Los indignados de Wall Street permanecen en Zuccotti Park y no serán desalojados de momento. Media hora antes de las siete de la mañana, hora de la orden de desalojo, uno de los manifestantes anunciaba que el alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, había recibido una carta de los propietarios del parque que daba permiso al movimiento para seguir ocupando el espacio.
Zuccotti Park es un parque de propiedad privada pero uso público situado cerca de Wall Street y de la Zona Cero. Unas 6.000 personas habían acudido a la plaza en la hora prevista para el desalojo; algunos indignados y muchos otros simpatizantes con este movimiento."Hoy tomamos Zuccotti Park y mañana tomamos Thompkins Square", afirmaba Michael, un joven informático de Brooklyn que repartía información sobre la manifestación de mañana en el East Village.
Un hombre con traje, David Intrator, se había colgado un cartel indicando que tenía estudios en Harvard.
"He venido hoy aquí porque ciertos periodistas solo dicen tonterías sobre la supuesta suciedad y juventud de los indignados y yo quiero demostrar que somos muchos y aún deberíamos ser más", le explicó a BBC Mundo.
"He votado tres veces a Bloomberg pero ahora le tengo que recordar que es mi alcalde, no el de Wall Street y la policía que vino a desalojar es mi policía, no la de Wall Street", agregó.
Compartía su opinión John Logan, un biólogo que investiga el cáncer. "Me interesa cualquier propuesta de reforma de nuestro gobierno", afirmó y agregó que algunas prácticas de Wall Street "le recordaban un poco" a algunos cánceres que él investiga.
El reverendo, John Merz, de Brooklyn, había llegado a las seis de la mañana al parque para "comprobar que a los manifestantes no les pasara nada".
Mensajes para Bloomber
"Querido alcalde Bloomberg: soy un veterano de la guerra de Irak. Ésta es la imagen de la democracia. Luché para defender la democracia. Espero que usted haga lo mismo. Atentamente, Jason Christopher Hartley".
Éste es el cartel que se había colgado en el cuello un soldado que se plantó el jueves en la noche delante de los agentes de la policía de Nueva York, en la vigilia ante el posible desalojo del movimiento Ocuppy Wall Street en Zuccotti Park, un parque de propiedad privada pero uso público situado cerca de Wall Street y de la Zona Cero.
Los manifestantes se preparaban para luchar contra la lluvia y contra un desalojo "temporal" previsto para las siete de la mañana hora local del viernes, que las autoridades habían dicho que se requiere para llevar a cabo una limpieza del parque. El mismo viernes se conoció que el desalojo había sido aplazado. Cientos de simpatizantes se habían acercado hasta el sitio para pasar un rato con los manifestantes.
"A las diez de la noche tienen que apagar la música, no pueden tocar la batería ni cantar", explicaba una agente de policía que iba a estar de guardia hasta las dos de la madrugada: "yo no estaré aquí cuando den la orden de desalojo, lo llevarán a cabo los agentes que empiezan el turno de las seis".
Unos sesenta agentes de policía hacían guardia en las esquinas del parque mientras que un grupo de manifestantes limpiaba el suelo con fregonas y cubos llenos de agua y detergente, y recogían bolsas con ropa, colchones de aire y cajas con comida. "El alcalde dice que mañana quiere limpiar el parque pero podemos limpiar nosotros; no es más que una excusa para expulsarnos de aquí", afirma Timothy Chung, un joven que trabaja en un restaurante.
"Ésta es la lista de tareas: limpiar el parque y después limpiar el sistema político", indicaba un cartel. "Bloomberg dice que una vez hayan limpiado podremos volver pero no es cierto porque va a prohibir que regresemos con sacos de dormir y lonas, y esto significa que no podremos seguir durmiendo aquí", lamentaba Walter Hillegass.
Ésta no es la primera ocasión en la que el joven pasa la noche en Wall Street. Tras los atentados del 11S pasó seis días en el agujero de la Zona Cero buscando supervivientes. Desde entonces lucha para conseguir una indemnización que le permita pagar los gastos médicos de la enfermedad crónica que sufre en los pulmones; sarcoidosis.
