Hay mucha vida allí donde no llega la luz del Sol: 17.650 especies, para ser exactos. Son las cifras preliminares que adelantaron ayer responsables del Censo de la Vida Marina , un proyecto iniciado en 2000 que pretende catalogar todos los seres vivos que viven bajo el agua salada. Con la mayoría de los trabajos de campo ya finalizados, el informe final se presentará en octubre del año que viene.
Los datos publicados ayer se centran en las especies que viven y mueren en el mar profundo, por debajo de los 200 metros, donde la fotosíntesis ya no es posible. Pero la ausencia de luz como fuente de energía no es inconveniente para que haya una verdadera explosión de vida incluso mucho más abajo. Desde los 1.000 metros y hasta el fondo marino, los científicos han encontrado una variedad inesperada, con unas 5.700 especies y sumando.
El ser humano, apegado a la tierra, mira al mar como una masa de agua uniforme de cuya vida animal sólo conoce una ínfima parte, la más próxima a las costas o la traída por los pescadores. Pero, como dice Chris German, corresponsable de uno de los proyectos, "el mar profundo es el ecosistema continuo más grande de la Tierra y el mayor hábitat para la vida; también es el menos estudiado".
14 proyectos
El censo es tan ambicioso que tuvo que ser dividido en 14 proyectos diferentes. Cinco de ellos, los que presentaron datos ayer, han estudiado otros tantos ecosistemas en aguas profundas. Se trata de los márgenes continentales (las masas de agua colindantes con la plataforma continental), la dorsal atlántica (una cordillera que atraviesa en canal el Atlántico de norte a sur), las montañas oceánicas que salpican el planeta bajo el mar, las planicies abisales (una especie de estepa marina a entre 4.000 y 6.000 metros) y, por último, los ecosistemas quimiosintéticos, donde fuentes de agua ricas en compuestos químicos alimentan a las bacterias.
Las más de 5.000 especies descubiertas en estas zonas viven de la basura. Para ser más precisos, a falta de algas y plancton, muchos organismos comen la materia orgánica que cae de la soleada superficie: desde restos de grandes animales, como las ballenas, a detritus vegetal. El resto de la cadena se alimenta de ellos.En el mar, la profundidad afecta a la diversidad y densidad de vida. "La abundancia es una función de la comida disponible y esta disminuye rápidamente con la profundidad", explica Robert Carney, corresponsable de Comarge , el proyecto que estudia los márgenes continentales. En esta zona, casi al alcance de la luz, es donde están las especies de mayor tamaño.
Otro factor que incide en la densidad biológica son las corrientes profundas que, procedentes de los polos, son ricas en oxígeno y por ende transportan comida. Por otro lado, si en superficie hay grandes bancos de peces (como ocurre en el Atlántico brasileño y frente a la cordillera de los Andes), debajo de ellos habrá muchas especies esperando sus restos.
Animales extraños
Las montañas, ya sean en la dorsal atlántica o elevaciones aisladas soportan la vida coralina. Sus laderas son oasis de vida. En ellas hay especies que, como el dumbo -una especie de pulpo con aletas-, son al mismo tiempo familiares y extrañas al ojo humano.
Pero la mayor parte del territorio marino la ocupa la planicie abisal. El lecho rocoso está cubierto de un fino manto de polvo fangoso. Podría parecer que nada vive aquí. Pero, sólo entre los copépodos (una subclase de crustáceos), los científicos han recogido 680 especímenes. Sólo siete eran conocidos. "La fauna abisal es tan rica en especies y tan poco estudiada que hallar una conocida es una anomalía", dice David Billet, del Centro Oceanográfico del Reino Unido.
Una de las responsables del ChEss , el proyecto centrado en la vida extrema en manantiales y fumarolas, es la española Eva Zoé Ramírez. La investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, advierte de que no sólo se trata de hacer un catálogo de seres vivos; el censo quiere saber qué afecta a la vida de las profundidades. Aunque es pronto para medir su impacto, el calentamiento en superficie está cambiando las corrientes profundas que bajan el alimento. Y añade: "A largo plazo, el descenso del nivel de oxígeno de estas corrientes podría aumentar las zonas de hipoxia", estas sí, zonas verdaderamente muertas.
Cinco hábitats diferentes
En la frontera humana
Aunque la zona costera sólo supone el 10% de los océanos, concentra la mayor parte de la biodiversidad marina conocida por el hombre ya sea por su aprovechamiento pesquero o por el trabajo de los científicos . El proyecto COMARGE se centra en el estudio de la inmensa masa de agua que hay entre las diferentes zonas costeras y llega desde los 200 a los 6.000 metros de profundidad. Aquí predominan animales familiares como las medusas.
Corales y esponjas
Iniciado en 2005, el proyecto CenSeam , se ha dedicado a estudiar la flora y fauna de las montañas, algunas de gran altura, que esconde el mar. A una profundidad de 1.000 metros se pueden encontrar enormes jardines de corales en las laderas de estas montañas que, como las plantas, dan vida a otros pequeños animales como estrellas de mar o esponjas. Las corrientes les traen el alimento que necesitan.
Extrañamente familiares
El proyecto MAR-ECO pretende conocer el ecosistema creado en torno a la dorsal oceánica, una cordillera montañosa (con picos de más de 3.000 metros) que atraviesa el Océano Atlántico de norte a sur. En este tiempo han recolectado unas 1.000 especies, desde crustáceos hasta ballenas. Unas 40 eran nuevas para la ciencia, como varias familias de un extraño cefalópodo con aletas.
Bacterias químicas
El proyecto ChEss tiene una misión especial: estudiar la vida que surge junto a fuentes termales, filtraciones de agua fría o fumarolas volcánicas. La alta concentración de compuestos químicos aquí sirve de alimento a infinidad de bacterias que son la base de la cadena trófica. En la imagen, gusanos censados por ChEss a una profundidad de 4.000 metros. Pero, por su misión específica, estos oasis de bacterias están en diferentes altitudes y latitudes.
Vida en el fango
De las extensas planicies abisales (suponen el 30% del total de la superficie terrestre) se ha encargado el CeDAMar . Su objetivo era conocer la fauna que vive entre el polvo del lecho marino, inmediatamente encima o sobre él. Imaginado como un desierto, el fango rebosa de vida que se alimenta de lo que viene de arriba. De los cientos de especies abisales que han recopilado, más de 500, como los copépodos, eran desconocidas.
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