Era la época del fin de las tortugas gigantes, que habían pululado durante milenios por todos los continentes salvo la Antártida hasta que el ser humano empezó a aprovechar que eran enormes, torpes y sabrosas. Comerciantes, piratas y balleneros las apuntillaron en sus últimos refugios durante el siglo XIX.
Investigadores de EEUU aseguran ahora que una de aquellas especies de tortuga gigante, considerada extinta durante 150 años, podría seguir viva en un lugar recóndito de las islas Galápagos: un buen escondite para un animal que mide más de un metro de longitud y pesa más de 200 kilogramos, como dos boxeadores del tamaño de Mike Tyson.
Un puñado de ejemplares
Los científicos, liderados por la ecóloga Gisella Caccone, han encontrado evidencias de que un puñado de ejemplares de la especie, Chelonoidis elephantopus, sobrevive en los terrenos volcánicos del norte de la isla de Isabela, a unos 320 kilómetros de su territorio ancestral, la isla de Floreana.Los investigadores, de la Universidad de Yale, tomaron en 2008 muestras sanguíneas de 1.670 tortugas de las más de 7.000 que viven en el volcán Wolf de la isla de Isabela. En teoría, eran de otra especie, Chelonoidis becki, pero los análisis genéticos muestran que 84 de ellas son híbridas, hijas de una elephantopus. Estas tortugas pueden vivir más de un siglo, pero en 30 de los casos el cruce se dio después de 1995. Los padres, elephantopus de pura cepa, siguen allí, en alguna parte, según explican los científicos en su estudio, publicado en la revista Current Biology.
"Nuestro plan es volver al volcán Wolf en diciembre de 2012 e intentar encontrar a todos los individuos híbridos y, si tenemos suerte, también a los puros", explica a Público Caccone. Su meta es organizar cruces entre estos ejemplares y recuperar la especie para reintroducirla, en una fecha todavía indeterminada, en la isla de Floreana, donde todos los individuos acabaron dando sabor a una sopa, salvo algunos que posiblemente llegaron en barco a Isabela. "Haremos de casamenteros, pero habrá que ver si a las tortugas les gustan nuestros emparejamientos", bromea Caccone.
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