Hace seis años, la única forma de deshacerse de un móvil usado en España era tirarlo a la basura. Pero en 2003, fabricantes como Motorola, Sony Ericsson y Nokia constituyeron la Fundación Tragamóvil, una organización sin fines de lucro que se encarga de reciclar los residuos del sector. Desde entonces, gracias a los casi 4.000 contenedores que esta institución ha instalado en tiendas de telefonía, ayuntamientos y centros comerciales, los españoles han podido darle a sus teléfonos viejos un final más amigable con el medio ambiente, lo cual no es un problema menor en un país donde la vida media de estos aparatitos es de 15 meses y el número de líneas supera con creces el de habitantes (52,23 millones contra 46,6).
En los últimos años, sin embargo, a la iniciativa de los productores se han sumado otras cuyo fin ecológico es discutible. Asimelec, la patronal de los fabricantes de productos electrónicos, ha alertado sobre la aparición de negocios que, enarbolando la bandera del medio ambiente, reciclan móviles con el fin de revenderlos en países pobres.
La asociación no ha identificado a ninguna de estas empresas, pero dos muy conocidas son Zonzoo y Fonebank. Ambas compran aparatos usados y los venden en países de bajos ingresos. Una parte de sus beneficios los entregan a organizaciones benéficas. Asimelec ha censurado esta práctica afirmando que "en ningún caso", reciclar significa reutilizar o desviar el dispositivo hacia segundos mercados que incluso pueden disponer de legislaciones muchomás débiles en la materia, con lo que al final de su vida útil, el daño medioambiental se multiplica.
La discusión puede parecer bizantina si se tiene en cuenta que, según una encuesta de Nokia, sólo el 3% de los propietarios de móviles recicla sus teléfonos, pero reactualiza el viejo debate sobre hasta qué punto el compromiso medioambiental de empresas como Zonzoo y Fonebank es genuino o sólo un pretexto para ganar dinero con la buena fe de la gente. "Francamente, son posturas diferentes", afirma en su defensa Pablo Giganti, director comercial de Fonebank.
"Asimelec congrega a los fabricantes de móviles y ellos, cuanto menos teléfonos viejos haya circulando en el mercado, más posibilidades tendrán de vender teléfonos nuevos. Por eso, piensan que cualquier equipo usado debe ser destruido, no importa si está en buenas condiciones. A nosotros, en cambio, no nos importa si el móvil no tiene lo último en cámara fotográfica. Si funciona, puede ser útil en otro país donde el poder adquisitivo de la gente es más bajo que en Europa", sostiene.
Tu teléfono por dinero
Fonebank es filial de Corporate Mobile Recycling (CMR), una empresa británica con sede en Londres que cambia móviles viejos por dinero. La retribución que la empresa ofrece por los cacharros puede ir desde los 50 céntimos hasta los 240 euros, dependiendo del modelo, aunque la media es de 12 euros. CMR recoge unos 70.000 móviles mensuales procedentes de diferentes países europeos que luego envía principalmente a África y China, y en menormedida a Latinoamérica. Entre losmeses de abril de 2008 y marzo de 2009, el grupo facturó unos 6,2 millones de libras (6,8 millones de euros).
En España, donde lleva cinco años, sólo acopia los equipos. "Nuestra oficina central en Inglaterra hace todo el trabajo de separación, reventa y reciclado", explica Giganti. El ejecutivo asegura que todo el material que no puede ser reutilizado es enviado a otra empresa, ELSE Refining & Recycling, que al igual que CMR, cuenta con todas las certificaciones y licencias exigidas por el Gobierno británico, incluyendo el famoso ISO 14001.
"Entre CMR y ELSE contamos con más certificados que los exigidos por la directiva europea sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos [conocida como RAEE en España]", destaca. En España, Fonebank dona parte de sus ingresos a la Cruz Roja y la Fundación Entreculturas, una organización jesuita que promueve la educación en América Latina y África. En septiembre pasado, la empresa recogió en España 17.193 terminales, de los cuales 14.051 fueron donados a estas instituciones, con las que mantiene un acuerdo desde 2004.
"Todo se hace correctamente, de acuerdo a las leyes europeas. No hay ningún negocio oculto detrás", asegura María Jesús de la Fuente, responsable de relaciones institucionales de Entreculturas, que invierte el dinero recaudado en proyectos de escolarización de niños en campos de refugiados en África. La fundación y Cruz Roja recolectan los móviles y los entregan a Fonebank, que vende los que sirven y recicla los restantes. En cuatro años de campaña, ambas organizaciones han recaudado de esta manera unos 800.000 euros.
De la Fuente recuerda que en 2004 se reunieron con directivos de Asimelec para convencerlos de que participen en la campaña, pero éstos se negaron. "Su interés fundamental es destruir los móviles viejos para que no exista un mercado de segundo uso, algo con lo que no estamos de acuerdo porque las tres erres del consumo responsable son reciclar, reutilizar y reducir", afirma.
Gonzalo Torralbo, director general adjunto de Asimelec, acepta que Fonebank puede ser una empresa respetable que recicla correctamente, pero advierte que existen muchas otras que no ofrecen ninguna garantía. "Lo que nos preocupa es que bajo el paraguas de la responsabilidad social o la brecha digital se estén recogiendo móviles y que a los componentes que no sirven se les esté dando un tratamiento inadecuado", aclara.
El también secretario de la Fundación Tragamóvil explica que según la normativa, es responsabilidad de los productores gestionar el reciclaje de los artefactos que ponen en el mercado cuando se convierten en residuos e incluso les fija un objetivo: el reciclaje de 4 kilos por habitante al año. Bruselas está a punto de modificar esta directiva y se habla que la nueva meta será el 60% de la media de ventas de los últimos dos años. "Si existen alternativas a las entidades de gestión creadas por mandato de la propia norma, como es el caso de Tragamóvil, cumplir esta meta va a ser todavía más complicado", advierte.
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