En el mundo hay 800 millones de personas sin acceso al agua potable y  un 40% de la población no cuenta con sistemas básicos de saneamiento.  Sin este acceso garantizado, el ejercicio de los derechos humanos más  básicos es una quimera. Ahora, un proyecto español busca aplicar una  gestión sostenible de los recursos hídricos en varias comunidades  rurales de Nicaragua. Además de ayudar a los lugareños a hacer efectivo  su derecho al agua, sus conclusiones se convertirán en un libro  destinado a las ONG para el desarrollo. 
En Nicaragua, como en  muchas otras zonas del mundo, la degradación ambiental y el cambio  climático están teniendo un duro efecto sobre la disponibilidad de agua.  La zona se está recalentando más que otras latitudes y, según el  Ministerio del Ambiente de Nicaragua, la temperatura media podría subir  5ºC en 2050. Esto está acarreando una aceleración de los procesos de  erosión, con 70.000 hectáreas de masa forestal menos cada año. Además de  afectar a la captura de carbono, esto provoca que los ecosistemas  naturales pierdan su capacidad de generar agua.
"El agua es un elemento fundamental para el desarrollo", dice Alberto Guijarro, de la organización ONGAWA  , dedicada a la ingeniería para el desarrollo humano. "Del acceso al  agua depende la salud, y una mayor o menor presencia de las  enfermedades, y la educación, un derecho que no se puede ejercitar si  tienes que recorrer kilómetros para llevar agua a casa", añade. La  interacción entre medio ambiente y derechos humanos es evidente.
"Sin  embargo, no siempre fue así. Hasta la Declaración del Milenio, las  agendas del desarrollo y los derechos humanos iban por separado",  sostiene Guijarro. ONGAWA quiere volver a unirlas en varias comunidades  del Bosawás, una reserva situada al norte de Nicaragua. Con la ayuda de  la Fundación Biodiversidad   van a trabajar con los llamados Comités de Agua Potable, responsables  de la gestión de los recursos hídricos en las zonas rurales para  integrar la sostenibilidad en esa gestión. "Buscamos favorecer el  derecho humano al agua, reconocido por la ONU, pero que hay que hacerlo  efectivo", explica Guijarro.
No se trata sólo de obtener y  canalizar agua potable. También trabajarán en sistemas autónomos de  saneamiento de las aguas residuales. Y todo de una forma sostenible, sin  sobreexplotar los recursos.
De ese trabajo sobre el terreno deberá salir una serie de buenas  prácticas que, esperan, sean usadas como modelo en el resto del país.  Además, serán la base para unas jornadas sobre derechos humanos y  sostenibilidad ambiental en España. Por último, una publicación recogerá  sus resultados para que otras ONG para el de-sarrollo conviertan esta  experiencia local en un modelo global. No en vano, la puesta en práctica  del derecho al agua se lleva el 8% de la cooperación española.
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