Suiza, con su imagen de neutralidad y tranquilidad, descubrió ahora que se encuentra aislada y mal vista, a raíz de sus problemas con el secreto bancario, sus líos con Libia, las tendencias xenófobas de su derecha populista y la detención del cineasta Roman Polanski.
"Por qué ya nadie nos ama", se interrogaba el miércoles el diario helvético Le Matin, comentando los mordaces comentarios aparecidos en la prensa extranjera en los últimos días.
Para el cotidiano, no cabe duda que el arresto del cineasta franco-polaco Roman Polanski cuando llegaba a Suiza, hace once días y en razón de un mandato estadounidense, fue la gota que desbordó el vaso.
"Este episodio fue el pretexto para insistir en asuntos más dolorosos", explica Le Matin, que enumera los contratiempos que ha sufrido la Confederación este año.
En unos meses, Suiza fue obligada a ceder sobre su secreto bancario, plegarse ante el líder libio Muammar Kadafi furioso por la detención en Ginebra de su hijo Hannibal, por malos tratos a personal doméstico y a revelar al fisco estadounidense los nombres de 4.450 clientes del banco UBS en Estados Unidos.
Sin olvidar esta semana los ataques de su partido de derecha populista que calificó a los trabajadores franceses que pasan la frontera de "gentuza" y de "criminales extranjeros", provocando airadas reacciones en Francia.
"El país pasa por una etapa difícil que se prolonga", reconoce el profesor Pascal Sciarini en la Universidad de Ginebra.
Para el politólogo, el desamor por Suiza remonta a los años 90 y al caso de los fondos sin herederos, de las víctimas del genocidio nazi depositados en los bancos suizos.
Sin ilusión, el diario 24 horas considera que la imagen de Suiza también está dañada desde hace tiempo entre sus vecinos franceses.
Uno de los problemas mayores de la Confederación Helvética es su neutralidad, estima Sciarini, explicando que en su nombre "se ha acreditado prácticas indeseables como los fondos sin herederos y el secreto bancario".
Para el profesor del Instituto de altos estudios internacionales y del desarrollo de Ginebra, Pierre Hazan, Suiza sufre también "de una ausencia de cultura de crisis" que la hace incapaz de enfrentar sus propios diferendos internacionales.
Más aún, "con el fin de la guerra fría, perdió su lugar privilegiado de contacto entre el Este y el Oeste", explica Hazan.
Suiza "trata ahora de redefinir su papel, comprometiéndose más en los temas mundiales, al tiempo que mantiene su papel tradicional de mediadora", aseguró, estimando que una "neutralidad más activa es una de las soluciones al problema de imagen".
En este sentido, el gobierno ha hecho esfuerzos integrando el país a la ONU en 2002 y al integrarse al Consejo ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Berne también consiguió en los últimos meses traer a su territorio una serie de negociaciones internacionales, que van de las conversaciones sobrre Irán, a aquellas entre Rusia y Georgia pasando por las negociaciones de desarme nuclear entre Washington y Moscú.
El responsable de Presencia Suiza, el organismo federal encargado de la imagen de Suiza en el extranjero, Johannes Matyassy, no acepta hablar de "crisis de imagen". Lo que no quita, según dijo, la necesidad de "poner atención en ciertos círculos", entre los cuales a las finanzas, que participan activamente en los ingresos del país.
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