Fuente: El Pais.
Hace diez años, el mundo vivía pendiente de un colapso informático que podría paralizarlo todo. Se había augurado que el llamado efecto 2000 bloquearía millones de máquinas por una inocente imprevisión técnica: el salto de centuria en los relojes de las máquinas. Los ordenadores, que sólo cambiaban dos dígitos, regresarían a 1900.
Los expertos advirtieron de la necesidad de corregir este error para evitar la parálisis mundial. El gasto público en España por este concepto rondó los 420 millones de euros del total de los 900 millones de euros que se gastaron en total en el país. Según IDC el gasto que se hizo tanto a nivel mundial como en Estados Unidos fue superior a los daños que hubiesen supuesto las consecuencias del cambio de milenio. Estados Unidos, según Europa Press, se gastó un total de 93.379 millones de euros para prevenir el efecto 2000. A nivel mundial, el gasto total alcanzó los 214.634 millones de euros.
El 2 de enero de 2000 todo el mundo se preguntaba sobre el fundamento de los avisos apocalípticos de infinidad de expertos. Muchos de ellos argumentaron que, precisamente, no había ocurrido nada grave porque el mundo había tomado las medidas oportunas. Sin embargo, muchos países que no habían tomado precauciones quedaron tan a salvo del desastre como aquellos que habían invertido millones de euros.
Llegó el 1 de enero de 2000 sin que ocurriera nada relevante. Desde que Nueva Zelanda, el primer país industrializado que llegaba al 2000, reportó que allí reinaba la más absoluta paz informática, la angustia empezó a decrecer. 136 de los dos centenares largos de países que debían enviar su informe al Centro Internacional de Cooperación por el Efecto 2000 habían remitido sus datos. Cada uno debía informar sobre 12 áreas cruciales -desde transportes a alimentos-. Todos los casilleros estaban en verde, salvo uno de Gambia, que había puesto en amarillo el que chequeaba los servicios gubernamentales.
El Centro Internacional de Cooperación por el Efecto 2000 instalado en Washington informó que ni en EE UU ni en ninguno de los países conectados con ese organismo se presentaba el menor problema. El apocalíptico efecto 2000 no aparecía por ninguna parte. Los misiles de las potencias nucleares seguían en sus silos, los aviones seguían volando y en ningún lugar había disturbios masivos por falta de dinero o alimentos relacionados con un fallo informático. Sólo hubo algunos problemas irrelevantes como en pólizas de seguros o documentos burocráticos en los que constaba la edad del titular.
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