Circula por Nueva York una diminuta cámara de vídeo con aspecto de juguete, que no graba sonido y cuya calidad seduce irreductiblemente al que la toca. Spike Jonze y Miranda July han caído fulminados. Y algún que otro famoso como Moby o Charlotte Gainsbourg también han acudido a la llamada del boca a oreja. Sus imágenes tienen la textura de un super 8 pasado por el filtro de un VHS, viene de Japón y aunque hay quien acude a sus misteriosos fabricantes y las pide por cientos -la última llamada vino de Hollywood, donde una gran distribuidora la quería de regalo navideño para sus actores-, la Digital Harinezumi está a punto de extinguirse. "Sólo hemos fabricado 12.000 y como todo lo que hacemos son ediciones limitadas no encargaremos más".
Nick Dangerfield, un español de padre inglés cuya pasión por la música japonesa le hizo abandonar la abogacía hace tres años, es hoy la voz neoyorquina de Powershovel, la empresa made in Tokio que fabrica las cámaras Digital Harinezumi (Puercoespín digital), de las que apenas quedan 20 en su almacén del barrio del Soho. "Es la última remesa. Eso y lo que aún quede en la tienda del New Museum". Nick no parece preocupado por estar perdiendo negocio. Al contrario, asegura que el inesperado éxito de esa cámara ha sobrepasado un poco a los ocho miembros de esta boutique underground dedicada a la música y a la fotografía que sólo tiene tienda en Japón y que en Estados Unidos vende a través de museos. Con el dinero que ganan inventándose cámaras y resucitando viejos modelos analógicos como la 110, se dan el lujo de editar libros de fotografía de un gusto exquisito y producir música al margen de géneros o modas donde la recuperación de la inversión es difícil o improbable. Siguen sólo el dictado de su propio instinto. Y cuando pueden, mezclan ambas cosas. Han editado un CD de grandes voces femeninas cubanas ilustrado con fotografías descatalogadas de un grande como Garry Winogrand titulado Women are beautiful y también han juntado a 13 músicos como Dirty Three, Matmos o Nico Muhly en un doble vinilo inspirado en las fotografías del inquietante y oscuro Daido Moriyama. "No se trata de ganar dinero, sino de hacer lo que nos apasiona, de sacar a la luz artistas en los que creemos y de paso vivir de ello, sin más ambiciones. Queremos seguir disfrutando de lo que hacemos así que somos conservadores, no queremos crecer mucho más". Toda una filosofía de vida, sin duda incomprensible tanto en Japón como en Occidente, pero totalmente lógica para quienes tienen pasiones que no se compran con dinero.
Nick, de 35 años, se unió a Powershovel tras viajar a Tokio y buscar a uno de sus músicos favoritos, Yuichiro Fujimoto, quien trabajaba en la empresa fundada por Hideki Oomori, un doble apasionado de la música y la fotografía. Ellos han contribuido a poner de moda las llamadas toy cameras y ya preparan un nuevo modelo, como la Harinezumi pero con sonido. Y avisan, sólo fabricarán 20.000. Con los beneficios rendirán pleitesía a los mayores, porque como buenos japoneses, veneran con especial respeto a los artistas con arrugas en la piel, a los que europeos y estadounidenses, en cambio, prefieren enterrar en pro del mito de la divina juventud. Bruno S., de 77 años, protagonista de clásicos del cine de Herzog como Kaspar Hauser, es su último descubrimiento: a finales de año editarán un disco con su música, grabado en la calle, y un libro con sus dibujos. Eso sí que es ser underground.
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