Casi 400 legisladores y candidatos estadounidenses han recibido desde 2004 cerca de 11 millones de dólares de "mecenas" partidarios de mantener el embargo y cualquier medida aperturista respecto a Cuba, según un informe de Public Campaign, grupo independiente que aboga por la financiación pública de las campañas políticas. Encabezan la lista de beneficiarios los tres congresistas republicanos por Florida, furibundos defensores de la política más dura contra el castrismo, así como el último candidato republicano a la presidencia del país, John McCain.
También es significativo que las donaciones a demócratas, cercanas ya al millón de dólares, hayan aumentado los últimos cuatro años un 50%, especialmente tras alcanzar el control de las cámaras en 2006. Recientemente, 53 de ellos enviaron una carta a la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, oponiéndose a cualquier cambio de política respecto a Cuba, incluyendo la apertura de viajes para ciudadanos estadounidenses.
En un último sondeo efectuado por la empresa World Public Opinion, un 70% de los encuestados se mostró partidario de levantar la prohibición de viajar a la isla como ya sucede con los cubanos y cubano-estadounidenses.
La línea dura del exilio ya ha criticado el informe de Public Campaign como un contataque oportunista y ha vuelto a recordar la falta de libertad y democracia en Cuba por encima de los intereses económicos o turísticos.
Pero hace mucho tiempo ya que expertos independientes comprobaron que la posición de Estados Unidos sobre Cuba se mueve mucho más por intereses económicos que políticos. Por algo, los agricultores y ganaderos estadounidenses venden a la isla, "por razones humanitarias", cerca de 1.000 millones de dólares al año en animales y vegetales. Vamos, socios preferenciales.
La guerra fría terminó y se calentaron mucho más los negocios. "Estados Unidos se puede equivocar en decisiones políticas, pero en el money difícilmente", dice Roberto, un exiliado que critica la hipocresía del país que le acogió, pero que lo entiende, "porque es su negocio". Lo que le indigna mucho más es la intransigencia de cubanos exiliados que "no quieren cambiar, porque viven de ello". Y añade: "Y siguen invirtiendo dinero en lo que sea para seguir otros cincuenta años igual".
Lincoln Diaz-Balart, según Public Campaign, ha recibido 366.964 dólares; su hermano Mario, 364.176, e Ileana Ross-Lehtinen, 240.050. McCain, 183.415, y el senador demócrata de origen cubano Bob Menendez, 165.800. Curiosamente, los siguientes mayores beneficiarios en la lista, salvo el independiente Joseph Lieberman, son ya demócratas, entre ellos los cuatro de Florida. Eran de los que había que invitar a cambiar de opinión. Los Diaz-Balart se han cansado de repetir que no peligra el levantamiento del embargo porque "tienen controlada a la mayoría de legisladores". Pero sólo han hablado de su capacidad de convencer a amigos. El cabildeo es un arte legal estadounidense que mueve mucho dinero e influencias.
David Donnelly, director de campañas de Public Campaign, ha dicho: "Pensamos que es una trampa involuntaria. Se trata de buenas personas atrapadas en un sistema. Si los legisladores tienen que dedicar mucho tiempo a recaudar dinero no les queda más remedio que oír a los que se lo dan. Pero la realidad es que parece existir una clara diferencia entre lo que quieren los ciudadanos y lo que algunos políticos defienden en el Congreso". En el informe se dice que al menos 18 legisladores cambiaron su opinión sobre Cuba tras recibir las donaciones.
El comité de acción política del grupo US-Cuba Democracy, fundado en 2003, es el canalizador del dinero. Su director, Mauricio Claver-Carone, ha defendido "el derecho constitucional y democrático de apoyar a los representantes afines, lo mismo que hacen los sindicatos, la Cámara de Comercio o el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, por ejemplo".
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