Las redes sociales están obligando al Gobierno chino a adoptar medidas incómodas, algo impensable sólo dos años atrás y poco habitual en el marco de una dictadura. Los mayores logros, de momento, se centran en cuestiones medioambientales. La última hazaña es obligar al Gobierno de Pekín a instalar medidores de partículas PM2.5 para conocer los verdaderos niveles de polución que sufre la ciudad. Desde hace una semana ya hay un aparato en funcionamiento y el Gobierno ha prometido muchos más.
El gigante asiático es el lugar del mundo con una mayor concentración en aire de estas partículas microscópicas (con un tamaño igual o menor a 2.5 micrómetros), cuyo minúsculo tamaño les permite pasar al torrente sanguíneo, además de istalarse en los pulmones. Pueden provocar cáncer y graves problemas respiratorios, pero China no publicaba los niveles de partículas PM2.5 hasta ahora.
Fue el medidor de la Embajada de EEUU, que publica en Twitter los niveles de polución cada hora, el que alertó a los pekineses de los riesgos a los que se someten cada día al salir a la calle. Además, les hizo ver que los niveles oficiales, publicados por el Observatorio Medioambiental de Pekín (OMP), no reflejan la realidad al medir únicamente las partículas PM10 (polvo, hollín, metales), más grandes y menos potencialmente dañinas que las PM2.5. A finales del año pasado, una racha de varios días en los que se superó el tope de 500 microgramos por metro cúbico de partículas 2.5 (cifra límite en el Índice de Calidad del Aire elaborado por Air Now) provocó una intensa oleada de protestas en el Twitter chino y la reclamación de aparatos de medición.
Dos meses después, el Gobierno ha sucumbido a las peticiones y ha instalado una estación de control de partículas PM2.5 en el centro de la ciudad. Los niveles son publicados con un retraso de tres horas en la página web de la OMP. Internautas y activistas medioambientales han aplaudido el gesto de su Gobierno. "Las lecturas de una sola estación no pueden representar a toda la ciudad, pero aún así son una importante referencia para el público", indicó Ma Jun, director del Instituto de Asuntos Públicos y Medioambientales y reconocido ecologista. Otros no se han contentado con la nueva estación: "No tengo nada que agradecer a las autoridades. Pago suficientes impuestos como para que hagan su trabajo. ¿Por qué debería agradecerles que hayan tardado tanto en publicar los niveles?", clamaba Xiele Tongxue en un tuit.
China ha anunciado un calendario dividido en cuatro fases para que todos los grandes centros urbanos del país dispongan de aparatos de medición de partículas PM2.5 en 2016. De momento, para este año se espera la instalación de 27 estaciones sólo en Pekín. Pero el problema vendrá luego, cuando haya que instalar aparatos en un país de 1.300 millones de personas. "Un estudio preliminar indica que 338 grandes ciudades tendrán que invertir 2.000 millones de yuanes [239 millones de euros]", indicó Zhu Jianping, subdirector del OMP. "Los equipos de medición de PM2.5 cuestan entre 80.000 yuanes [9.500 euros] y 380.000 yuanes [45.400 euros]", prosiguió.
Aunque el Gobierno chino parece dispuesto a cumplir la voluntad de su pueblo, lo hará aferrándose a los estándares más laxos. La Organización Mundial de la Salud establece una horquilla que va de 10 a 35 microgramos por metro cúbico de partículas PM2.5 como promedio para medir la polución. China adoptará el máximo de 35µg/m³, empleado habitualmente por los países en desarrollo, según confirmó en su microblog Pan Xiaochuan, profesor de la Universidad de Pekín.
Todavía es pronto para saber qué efecto tendrán los nuevos medidores sobre la población. Sobre todo sabiendo que, según estudios del propio Gobierno, el aire no cumpliría los requisitos de salubridad en el 80% de la capital china si se contabilizara el nivel de PM2.5. La primera racha de cielo encapotado será un buen baremo.
Lo que sí es seguro es el nacimiento de una nueva conciencia social sobre la contaminación atmosférica. Incluso el Ayuntamiento de Pekín y algunos diarios han cuestionado estos días la arraigada tradición de lanzar millones de petardos y fuegos artificiales durante una semana para celebrar el año nuevo lunar. Estos descargan ingentes cantidades de partículas PM2.5 a la atmósfera. "No queremos apartar una tradición tan importante, pero el folclore necesita avanzar con los nuevos tiempo", llegó a admitir Zhao Shu, director de la Asociación de Cultura Tradicional de Pekín.
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