense que le ha llevado a las redacciones (y a la dirección de las mismas) de algunos de los medios de comunicación más importantes del país. Además, ha sido biógrafo de Albert Einstein, Henry Kissinger o Benjamin Franklin.
En verano de 2004, Steve Jobs le llamó por teléfono y le pidió que escribiese su biografía, prometiendo colaborar con el autor en todo lo que necesitase y no exigir leer el texto antes de que fuese enviado a imprenta. “Es tu libro. Yo ni siquiera pienso leerlo”. Isaacson se negó y emplazó a Jobs a un par de décadas más tarde, cuando consideraba que sería el momento de abordar su vida.
La esposa de Jobs, Laurene, le advirtió de que era ahora o nunca, ya que la salud del directivo estaba ya muy mermada. Isaacson se puso manos a la obra (Jobs le explicó que quería un libro que ayudase a que sus hijos entendiesen porqué no había pasado con ellos el tiempo suficiente con ellos. “He hecho muchas cosas de las que no me enorgullezco, como dejar a mi novia embarazada a los veintitrés años y la forma en que tuve de afrontar aquel asunto, pero no tengo ningún trapo sucio que no pueda salir a la luz”.
El libro de Isaacson es un interesante acercamiento a la vida de Jobs como empresario: su ascenso, su caída y su ascenso nuevamente al Olimpo de los directivos que consiguen lo que quieren con cada uno de los productos que llegan al mercado. El libro también aborda la vida personal de Jobs. Aunque su peso directo dentro del total del texto es muy limitado, son esas revelaciones las que han conseguido hacerse con un elevado número de titulares. La vida – digna del mejor serial en algunos casos – de Jobs acaba, a pesar de que los datos sobre su yo íntimo (amores, desgracias y decisiones sorprendentemente criticables, como la negación de la paternidad de su hija Lisa) no ocupan mucho espacio, por filtrarse al total del texto. Jobs se confirma como un directivo ‘especial’, capaz de usar las tácticas más cuestionables para motivar a su equipo.
Los empleados de la primera etapa de Apple llegaron incluso a acuñar un término, “el campo de distorsión de la realidad”, para explicar el efecto que Jobs podía tener en ellos. Acostumbrado desde pequeño a salirse con la suya, Isaacson describe a la perfección como el directivo era capaz de creerse sinceramente su versión de las cosas (aquella que a él le interesaba) y hacer que los demás confiasen ciegamente en su palabra. Así, por ejemplo, consiguió que el equipo de MacIntosh tuviese listo el equipo a pesar de que en el último momento descubrieron que necesitaban dos semanas más para programar.
El biógrafo, a pesar de colaboración de Jobs, no ha escrito una hagiografía de su biografiado: Isaacson deja hablar a los críticos del directivo, recoge todas esas anécdotas que permiten hacerse una visión completa y sin concesiones del mismo y no omite todas esas historias y características que pueden hacer que el lector piense, directamente, que Jobs no era la mejor persona. Desde sus extraños hábitos higiénicos (no se duchaba porque como sólo comía fruta no podía oler mal) hasta el no muy justo reparto de derechos de compra de acciones entre los empleados de Apple antes de salir a bolsa a las quejas de Jon Ive cuando Jobs se llevaba los méritos de diseños que eran suyos.
Entre las anécdotas, por cierto, también hay una muy curiosa para los lectores españoles: en un baile de gala en San Francisco a finales de los 80, Jobs se encontró con el rey Juan Carlos. Ambos se enzarzaron en una “conversación eléctrica” que culminó con la venta de un equipo NeXT al monarca.
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