Éste es el cartel que se había colgado en el cuello un soldado que se plantó el jueves en la noche delante de los agentes de la policía de Nueva York, en la vigilia ante el posible desalojo del movimiento Ocuppy Wall Street en Zuccotti Park, un parque de propiedad privada pero uso público situado cerca de Wall Street y de la Zona Cero.
Los manifestantes se preparaban para luchar contra la lluvia y contra un desalojo "temporal" previsto para las siete de la mañana hora local del viernes, que las autoridades habían dicho que se requiere para llevar a cabo una limpieza del parque. El mismo viernes se conoció que el desalojo había sido aplazado. Cientos de simpatizantes se habían acercado hasta el sitio para pasar un rato con los manifestantes.
"A las diez de la noche tienen que apagar la música, no pueden tocar la batería ni cantar", explicaba una agente de policía que iba a estar de guardia hasta las dos de la madrugada: "yo no estaré aquí cuando den la orden de desalojo, lo llevarán a cabo los agentes que empiezan el turno de las seis".
Unos sesenta agentes de policía hacían guardia en las esquinas del parque mientras que un grupo de manifestantes limpiaba el suelo con fregonas y cubos llenos de agua y detergente, y recogían bolsas con ropa, colchones de aire y cajas con comida. "El alcalde dice que mañana quiere limpiar el parque pero podemos limpiar nosotros; no es más que una excusa para expulsarnos de aquí", afirma Timothy Chung, un joven que trabaja en un restaurante.
"Ésta es la lista de tareas: limpiar el parque y después limpiar el sistema político", indicaba un cartel. "Bloomberg dice que una vez hayan limpiado podremos volver pero no es cierto porque va a prohibir que regresemos con sacos de dormir y lonas, y esto significa que no podremos seguir durmiendo aquí", lamentaba Walter Hillegass.
Ésta no es la primera ocasión en la que el joven pasa la noche en Wall Street. Tras los atentados del 11S pasó seis días en el agujero de la Zona Cero buscando supervivientes. Desde entonces lucha para conseguir una indemnización que le permita pagar los gastos médicos de la enfermedad crónica que sufre en los pulmones; sarcoidosis.
La misma comida
Marsha Spencer tejía sentada en el suelo. "Quiero hacer gorros y guantes de lana para que los manifestantes no pasen frío en invierno", explicó esta modista, que hace meses que se quedó sin trabajo.
A pocos metros, dos jóvenes repartían la versión en español del periódico Ocuppy Wall Street. Maleni es una madrileña que imparte clases de español en Nueva York y desde hace dos semanas colabora con esta publicación. "La versión en español tiene más de cien voluntarios", puntualizó.
Otro grupo de voluntarios servía la cena. Cientos de manifestantes hacían fila para servirse de las raciones de ensalada, pizza, papas fritas, fresas y nectarinas donadas por simpatizantes y algunos comercios del barrio.
El voluntario que servía ensalada llamaba la atención por su juventud. Cuando la BBC le preguntó su edad, respondió que tenía doce años: "Un día vine con mi madre y después decidí que quería venir aquí al salir de la escuela y ayudar", indicó Ezra.
No todos cenaban comida regalada. Un joven devoraba una bandeja de sushi, un hombre compraba un pretzel en un puesto ambulante y una mujer degustaba caviar ruso servido por una revista. "Estamos preparando un artículo sobre fortunas robadas y hemos pensado que estas almas intrépidas tenían derecho a comer lo mismo que comen los que trabajan en los edificios de por aquí", le explicó a BBC Mundo Ash Carter, cargado con una bandeja con caviar, bombones y champaña.
A pesar de la lluvia, muchos trabajadores de la zona pasaron por el parque al salir de las oficinas. "Me da mucho miedo lo que puede pasar dentro de unas horas", reconocía Seth Callaway, que trabaja en una fundación cultural del barrio. "Yo no estaré aquí cuando desalojen porque ya me arrestaron la semana pasada en el Puente de Brooklyn y mañana no me puedo permitir faltar al trabajo", agregó.
