No importa que sea algo que sabíamos desde abril. Cuando por fin el momento llegó, y Facebook empezó a informar a los usuarios que intentaban enviar un mensaje desde la app móvil de que necesitarían descargarse una aplicación distinta, empezó la ira. Una ira acompañada del miedo y las sospechas despertadas por todos los permisos que solicitaba Facebook Messenger al usuario, especialmente en Android.
No es sorprendente. Facebook es siempre sospechoso y nadie confía en lo que pueda hacer con todos esos datos que tiene de nosotros. Los escándalos de Snowden y la NSA ayudaron también a intensificar ese clima de desconfianza. Cualquier cosa que haga Facebook se mira con lupa y si es obligarnos a descargar una app para la que quieren acceso a la cámara, el micrófono, la lista de contactos y los SMS del teléfono, mucho más.
La red social da su versión de los hechos. Quieren que descarguemos la app porque ofrece una experiencia más rápida y con muchas más posibilidades que lo que se hacía desde la aplicación normal de Facebook. Lo de los permisos lo explicaron también rápidamente usando un poco de sentido común: quieren acceso a la cámara para que los usuarios puedan enviar fotos o vídeos que hagan en el momento, acceso al micrófono para mensajes de voz o llamadas VoIP, acceso a la lista de contactos por si quieres añadir a gente. Es, además, algo a lo que tienen acceso todas las apps de este tipo.
Facebook también ha explicado que hay un problema con el lenguaje de permisos que requiere Android y que hace que todo sea más alarmante. La tienda de apps exige que se pidan al descargar la aplicación todos los permisos que podrían necesitarse. En la App Store de Apple, no obstante, el permiso se pide en el momento en el que se va a usar esa función específica, dando menos miedo. Es decir, si un usuario nunca envía un mensaje de voz o tiene una conversación VoIP, Facebook Messenger no pedirá acceso al micrófono.
El control sobre la experiencia móvil
El objetivo último no se le escapa a nadie. Facebook quiere separarse en varias apps, cada una con una función específica, con lo que consiguen dos cosas. En primer lugar, conseguir saber en todo momento qué está haciendo el usuario, aunque no tenga la app de Facebook abierta. Puede estar usando Whatsapp, Instagram, Messenger, Moves, y a Facebook le llegará la información igual. Los datos, como ya sabemos, son el gran producto que puede ofrecer la red social a los anunciantes, la posibilidad de poner publicidad cada vez más segmentada.
Además de esto, Facebook consigue cierta seguridad al diversificar sus esfuerzos. ¿Y si los usuarios dejan de interesarse por el feed de noticias? Posiblemente dejasen de usar la app de la red social. Al tener otros servicios por separado, como Messenger y otras apps, Facebook pierde mucho menos que si tuviese todos los huevos en la misma cesta.
Como cada vez que la red social hace algo, ya sea introducir cambios en su diseño, condiciones del servicio o comprar una compañía, han sido muchos los que han amenazado con abandonar. Zuckerberg sabe, quizá por la experiencia, que no hay peligro. Si los usuarios se van será por pérdida de interés, pero no por cuestiones de privacidad. El mejor ejemplo de lo enganchados que están los usuarios es la App Store: Messenger tiene solo una estrella, pero es la app gratuita más descargada.
Dentro de uno o dos meses nadie recordará esos tiempos en los que se enviaban mensajes de Facebook desde la app de la red social. Messenger crecerá, como lo está haciendo, y será una nueva alternativa a Whatsapp (a la compañía le da igual qué app uses, por supuesto). Práctica para mensajes instantáneos con contactos de Facebook de los que quizá no tengas el teléfono. Y lo de los datos… ¿no habría que empezar por abandonar la red social?
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