El uso de impresoras en tres dimensiones se está normalizando en un amplio abanico de sectores: automoción, aeronáutica, maquinaria e incluso moda. Y, según los expertos, pronto llegará la hora de los hogares particulares. Hace más de una década se perfeccionaban prototipos para el diseño industrial y la ingeniería. Hoy, sus utilidades se han ampliado y diversificado, hasta llegar a objetos tan cotidianos como una silla o una lámpara.
Hay incluso quien plantea la posibilidad de levantar puentes o edificios, como el arquitecto holandés Janjaap Ruijssenaars, que está trabajando en la construcción de un inmueble entero mediante este sistema. Para ello, el experto en robótica Enrico Dini ha desarrollado una técnica con la que se pueden imprimir piezas de hasta seis metros por nueve. Janjaap asegura que la resistencia de estos bloques es idéntica a la de los materiales convencionales.
Y mientras él se concentra en su obra, la NASA investiga cómo fabricar arañas mecánicas gigantes que contribuyan a instalar una base permanente en la Luna. Otra novedad sorprendente consiste en la creación de órganos y tejidos a partir de células madre como base. Científicos de países como China o Escocia han avanzado considerablemente en esta línea.
Todo comenzó como una tecnología para imprimir pequeños objetos de plástico a partir de un archivo tridimensional, sin embargo, actualmente se está empezando a utilizar esta misma fórmula en ámbitos aparentemente tan alejados de su origen como la cocina. Por ejemplo, ya existe la gastroimpresora, impulsada por el chef Paco Morales en colaboración con el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña y el Green Geometry Lab, que permite esculpir componentes comestibles como el chocolate, la mantequilla o el queso.
La combinación de impresión 3D y hardware libre es el inicio de una revolución de I+D en robótica, domótica y otras áreas. Los diseños y las especificaciones fluyen por internet a gran velocidad y llegan en pocos segundos a cualquier lugar, industria o empresa: juguetes para los niños, maquetas, piezas de repuesto, armamento, etc.
Su principal inconveniente es el elevado coste de las máquinas, y eso que su precio ha bajado desde los 90.000 euros de las más antiguas y económicas. Sea como fuere, la oportunidad de reproducir objetos manufacturados sin necesidad de transportarlos físicamente porque solo hay que tener a mano su materia prima resulta de lo más tentadora.
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