También había ido directamente del despacho al parque Brian Murphy, un abogado experto en derecho penal. "Tuve que ver como caían las Torres Gemelas y nunca pensé que también tendría que ver como los bancos destruían mi país y yo tendría dudas sobre si mi hija podrá ir a una buena universidad o no me lo podré permitir", lamentó.
Un hombre muy elegante y de pelo blanco observaba a los manifestantes desde lo alto de unos escalones del parque. "Yo tengo mi consultora de informática y unas opiniones muy distintas de la gente que está aquí, y mis hijos tampoco están en este parque, pero esto es Estados Unidos y defiendo su libertad de expresión", afirmó Scott.
"Paso por aquí cuando entro y salgo de mi oficina y si mañana Bloomberg desaloja con la excusa de limpiar será una excusa, porque esta gente se organiza mejor que muchos estadios de béisbol", puntualizó.
Empezó a llover más fuerte. La agente de policía que terminaba su turno a las dos de la madugada hizo una mueca: "preferiría estar en mi cama, sinceramente".
A pocos metros, dos jóvenes repartían la versión en español del periódico Ocuppy Wall Street. Maleni es una madrileña que imparte clases de español en Nueva York y desde hace dos semanas colabora con esta publicación. "La versión en español tiene más de cien voluntarios", puntualizó.
Otro grupo de voluntarios servía la cena. Cientos de manifestantes hacían fila para servirse de las raciones de ensalada, pizza, papas fritas, fresas y nectarinas donadas por simpatizantes y algunos comercios del barrio.
El voluntario que servía ensalada llamaba la atención por su juventud. Cuando la BBC le preguntó su edad, respondió que tenía doce años: "Un día vine con mi madre y después decidí que quería venir aquí al salir de la escuela y ayudar", indicó Ezra.
No todos cenaban comida regalada. Un joven devoraba una bandeja de sushi, un hombre compraba un pretzel en un puesto ambulante y una mujer degustaba caviar ruso servido por una revista. "Estamos preparando un artículo sobre fortunas robadas y hemos pensado que estas almas intrépidas tenían derecho a comer lo mismo que comen los que trabajan en los edificios de por aquí", le explicó a BBC Mundo Ash Carter, cargado con una bandeja con caviar, bombones y champaña.
Temores
Ezra no era el único niño de doce años del parque Zuccotti. Steven y Lisa también habían llevado a su hija: "pensamos que era importante que nuestra hija viviera el ambiente del parque antes de que lo desalojen y nos costó convencerla porque tenía miedo".A pesar de la lluvia, muchos trabajadores de la zona pasaron por el parque al salir de las oficinas. "Me da mucho miedo lo que puede pasar dentro de unas horas", reconocía Seth Callaway, que trabaja en una fundación cultural del barrio. "Yo no estaré aquí cuando desalojen porque ya me arrestaron la semana pasada en el Puente de Brooklyn y mañana no me puedo permitir faltar al trabajo", agregó.
También había ido directamente del despacho al parque Brian Murphy, un abogado experto en derecho penal. "Tuve que ver como caían las Torres Gemelas y nunca pensé que también tendría que ver como los bancos destruían mi país y yo tendría dudas sobre si mi hija podrá ir a una buena universidad o no me lo podré permitir", lamentó.
Un hombre muy elegante y de pelo blanco observaba a los manifestantes desde lo alto de unos escalones del parque. "Yo tengo mi consultora de informática y unas opiniones muy distintas de la gente que está aquí, y mis hijos tampoco están en este parque, pero esto es Estados Unidos y defiendo su libertad de expresión", afirmó Scott.
"Paso por aquí cuando entro y salgo de mi oficina y si mañana Bloomberg desaloja con la excusa de limpiar será una excusa, porque esta gente se organiza mejor que muchos estadios de béisbol", puntualizó.
Empezó a llover más fuerte. La agente de policía que terminaba su turno a las dos de la madugada hizo una mueca: "preferiría estar en mi cama, sinceramente".
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