Para que el jardín de Microsoft vuelva a ser verde, quizás haga falta arrancar todas las hierbas viejas. Los inversores de Redmond no han tenido suficiente con la cabeza del máximo responsable de la casa, Steve Ballmer, quien daba su adiós públicamente hace unos días y dejará la casa de manera definitiva en agosto de 2014. Ahora, podrían cargar también contra el cofundador y antiguo corazón de la empresa, Bill Gates.
El hoy metido a filántropo abandonó su cargo como consejero delegado en el año 2000, pasándole el testigo a Ballmer, aunque no dejó de dirigir Microsoft hasta 2008. Desde entonces, Gates se ha dedicado de pleno a la fundación que tiene con su mujer y en Redmond ha ejercido como vicepresidente no ejecutivo y Chief Software Architect, con un papel muy secundario pero una voz muy poderosa. No obstante, el millonario posee el 4,5% de la compañía y sigue siendo su mayor accionista individual.
En julio, algunos inversores vieron en el gurú tecnológico la alternativa para que la compañía retomara sus días de gloria. No era una opción descabellada volver a poner al mando al hombre que la ayudó a alcanzar sus mayores hitos.
Estas son muestras del poder que aún mantiene Gates. Y para otros tres de los principales inversores de la casa, se trata de una preocupación, una piedra del tamaño de una roca en el zapato. Este pequeño grupo está inquieto porque Gates ejercería un poder desproporcionado en la empresa en relación con su pequeña participación. El trío estaría actuando como lobby para desplazar al cofundador y eliminar lo que queda de la vieja guardia.
Sin embargo, según The Guardian no hay indicios de que la junta de Microsoft vaya a prestar demasiada atención a los deseos de los tres inversores, que solo tienen en conjunto algo más del 5% de las acciones de la compañía.
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