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2011/10/10

El cerebro prefiere ser optimista

Se defienden los pesimistas diciendo que ellos son "optimistas bien informados". Pero en realidad nuestra elección sobre ser optimismo o pesimismo es más pequeña de lo que creemos. Es el cerebro el que decide por nosotros, y al cerebro le gusta pensar bien, básicamente porque es más saludable.

Científicos del University College de Londres (Reino Unido) han descubierto que el cerebro es muy bueno procesando buenas noticias sobre el futuro, hasta el punto de que puede ignorar información negativa y de ese modo seguir manteniendo una visión positiva de las cosas.

Y es que, según el estudio que estos investigadores publican en la revista Nature Neuroscience, el optimismo tiene importantes beneficios para la salud. Tal vez por eso, según sus cálculos, un 80% de las personas son optimistas, aunque ni ellos mismos se consideren así.

El cerebro escoge

Para su estudio, del que informa la BBC, los científicos ingleses evaluaron a 14 personas por su nivel de optimismo y los pusieron a prueba con un escáner cerebral.
Los lóbulos frontales del cerebro están asociados con los errores de procesamiento. Cuando la noticia fue positiva, todas las personas tuvieron más actividad en estos lóbulos frontales.

Con la información negativa, los más optimistas tenían menor actividad en los lóbulos frontales, mientras que los menos optimistas tuvieron más.

Esto sugiere que el cerebro está escogiendo y seleccionando lo que quiere escuchar, lo que quiere saber. El cerebro prefiere ser optimista porque parece ser bueno para la salud.

Ser optimista es sano

Un estudio anterior de la Universidad de Pittsburgh sobre casi 100.000 mujeres mostró un riesgo menor de enfermedad cardíaca y muerte en los optimistas
Según Tali Sharot, director de la investigación, "los mensajes de que fumar mata no funcionan porque la gente piensa que su probabilidad de contraer cáncer es muy baja. La tasa de divorcios es del 50% pero las personas piensan que no les va a ocurrir a ellos".

Es decir, el cerebro a veces es muy optimista pese a las evidencias en contra. El problema, subraya Sharot, es que subestiman los riesgos.

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