En una sociedad moderna el desarrollo biotecnológico se puede utilizar como uno de los mejores indicadores de su salud económica. La Comisión Europea y numerosos gobiernos y organizaciones internacionales consideran que el sector de la biotecnología juega un papel estratégico en el impulso a la economía basada en el conocimiento y la innovación, dos ejes esenciales para el crecimiento y el desarrollo sostenibles. En el escenario de crisis que se vive con especial crudeza desde septiembre de 2008, las empresas de base biotecnológica han mostrado otra virtud: su contribución al bienestar social no sólo a través de los bienes que contribuye a producir, estrechamente ligados a la calidad de vida, sino también como motor de creación de empleo estable y de calidad. Por cada empleo que se genera en el ámbito de la innovación a lo largo de un lustro, se generan entre 8 y 12 empleos directos o indirectos a través de las múltiples externalidades que generan las empresas biotecnológicas.
Los países fuertes en la investigación están mejor preparados para el futuro. ¿Cómo está España, entonces, si se toma la biotecnología como un indicador clave de la temperatura de un país? De acuerdo con los datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el uso de la biotecnología recogidos en el informe de la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO), en 2007 se registraron 764 compañías que desarrollan actividades biotecnológicas en España, un 15,9% más que el año anterior. La cifra de empresas estrictamente biotecnológicas crece a una tasa interanual del 22%. Pero estos datos son anteriores a la crisis.
La crisis supone una grave amenaza. Los últimos datos del INE son de 2007 y no recogen las dificultades que están viviendo las empresas del sector desde entonces, especialmente las más jóvenes, con un gasto intensivo en I+D y con escasos recursos propios. La Patronal Europea del sector, EuropaBio, ha advertido de que un 20% de las compañías biotecnológicas pueden desaparecer si no se toman medidas para ayudarlas. Las dificultades de financiación y los límites de crédito ponen en riesgo la actividad de dos de cada 10 compañías.
Varias medidas del Ministerio de Ciencia e Innovación han supuesto una primera ayuda. La concentración de la financiación pública a proyectos empresariales de I+D (más de 1.200 millones de euros en 2009) en el CDTI ha simplificado el proceso de obtención de ayudas. La mayoría de las convocatorias permanecen abiertas todo el año, un obstáculo menos. También se ha anunciado en 2009 la concesión de un anticipo del 25% de las ayudas concedidas por el CDTI (con un máximo de 300.000 euros) sin necesidad de garantías para las PYMES. En el primer cuatrimestre del presente se han duplicado las ayudas Neotec frente al mismo periodo de 2008, y se han triplicado las solicitudes de estas ayudas destinadas a la creación de empresas de base tecnológica.
Hay que hacer más. En España la crisis está siendo especialmente dura y el cambio de modelo económico requiere un marco legal estable y un programa sólido y permanente de ayudas y apoyo al sector, ajeno a la coyuntura política y a la dinámica electoral. Hay que invertir a medio y largo plazo. Tenemos que explicar a la sociedad la importancia del desarrollo científico y tecnológico en el bienestar social y en el crecimiento económico. Es necesario un apoyo rotundo a los emprendedores decididos a invertir talento y esfuerzo en la creación de una nueva empresa. Ninguno de los países de nuestro entorno pudo construir un sector sólido de innovación sin estos pilares.
El mensaje de los propios Gobiernos deberá favorecer las inversiones responsables, ligadas al progreso estable y sostenido, a la generación de empleo y a la promoción del bienestar. El modelo económico de un país es un reflejo de sus actuaciones y muestra la verdadera intención de sus gobernantes. España debería alinear la inversión, que no gasto, dedicada a I+D en la proporción que lo hacen países como EEUU, Japón, Corea, Suecia, Finlandia, Alemania, Dinamarca o Austria, lo que significa, al menos, duplicar el gasto actual, ya que todos ellos superan el 2,4% del gasto en proporción a su Producto Interior Bruto. La innovación como modelo económico es una garantía de estabilidad laboral, competitividad y futuro. Y requiere un firme compromiso político ajeno a los vaivenes de las visiones a corto plazo.
También hay que estimular la financiación privada. Las empresas biotecnológicas, como las dedicadas a la salud o a la llamada «energía verde», son corredoras de fondo. Necesitan este respaldo económico desde su creación y durante la larga etapa (diez, doce, quince años) que requiere el desarrollo de un producto biotecnológico hasta llegar al mercado. Las ayudas públicas y un marco regulatorio estable son imprescindibles, pero la financiación privada debe ser el motor esencial del sector porque es ahí donde se generan los circuitos de negocio puros y reales.
Otra clave para dinamizar el sector es favorecer la creación de nuevas empresas mediante la promoción de una cultura de bioemprendedores. Estas empresas necesitarán personal cualificado con un perfil mixto que incluya, además de conocimientos técnicos, los propios de la gestión y la aplicación empresarial para que no haya una desconexión entre la formación académica y la realidad productiva y las necesidades reales de la sociedad. Hay que aprender a patentar.
Adquirir esta cultura emprendedora es el verdadero reto para que España no sólo se limite a consumir biotecnología sino que compita como un país de referencia en el mercado internacional de la innovación. En este campo, es de vital importancia mejorar la transferencia de tecnología a través de la construcción de puentes entre el ámbito académico y empresarial.
Adquirir esta cultura emprendedora es el verdadero reto para que España no sólo se limite a consumir biotecnología sino que compita como un país de referencia en el mercado internacional de la innovación. En este campo, es de vital importancia mejorar la transferencia de tecnología a través de la construcción de puentes entre el ámbito académico y empresarial.
Por último nos encontramos con una necesidad y, en cierta media, también una obligación del sector: la internacionalización. La investigación es global, y así deben ser las empresas que apuestan por la innovación.
España cuenta con una posición única para afrontar el futuro. Dispone de talento, de emprendedores y de valiosos recursos científicos públicos y privados. Hace falta estabilidad y visión para construir con estos mimbres un sólido modelo de innovación. La empresas de biotecnología hay que regarlas cada día, con tesón, durante años. Son las máximas creadoras de riqueza, en términos de empleo, recuperación económica y beneficio para la sociedad. Es primordial que mantengamos nuestro compromiso tanto en el impulso de la investigación biotecnológica como en su aplicación industrial.
Todos los partidos del amplio espectro parlamentario deberían comprometerse en un firme Pacto de Estado que, al margen de sus diferencias en otros ámbitos, asegure en España la financiación y promoción de la investigación, el desarrollo y la innovación a corto, medio y largo plazo. Si no invertimos en nuestro futuro no tendremos futuro. Por último, querría expresar un deseo: me gustaría que el nuevo comisario europeo de Ciencia e Investigación que se elegirá próximamente fuera un español.
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