Gordon Bell se ha pasado los últimos 11 años de su vida registrando compulsivamente cada uno de sus movimientos. Ha escaneado sus libros favoritos, su álbum de fotos, sus documentos de trabajo, sus recuerdos y hasta sus radiografías; ha grabado en vídeo y audio las conversaciones que mantiene, cara a cara y por teléfono; ha registrado las páginas web que visita, los correos electrónicos que recibe, las canciones que escucha.
Once años de la vida de Gordon Bell caben en 230 GB, es decir, en un simple disco duro de 170 gramos de peso. Y este investigador cree que la vida digitalizada de una persona ocuparía apenas un terabyte (la biblioteca del Congreso de EEUU pesa unos 100 terabytes). En un futuro no muy lejano, cuenta Bell, se podrían utilizar todos esos datos para construir un avatar digital de un ser querido y pedirle consejo sobre, por ejemplo, una posible boda o un cambio de trabajo.
Gordon Bell (Missouri, EEUU, 1934) trabaja en las oficinas de Silicon Valley de Microsoft Research, la división del gigante informático dedicada a la investigación tecnológica. Su currículum es muy reconocido en el sector; es el "Frank Lloyd Wright de los ordenadores", dice la revista New Yorker. Trabajó durante 23 años en la desaparecida DEC (Digital Equipment Corporation), fue el primer director de la división informática de la Fundación Nacional de Ciencia de EEUU (NSF, por sus siglas en inglés), es miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) y es socio fundador del Museo de Historia de la Informática, muy cerca de donde se encuentran ahora las oficinas de Google.
El proyecto de Bell nació a partir de un propósito muy simple: quería deshacerse de todo el papel que había acumulado. Al empezar a escanear libros y documentos, el investigador pensó en una idea que había formulado anteriormente Bill Gates, fundador de Microsoft, sobre el hecho de que, algún día, "seríamos capaces de grabar todo lo que vemos y escuchamos", explica Bell. El investigador escaneó, incluso, los logos de tazas o camisetas, es decir, todo lo que tenía alguna relevancia personal o profesional para él y, en 2001, cuando la mayor parte de la información ya estaba digitalizada, comenzó a grabar sus conversaciones y fotografiar su día a día.
La investigación de Bell no es un enorme ejercicio de egocentrismo. La idea de digitalizar todo lo que ha acumulado, leído, escrito, fotografiado y grabado responde al interés del investigador por profundizar en dos campos. Uno de ellos es el de la innovación tecnológica. Bell quiere crear un sistema de clasificación y búsqueda que ponga en relación todos los datos y que, por ejemplo, permita a un paciente cardíaco de 80 años acceder, con un solo clic, a la información acumulada durante toda su vida sobre cualquier suceso relacionado con su salud cardiovascular.
Metadatos
"El sistema de archivo en carpetas es viejo e ineficaz", argumenta Bell, en conversación telefónica con este diario. "Necesitamos mejores bases de datos", añade. El investigador opina que el ejemplo a seguir es el de sistemas como el de iTunes, que clasifica y relaciona la música según multitud de parámetros diferentes e, incluso, recomienda canciones al usuario según sus gustos. Con este sistema de metadatos que atribuye diferentes palabras clave a cada uno de los elementos digitalizados para poder, posteriormente y de forma automática, ponerlos en relación, Bell ha desarrollado un software llamado MyLifeBits.
El equipo de Microsoft Research también ha desarrollado una cámara, SenseCam, que Bell lleva constantemente colgada al cuello. Dotada con un detector de infrarrojos, toma fotos de manera automática cuando detecta la presencia de una persona, o si el nivel de luz cambia significativamente, lo que suele significar que Bell ha cambiado de habitación.
Investigadores del Hospital de Addenbrooke en Cambridge (Reino Unido) han trabajado con fotografías tomadas por una SenseCam con pacientes que sufren problemas de memoria a los que, cada noche, mostraron las fotos tomadas durante el día. Los enfermos fueron capaces de retener esos recuerdos durante más de dos meses, pero fueron incapaces de recordar los detalles de un diario escrito. Y esta es, de hecho, la segunda y más importante área de interés del proyecto de Bell: el análisis de las consecuencias psicológicas y sociológicas de lo que significa tener una memoria digital que graba y almacena cada detalle de la vida, incluso aquellos que nunca se querrían recordar.
"Creo que hay una maravillosa sensación de seguridad en saber que tu ordenador está recordando por ti", explica. "Tener una e-memoria de tu vida es, realmente, la única manera de guardar un recuerdo fiel y auténtico de lo que ha sido esa vida, de todo lo que has hecho, hasta el último detalle".
El investigador sostiene que liberar a la memoria de la tediosa tarea de recordar puede darle una nueva oportunidad para centrarse en tareas más creativas. Piensa, además, que borrar los recuerdos desagradables no es una buena idea. "Es un acto tan definitivo, tan brutal, que quizá uno se arrepienta de haberlo hecho el resto de su vida. Si un recuerdo te hace daño, es preferible ignorarlo".
Ya hay 14 universidades trabajando en diferentes proyectos relacionados con la investigación de Bell, que acaba de publicar junto al también investigador Jim Gemmel el libro Total Recall, en el que reflexiona sobre su experimento y lo que pasaría "si pudiéramos tener acceso inmediato a toda la información a la que estamos expuestos a lo largo de nuestras vidas", como dice Bill Gates en el prólogo de la obra.
Bell cree que, en el futuro, sensores electrónicos incorporados a la ropa grabarán automáticamente datos como los niveles de oxígeno en sangre, y actualizarán también de forma automática la base de datos vital. Bell asegura que sólo "cuando muera" parará de registrar cada uno de sus movimientos. Porque, al fin y al cabo, explica, "esta es una forma de inmortalidad".
Memex o el origen de Internet
Gordon Bell no fue el primero en pensar en las posibilidades técnicas y las consecuencias psicológicas de grabar toda una vida en formato electrónico. El investigador de Microsoft Research reconoce la influencia de Vannevar Bush (1890-1974) en su proyecto, un ingeniero estadounidense muy conocido durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría porque fue el primer asesor científico de un presidente de EEUU (Harold Truman).En los años treinta del siglo pasado, asustado por la cantidad de información ya entonces disponible, Bush formuló la teoría de la máquina Memex, un dispositivo electrónico basado en un microfilm “en el que una persona podría almacenar todos sus libros, grabaciones y comunicaciones, dotado de mecanismos que permiten la consulta con rapidez y flexibilidad. Es un accesorio o suplemento de su memoria”, decía el ingeniero.
En 1945, Bush escribió un ensayo en el que auguraba la aparición de “múltiples tipos de enciclopedias, que incluirán una malla de huellas asociadas entre sí, preparadas para ser incluidas en el Memex”.
Se cree que Ted Nelson y Douglas Engelbart se inspiraron en esta idea para la formulación posterior de la teoría del hipertexto, uno de los fundamentos de Internet. Tal y como Bush la imaginaba, la máquina Memex era una mesa con una superficie translúcida, y que tendría motores para buscar los archivos. No obstante, se quedó en una idea. Nunca fue construida por nadie.
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