Una madre y una hija miran fijamente el televisor donde Robert Pattinson responde con serenidad británica las preguntas de la entrevistadora. La hija, que no ha visto ninguna de las películas de la famosa saga de Crepúsculo, observa con curiosidad al joven de aspecto desaliñado de la pantalla: la camisa lánguida y mal abrochada; el pecho pálido y lampiño, el cabello, ni rubio ni moreno, descabalado por la gomina; la cara plana, casi cóncava, triangular; los labios finos, desprovistos del resplandor encarnado que exhiben los carteles de sus filmes, las cejas tupidas encapotándole los ojos...
No es uno de esos intérpretes de la factoría Disney que regalan sonrisas sin ton ni son, eso no. Es agudo. A veces, hasta políticamente incorrecto. En cualquier caso, piensa la hija, nada que justifique que este londinense haya convertido a la mayor parte de la población femenina que ella conoce en ardiente partidaria de los vampiros.
Por el rabillo del ojo, observa a su madre. Esta parece ofuscada, aunque ha adoptado un tono frío para afirmar que ese actor "es guapísimo". Ella sí ha visto Crepúsculo. Entonces dijo que la trama era floja. Inexplicablemente, ahora trata de convencer a su marido para que la acompañe a ver la segunda parte, Luna Nueva. Tiene las pupilas brillantes y más oscuras de lo habitual. ¿Podrá uno enamorarse a los 55 de un personaje de ficción, treinta años menor? Escucha la voz grave de Pattinson desde el plató: "Se me acercan mujeres de todas las edades. Un día lo hizo una nonagenaria. Lo asombroso es que las de 90 me dicen lo mismo que las de 12". La hija se muerde los labios.
Un depredador peligroso
Stephanie Meyer, la autora de los cuatro libros que inspiran la saga cinematográfica, explicó en uno de ellos que los vampiros poseen la habilidad de resultar físicamente atractivos a sus presas, como una flor carnívora. Además son ponzoñosos y, una vez que atacan a su víctima, ésta queda a su merced, sin capacidad para resistirse.
La influencia de Pattinson es similar, aunque está restringida a las salas de cine. Se dice que las espectadoras que han pasado por sus butacas ya no miran a los ojos de los chicos que acaban de conocer –ni a sus labios, ni a su trasero-, sino que se recrean en su yugular.
En las cenas de empresa navideñas beben bloody marys, se pintan los labios de rojo –la cara, nívea- y permanecen misteriosas en un rincón hasta que pasa el compañero que les gusta para asaltarle con un movimiento rápido. Algunos fines de semana se entregan a la lectura de poemas de inframundos o se relamen mientras visionan un capítulo de la serie True Blood (Sangre fresca), el sustituto perfecto mientras el británico y su equipo terminan de preparar la próxima dosis: Eclipse.
Carismático y alternativo
Cuando está fuera del set de rodaje, algo que ocurre con escasa frecuencia, Pattinson asegura que es reservado y solitario. También casero (la fama le ha convertido en "un recluso", lamenta). No tiene asesor de imagen porque le gusta ser él mismo quien controle sus intervenciones y nunca se ha enamorado de una persona con la misma intensidad que su personaje de Crepúsculo.
De hecho, no tiene novia –asegura que su compañera de reparto, Kristen Stewart, no lo es-. Le gusta el cine alternativo (¿habría ido a ver Luna nueva, de no haber participado en ella?) y fundó hace unos años una banda de música rock, Bad Girl. Se le puede escuchar en el tema Never thinkincluido en la banda sonora del filme que protagoniza.
Del modelaje al cielo
No es un recién llegado. Su madre, empleada en una agencia de modelos, le introdujo cuando era apenas un adolescente en el mundo de la moda. En los primeros años, le sobró el trabajo: "Era alto, parecía una chica y se llevaba el look andrógino". Luego ensanchó y dejaron de llamarle.
A los 15 años comenzó en el teatro y formó parte de la compañía Barnes. No fue hasta 2003 cuando le ofrecieron su primer papel en el cine: el de Cedric Diggory en Harry Potter y el cáliz de fuego. Como consecuencia, fue nombrado estrella británica del año por el Times Online y le bautizaron "el próximo Jude Law". A partir de ahí, el formar parte del reparto de Crepúsculo era una cuestión de tiempo.
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