Australia ha puesto en marcha el mayor diseño de infraestructura de su historia para crear una red de Internet de banda ancha que permita comunicarse entre sí a casi todos los internautas del vasto país.
El proyecto, según sus responsables, es comparable al tendido de la primera línea telegráfica terrestre a finales del siglo XIX, que permitió al continente austral comunicarse con el resto del mundo.
La iniciativa tiene como objetivo que el 90 por ciento de los hogares de Australia -con una superficie de 7,7 millones de kilómetros cuadrados y situada a una enorme distancia del resto del mundo desarrollado- goce de acceso a Internet a través de cable de fibra óptica antes de 2017.
El diez por ciento restante, localizado en zonas remotas y a menudo en pleno desierto, se tendrá que conectar a la red con la modalidad inalámbrica. Para lograr su meta, el Gobierno de Camberra invertirá unos 37.000 millones de dólares (25.287 millones de euros) e instalará la conexión en más de diez millones de edificios.
Las máquinas excavadoras especializadas, importadas de Francia, empezaron los trabajos la semana pasada en la isla de Tasmania, la región más septentrional de Australia. Esa zona en 2014 se convertirá en el punto mejor comunicado del planeta con una velocidad de transmisión de datos por Internet de 100 megabytes por segundo, cien veces superior al servicio más rápido que ofrecen ahora los proveedores locales. "La Red Nacional de Banda Ancha será el mayor proyecto de infraestructura nacional de la historia de Australia", declaró al inaugurar las obras en Tasmania el ministro de Banda Ancha, Comunicaciones y Economía Digital australiano, Stephen Conroy.
Además, las autoridades de la isla australiana han arrancado otro proyecto paralelo en el Hospital General de Launceston, que permitirá a una mujer de 80 años recibir los cuidados que necesite vía Internet a través de una pantalla de televisión, sin tener que salir de su casa. La inversión en Australia, donde el acceso a la red es uno de los más lentos del mundo desarrollado, revolucionará el sector de las comunicaciones nacionales, como hace un siglo y medio lo hizo la línea telegráfica terrestre.
En 1817, la noticia de la muerte en el Reino Unido de la Princesa de Gales tardó cinco meses en conocerse en Australia. Más de 40 años después, las ciudades de Sídney, Melbourne y Adelaida y la isla de Tasmania estaban conectadas por el telégrafo, pero la conexión entre Australia y el extranjero dependía exclusivamente del transporte por mar y un envío tardaba entre 60 y 80 días. Cuando la línea telegráfica finalmente se instaló en 1872, el tiempo en enviar un mensaje de Adelaida a Inglaterra se redujo hasta las siete horas.
Para lograrlo, entonces se utilizaron centenares de camellos para tender 2.900 kilómetros de cable y se colocaron 36.000 postes con 11 repetidores, cada uno con dos telegrafistas y cuatro técnicos. Los trabajadores pasaron hambre y sed, pues en muchos casos carecían de bienes básicos, y tuvieron que soportar las durísimas condiciones climáticas de la árida región central del país y el norte tropical. Se enfrentaron a hostilidades con los aborígenes, que no se habían acostumbrado aún a la presencia del hombre blanco, y tuvieron que importar postes de metal del Reino Unido al descubrir la capacidad destructora que las hormigas blancas con la madera. También el proyecto de la Red de Banda Ancha encontrará dificultades, pero en esta ocasión el Gobierno de Australia asegura que está dispuesto a enfrentarse a cualquier inconveniente, igual que los primeros colonizadores del continente.
Se enviarán satélites al espacio si hace falta, y por supuesto, el erario público sufragará la diferencia de coste de los servicios entregados en las grandes ciudades y en los lugares más remotos del país.
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