La tableta no se comercializa fuera de los círculos del poder y su fabricante, la misteriosa firma RedPad Technology, la distribuye a 1.220 euros la unidad, el doble que un iPad 2, un monto que sufragan generosamente las arcas públicas. La compañía asegura que el precio es tan elevado por la gran cantidad de aplicaciones preinstaladas, que supuestamente harán la vida más fácil a los altos cargos del partido y a los ejecutivos de las grandes empresas estatales. Tal vez contribuya también al precio la rústica funda de cuero con que se entrega el RedPad, y en la que puede leerse el lema del Partido Comunista: "Servir al pueblo".
El portavoz de RedPad Technology, Liu Xianri, justificó esta semana al diario Southern Daily que los Red-Pads se costean con fondos públicos "para intentar competir con las marcas extranjeras". Sin embargo, la hasta hace pocos días orgullosa compañía tiene hoy cerrada su página web debido a la tremenda oleada de críticas que ha suscitado la noticia en las redes sociales tras su anuncio en varios medios de comunicación chinos.
"Después de leer todos los artículos sobre el tema, estoy impresionado. ¡Qué gran honor para el contribuyente poder poner 9.999 yuanes [1.220 euros] en las manos de los líderes!", ironizó un internauta. "¿Es este el dios de los juguetes? ¿Por qué no dan de regalo un iPad con cada compra?", añadió otro. En un país donde los escándalos de corrupción y abuso de poder están a la orden del día, la aparición de una tableta ultralujosa y exclusiva para burócratas ha prendido la ira popular. Hasta en el gigante chino de las ventas online, Taobao, un comerciante, ha puesto a la venta a modo de broma el BlackPad, el dispositivo exclusivo de los funcionarios corruptos.
La tableta comunista trabaja con el sistema operativo Android de Google, pero tiene corazón y cuerpo de iPad: una pantalla de 9,7 pulgadas con procesador ARM Cortex-A9, 16 GB de almacenamiento, WiFi y tecnología 3G. Además de aplicaciones especiales, integra un lector capaz de verificar tarjetas de identidad, como por ejemplo las de los periodistas acreditados por el Gobierno. En definitiva, se trata de una "plataforma de negocios móvil" que permite a su propietario tener "todas las tareas bajo control", según la descripción hecha por la propia compañía.
Privilegios y lujos
El movimiento de protesta contra el RedPad no ha surgido sólo porque se pague con los impuestos de un país que ocupa el puesto 101 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. La ira procede, en buena medida, de lo simbólico de la tableta: tenerla indica prestigio y cercanía al poder, y se suma a otros tantos privilegios y objetos de lujo que separan a la élite política y empresarial del resto de una sociedad mayoritariamente pobre.De hecho, una de las aplicaciones del RedPad permite al usuario tomar el pulso de la opinión pública mediante el acceso a las redes sociales. Muchos internautas argumentan que los políticos no necesitan un aparato que triplica el salario medio mensual en Pekín para conocer la opinión de los ciudadanos. Escuchar a la gente de la calle es mucho más sencillo.
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