El pasado 28 de octubre presentamos en Google nuestro producto de búsqueda de música. Desde mi equipo organizamos un evento en Los Ángeles donde dimos cita a gran parte de los protagonistas de lo que será la industria de la música en los próximos años: discográficas, cantantes, grupos de renombre y empresas punteras de internet como Lala or iLike. El evento tuvo lugar en la sede de Capitol Records, en los estudios A y B donde grandes artistas como Frank Sinatra, Paul McCartney o Nat King Cole grabaron sus grandes éxitos. En la preparación del evento pude usar las oficinas casi vacías de los ejecutivos de Capitol Records: amplios espacios con equipos para reproducir cassettes, DVD y discos de vinilo. Se respiraba una decadencia que más que presagio era evidencia de una muerte inminente. Sin duda, la forma de producir y distribuir música en el 2010 no tiene nada que ver con cómo se hacía hace tan solo 10 años. El esplendor de esos estudios ha sido sustituido por el MP3, el iPod y Spotify.
L a música es un elemento fundamental de nuestras vidas. Pero ¿cómo ha afectado la red a la música y en qué medida? A mi juicio internet ha sido el catalizador más importante de la evolución de esta industria. Y lo ha hecho en tan solo 10 años en cuatro pasos.
El primero fue la necesaria transición del formato analógico al digital que se produjo con el DVD en los 90. El hecho de que la música estuviese codificada en este formato ha hecho que pudiese almacenarse y compartirse más eficientemente.
El segundo fue la aparición de un dispositivo que permitiese que su consumo fuese más cómodo y asequible que el viejo paradigma de un disco intercambiable con un reproductor. La aparición del iPod en el 2001 y otros reproductores digitales ha sido clave. Apple ha vendido hasta la fecha más de 220 millones de iPods.
El tercero son los servicios para compartir música o los P2P, que han contribuido tremendamente al éxito de la difusión de música por internet, pero han sido también uno de los lastres más gravosos. El hecho de que no se respete la propiedad intelectual y el artista no tenga control sobre la distribución de su obra ha supuesto una de las trabas clave en esta transición al modelo digital.
El cuarto elemento es el cloud computing. El cambio hacia aplicaciones y contenidos que no residen en tu PC, sino en los servidores de los grandes proveedores de internet, está permitiendo que podamos comprar y compartir música sin miedo a perder las copias compradas y de forma legal.
Internet es la plataforma en la que estos cuatro elementos se combinan para hacer que se consuma más música que nunca y de la forma más eficiente. Pero uno de los problema intrínsecos de internet es la dificultad de control en la distribución y el consumo de contenidos. Precisamente el secreto de su éxito es también uno de sus problemas. Pero no tiene sentido renunciar a los beneficios que nos da internet. El desafío es encontrar un modelo que beneficie a todos. Hay que pensar que estamos al principio de lo que internet va a permitir que hagamos con la música que nos gusta, la que conocemos y la que no conocemos y estamos aún por descubrir.
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