Steve Jobs se refirió una vez a los operadores de telecomunicaciones como "orificios", simples túneles que utilizar para llegar hasta los consumidores. Jobs podía decirles eso a las suspicaces telefónicas y muchas cosas más. Apple, con Jobs al frente, no era Google. A la firma de la manzana le permitían estas metáforas los mismos que reniegan de ser considerados "tuberías tontas" (dumb pipes) por los proveedores de contenidos.
El doble rasero fue, sobre todo en los tiempos del primer iPhone, mucho más que una cuestión de léxico. Por primera vez en la historia de la telefonía móvil, las telefónicas compartieron con un fabricante sus ingresos. Ahora, empresas de telefonía piden que Google o Yahoo sean las que compartan sus jugosas facturaciones. En estas y otras muchas cosas, Jobs dobló la rodilla de las todopoderosas operadoras.
Acuerdos en exclusiva durante años con una sola compañía por país, ni pensar en incluir el logo de la operadora en la superficie del iPhone, ni hablar públicamente de número de unidades vendidas. Nada de publicidad con el iPhone como reclamo. Los primeros tiempos del iPhone fueron un rosario de condiciones para quienes querían ver consumidores haciendo cola a la puerta de sus tiendas (las que dijese Apple, claro) para conseguir el escaso terminal. Quien no cedía, se quedaba por el camino.
Jobs se encargaba directamente de la negociación. En EEUU, Verizon no transigió con las exigencias del fundador de Apple, como sí hizo su rival Cingular (la marca de móvil de AT&T) y se quedó sin iPhone durante años. Entre otras cosas, según publicó The Wall Street Journal antes del lanzamiento, Verizon no aceptó impedir a su gran aliado Circuit City, el gigante de la distribución, la venta del iPhone, como exigía Jobs. Tampoco quiso ceder a las presiones para que dejase de vender música y vídeos a través de su servicio V Cast, competidor de iTunes.
Vodafone sufrió que la española Telefónica le quitase la exclusiva no sólo en España sino en su país de origen. La británica intentó enfrentarse a Jobs y a sus acuerdos en exclusiva allí donde la legislación parecía ponérselo más fácil: Alemania. Logró que un tribunal obligase de forma cautelar a T-Mobile (filial de Deutsche Telekom) a vender liberado el iPhone. T-Mobile no dudó. Lo puso en venta liberado a 999 euros. Nadie lo compró para usarlo con Vodafone. Orange, que lo vendía en exclusiva en Francia, sacó al mercado la misma oferta disuasoria.
La española Telefónica fue la primera que rompió el cerco de compartir los ingresos. No se conoce qué le costaron sus años de exclusividad en España y Reino Unido. Sí que la negociación fue lo suficientemente dura como para que César Alierta, presidente del grupo, elevase a los cielos de Telefónica a Mathew Key, entonces al frente de O2 y hoy máximo responsable de la nueva área creada por el grupo español para desarrollar el negocio digital. Se dice que Key convenció a Jobs en presencia de Alierta de las ventajas de dar la exclusiva del iPhone a O2 en Reino Unido.
Atrás quedaron aquellos tiempos. Ahora cualquier operadora vende el iPhone, nadie comparte ingresos y se vende liberado. Pero algunas condiciones llegaron para quedarse y han cambiado el panorama de la telefonía. Apple acabó con las conexiones wifi bloqueadas, como se obligó durante años a gigantes del tamaño de Nokia para impedir que programas de llamadas de voz a través de internet como Skype se comieran la principal fuente de ingresos de las operadoras. Ahora, el 70% del tráfico de los smartphones (teléfonos inteligentes como el iPhone) circula por redes wifi.
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