En un alarde bien de inaudito cinismo, de emulación del optimismo suicida de su presidente, o de descorazonador desconocimiento de la realidad, el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho creo que se llama, aventuraba la pasada semana el fin de la crisis. Escaso consuelo a la vista de los datos para los cada vez menos incautos que siguen creyendo a pies juntillas las proclamas altisonantes del reconocido en toda Europa como el más endeble Gobierno de la historia de la democracia española.
Lamentablemente, la realidad es extremadamente tozuda, y parece empeñada en contradecir con machacona reiteración las etéreas formulaciones del ministro del paro. No hay nada más doloroso en estas semanas del fin de la crisis que leer la sección de Economía de los periódicos españoles, con excepción del que todos sabemos, convertidas sin excepción en luctuosas páginas de sucesos.
Ayer, sin ir más lejos, «El Progreso» titulaba con la pérdida de nueve puestos de trabajo al día en Lugo, una cifra que la prestigiosa cabecera de Lugo achacaba a la crisis agraria y a la reducción del consumo y que engrosa la larga lista de negras estadísticas: la menor actividad económica provoca menos recaudación de Hacienda, y a su vez una reducción de las aportaciones a los cada vez más arruinados ayuntamientos, en una atroz pescadilla que se muerde la cola de la ruina social.
El Gobierno, ineficaz e inoperante, es por otra parte incapaz de impulsar el clima de diálogo social imprescindible para recuperar empleo, encorsetado entre una clase sindical escasamente representativa y empeñada casi en exclusiva en mantener su anticuado sistema de privilegios y una patronal dirigida por un empresario fracasado y con demasiados integrantes que intentan recuperar el clima laboral de hace dos siglos, con la excusa de la competitividad.
En ese clima, no es de extrañar que unos partidos ombliguistas, instalados en la confrontación y en la polémica estéril, hayan respondido con el más estruendoso silencio a planteamientos novedosos, como el de la fusión de Ayuntamientos, una propuesta arriesgada formulada por el presidente de la Xunta. Esa sí puede ser una vía para colaborar en el fin de la crisis.
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