Los neandertales que vivieron en la cueva de El Sidrón (Asturias) hace unos 49.000 años no se figuraban que ya estaba en camino la nueva especie -los humanos actuales- que terminaría por borrarles del mapa. Un individuo de esa nueva especie, que vivió unos 4.000 años después en el oeste de Siberia, tampoco pudo pensar que sus huesos servirían para acotar la época en que se mezclaron las dos especies, lo mismo que los de El Sidrón permitieron desentrañar el genoma del neandertal.
Un equipo internacional de científicos ha identificado a este individuo como el humano moderno más antiguo hallado nunca fuera de África y de Oriente Próximo y ha utilizado su fémur para avanzar en el conocimiento de uno de los grandes misterios de la evolución humana, la supervivencia de una sola especie, la actual, la nuestra.
Tras las bases sentadas por más de siglo y medio de estudios morfológicos y de contexto de fósiles, ahora es posiblemente la genética la que más está contribuyendo a aclarar aspectos como la relación durante miles de años entre los neandertales (especie extinta) y los humanos actuales, que salieron de África en oleadas todavía no bien conocidas que se remontan al menos a los 100.000 años.
Hace muy pocos años que se ha confirmado que neandertales y humanos modernos no solo convivieron, como indicaban los restos en muchos yacimientos, sino que se aparearon y dieron lugar a descendencia, con el resultado de que el genoma del Homo sapiens tiene una pequeña parte de contribución neandertal, aunque solo en Europa y en Asia, no en África. La presencia de genes neandertales en el individuo estudiado resulta ser de alrededor de un 2,3%, muy poco superior a la media de la de los habitantes actuales de esa zona, lo que confirma que es un humano moderno. Las poblaciones europeas tienen un poco menos de contribución neandertal, alrededor del 1,7%.
¿Pero cuándo pasó esto y por qué, al parecer, no sucedió más que en una corta época de su convivencia en el tiempo? Lo que indica el genoma completo extraído de este hueso de Ust-Ishim es que la hibridación se produjo hace entre 50.000 y 60.000 años, lo que coincide con la gran oleada de expansión hacia Europa. Hasta ahora, sobre la base del análisis de personas vivas, se había establecido un gran margen de tiempo para este cruce genético. Se pudo producir hace solo 37.000 años o hace mucho más, 86.000 años. Ahora ese margen es mucho más pequeño.
La paleogenética, o estudio del ADN antiguo, es una especialidad muy reciente, tiene apenas 30 años y, aunque con titubeos y tropiezos lógicos, se ha desarrollado muy rápidamente, de la mano de la tecnología de secuenciación. El gran protagonista de este campo es el investigador sueco Svante Pääbo, quien, desde el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, ha dirigido el estudio que ha publicado Nature.
Pääbo también dirigió el que demostraba la presencia de ancestros neandertales en los humanos actuales, en el año 2008. Con ayuda de las instalaciones chinas de secuenciación masiva y científicos rusos y de varios países occidentales, ha calculado hacia atrás la época del cruce. El investigador español Domingo C. Salazar García, de la Universidad de Valencia, forma parte del equipo y entre las muestras con las que se ha comparado el genoma de este humano moderno tan antiguo está una procedente del yacimiento de La Braña (León).
Los cálculos tienen en cuenta que en el hueso ahora estudiado los segmentos de ADN procedentes de neandertales son mucho más largos que en los genomas actuales, pero esto no excluye que la mezcla persistiera durante miles de años. También indica, según los autores del estudio, que los cruces, al producirse después de la fecha más antigua considerada hasta ahora, no tuvieron lugar en el Oriente Próximo con las poblaciones más antiguas salidas de África, como suponían algunos paleontólogos.
La zona en que fue hallado el fémur en 2008 está relativamente cerca (teniendo en cuenta las grandes distancias en Siberia) de otra muy rica en fósiles de poblaciones antiguas. Se han encontrado allí neandertales, denisovanos (una especie recientemente descubierta) y restos del Paleolítico superior. El análisis indica también que el individuo ahora estudiado pudo formar parte de una emigración muy temprana en Asia que quizás no dejó huella en las poblaciones actuales.
Sin embargo, persiste el misterio sobre por qué sobrevivieron unos y se extinguieron otros, o si una población absorbió a otra. Ambas especies fabricaban herramientas y también tenían pensamiento simbólico, como ha demostrado un reciente hallazgo neandertal en Gibraltar, donde supuestamente les llegó la extinción hace unos 30.000 años, aunque últimamente el baile de fechas ha afectado también a este suceso y ahora parece que los últimos neandertales desaparecieron miles de años antes.
Se cree que los neandertales surgieron de una rama que divergió de la de los humanos modernos hace más de 500.000 años. Como señala el experto español Carlos Lalueza Fox, que secuenció el genoma de La Braña y es autor del libro "Palabras en el Tiempo", el proceso evolutivo ha modificado recientemente en nuestro linaje (o en el de los neandertales) algunos genes que están implicados en aspectos del metabolismo, de la cognición o de la fisiología, y que están a veces asociados a enfermedades pero que son obviamente necesarios para el correcto desarrollo cognitivo. Son cambios, con repercusiones todavía mal conocidas, que identifican nuestra especie e indican las razones de su éxito evolutivo.
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