La formación de una nueva burbuja económica global es el fantasma que recorre hoy los despachos gubernamentales y marca los análisis económicos.
Los premio Nobel de Economía Paul Krugman y Joseph Stigliz la temen, el analista estrella de la firma RGE Nouriel Roubin opina que es un riesgo palpable y los gobiernos se persignan en silencio para que no vuelva a ocurrir.
Y es que los mercados financieros están otra vez de fiesta.
Desde marzo, los mercados de valores y acciones no han dejado de subir, el precio del oro está en su zenit, el del petróleo se ha reubicado en torno a los US$80 mientras que se multiplica el intercambio de derivados y otros instrumentos financieros de alto riesgo. Hasta el mercado de la vivienda, cuna de la crisis de 2008, está experimentando una clara mejoría.
En un artículo en el diario especializado Financial Times, una de las pocas periodistas que alertó sobre la burbuja financiera que estalló el año pasado, Gillian Tett, advirtió que el estallido puede ser peor que en 2008.
"Según un veterano del mundo financiero, la actividad especulativa se extiende a todo el frente financiero: bonos, mercados emergentes, commodities, propiedades. Este veterano se preguntaba si no era posible que la crisis de 2008 fuera un simple globo de ensayo de la que se viene ahora", dice Tett.
Optimistas y pesimistas
¿Pájaros de mal agüero o experimentados observadores que han visto demasiadas veces el mismo espectáculo?
A fin de cuentas, en vez de adoptar este enfoque pesimista, se puede pensar que la euforia de los mercados es una clara señal de que el mundo ha salido de la parálisis económica que siguió al derrumbe de Lehman Brothers en septiembre del año pasado.El vaso medio lleno de la ecuación indica que el precio del petróleo no estaría subiendo si no fuera por la expectativa de mayor actividad económica existente gracias a la recuperación de actores clave de la economía mundial.
En abril, China anunció que estaba creciendo nuevamente a un 8%. El cálculo es que Asia, la primera región del planeta en salir del estupor económico, crecerá un 5% en 2009.
En noviembre la eurozona (16 países que manejan el Euro como moneda) salió oficialmente de la recesión, mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico predijo una fuerte recuperación de Estados Unidos para el año próximo, y la CEPAL aseguró que América Latina vuelve al crecimiento en 2010.
¿No deberíamos estar celebrando que en vez de un derrumbe sistémico que todos temían a principios de año haya estas luces?
Los escépticos o cautos o pesimistas o realistas -el adjetivo varía de acuerdo a la posición de cada uno- advierten que el escenario actual tiene los ingredientes ideales de toda burbuja.
"La tasa de interés es muy baja, las entidades financieras siguen siendo demasiado grandes para dejarlas caer y los mercados están dispuestos a asumir riesgos", señala Wolfgang Munchau de la consultora económica Eurointelligence.
En Estados Unidos la tasa de interés es de entre 0 y 0,25%, en la eurozona del 1%, en el Reino Unido del 0,5 %.
Según este punto de vista, con el precio del dinero tan barato y los valores de activos también deprimidos por efecto de la misma crisis, es difícil ver cómo no va a haber un vértigo especulativo en los mercados, atizado por el hecho de que los grandes bancos pueden apostar sabiendo que tienen las espaldas cubiertas por el fisco.
Advertencias de la historia
El antecedente histórico más obvio, el Crack del 29, es un buen ejemplo de los peligros enceguecedores del optimismo.
Un año después de la brutal caída de las acciones en octubre de 1929, la euforia volvió a los mercados que recuperaron el 80% de los valores bursátiles.
Poco después el valor de las acciones volvió a caer y en 1932 sobrevino el derrumbe.
Los inversores perdieron hasta la ropa y la economía se hundió en un pantano.
Los historiadores recuerdan un hecho más ominoso aún: de este segundo capítulo de la crisis sólo se salió con la Segunda Guerra Mundial.
Sobre deudas y tumbas
Los datos no son alentadores.
Según Graham Turner, director de la consultora GFC y autor de No Way to Run an Economy, la actual crisis tiene un sustrato histórico de largo alcance.
"Las burbujas reflejan el comportamiento actual del capitalismo globalizado con una caída del salario real en las últimas tres décadas que ha debilitado la demanda en los países centrales. La única manera de compensar esta demanda ha sido con la creación de deuda. Este modelo explotó y no tenemos nada en su lugar", señaló Turner a BBC Mundo.
Desde esta perspectiva, la recuperación del sistema financiero este año se debió más a un acto de prestidigitación que al poder de recuperación de la economía mundial.
La Reserva Federal estadounidense absorbió unos US$800.000 millones en activos tóxicos financieros (deudas prácticamente incobrables).
En la Unión Europea en su conjunto la ayuda a los bancos superó los US$6 millones de millones.
"Hubo una gigantesca inyección de capital y salvamos a los bancos, pero no se hizo nada en cuanto a regular los mercados de capital, de modo que el mismo aparato que produjo la crisis está funcionando. Hay mucha liquidez que se está usando para actividades especulativas y no para financiar a la economía real", señala Turner
Mientras tanto estos activos tóxicos, verdaderos agujeros negros del sistema, siguen existiendo.
La cuerda floja
Nadie sabe su monto actual porque es muy difícil evaluar el valor de préstamos en virtual default y porque probablemente mejor sea no enterarse de su valor real.
"Los bancos se niegan a declarar el default de estos préstamos porque no quieren convertir a esos préstamos en pérdidas que pasen a formar una parte neta de sus pasivos", señala el analista financiero del diario London Evening Standard Anthony Hilton.
A esta magia contable, se suma el nuevo festival especulativo.
"Todos están ganando tiempo. Las entidades se montan a este tipo de actividad con la esperanza de sacar un rédito a corto plazo que les permita salir de la situación en que se encuentran. El gobierno reza para que no hay a una nueva crisis financiera", señala Hilton en el Evening Standard.
En otras palabras, muchas entidades financieras siguen en el callejón sin salida de los activos tóxicos y como un jugador empedernido, vuelven al casino a recuperar lo perdido, mientras que los gobiernos patean la crisis hacia adelante con la esperanza de que en el futuro aparezca la solución.
Con este telón de fondo, el sistema financiero internacional y la economía mundial seguirán haciendo equilibrio montados a una tenue cuerda floja y rodeados de un vacío abismal.
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