El anuncio de Barack Obama de un impuesto especial para los bancos es popular, pero está lejos de solucionar el problema de fondo de la crisis: los agujeros en la regulación financiera estadounidense.
Este impuesto especial entrará en vigor en 2011 y afectará a los bancos que tengan más de 50.000 millones en activos, unas 50 entidades en total, que deberán abonarlo durante diez años.
Según Barack Obama el objetivo es recaudar unos 117.000 millones y "recuperar hasta el ultimo centavo que invirtió el estado en el rescate".
Wall Street puso el grito en el cielo, tildó la medida de "populista" y no faltaron excéntricas acusaciones en blogs que convertían a Obama en una especie de caballo de troya del socialismo.
Wall street y Main Street
El anuncio presidencial tiene como telón de fondo el creciente conflicto entre Wall Street (las finanzas) y "main street" (el ciudadano común y corriente).
Este conflicto tiene una larga historia en Estados Unidos (enfrentó a dos de los padres de la patria, Alex Hamilton y Thomas Jefferson) que se disparó en las últimas semanas por las bonificaciones multimillonarias que están por dar a conocer las entidades financieras.
Con 26 millones de desempleados, récord en los últimos 25 años, dos millones de familias que perdieron sus hogares, y 36 millones que dependen de la ayuda alimentaria estatal, Barack Obama sintonizó con el sentir de muchos estadounidenses.
A una semana del primer aniversario de su asunción y con elecciones para la renovación parcial del congreso a la vista, el anuncio tiene un costado indudablemente político.
Al mismo tiempo, de no ser por la ayuda estatal, el sistema financiero en su conjunto habría colapsado, hubieran o no recibido los bancos fondos del estado que, además, rescató a AIG, la principal aseguradora de Wall Street.
Desde este punto de vista, los 117 mil millones de dólares del impuesto son apenas la punta del iceberg de la cuenta total que tendrán que pagar los contribuyentes por la crisis.Pero más allá de la polémica, la gran pregunta es si este anuncio sirve para evitar otro descalabro financiero.
El eterno retorno
El consenso es que el descalabro se debió a la falta de regulación.
A pesar de algunos anuncios el año pasado no hay todavía una reforma de fuste del sistema financiero en Estados Unidos ni una clara separación entre bancos de inversión, dedicados a la especulación, y bancos de depósito, que manejen el ahorro de la gente.
En medio de la otra gran crisis económica de los últimos 80 años, en 1933, el Congreso estadounidense aprobó la ley Glass-Steagall que transformó las reglas de juego financieras al separar nítidamente esos dos tipos de bancos.
La desactivación de esta ley comenzó con la presidencia de Ronald Reagan y culminó con la de Bill Clinton cuando, a instancias del entonces ministro de finanzas Lawrence Summers, se completó la desregulación del sector con la eliminación de la ley.
Para los críticos, la presencia en el gobierno de Barack Obama de Summers y de otro baluarte del proceso desregulador como Timothy Geithner, abre signos de interrogación sobre la aprobación de una reforma seria del sistema.
De hecho la concentración del sector ha aumentado. Según el congresista republicano Maurice Hinchey, cuatro gigantes financieros tienen la mitad de las hipotecas de Estados Unidos, emiten dos terceras partes de las tarjetas de crédito y controlan el 40 por ciento de los depósitos en momentos en que han aumentado vertiginosamente las transacciones con instrumentos financieros de alto riesgo.
La crisis ha demostrado la vulnerabilidad de un sistema financiero montado sobre los hombros de gigantes con pies de barro.
Parafraseando a Sigmund Freud (el que no recuerda repite), cabría decir que el que no se reforma se expone a una nueva crisis.
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