Tras la muerte de Kim Jong-il, el Amado, Corea del Norte estará de luto durante 100 días; aquel que use un teléfono móvil durante la moratoria será condenado como criminal de guerra.
Las consecuencias de ser condenado de esta forma implican en el país la pena de muerte o los trabajos para la comunidad en la mayoría de los casos.
Cualquiera se atreve. El hermético y estricto régimen que ahora el joven lidera Kim Jong-un, es mundialmente conocido por el misterio que envuelve sus acciones. Poco se sabe a cerca del régimen y de la situación real de la población, poco más de los desfiles militares que recuerdan al Triunfo de la Voluntad, perfectamente sincronizados al milímetro. La muestra de la “grandeza” del régimen.
A pesar de lo llamativo de la noticia, lo cierto es que tan sólo el 5% de la población (de aproximadamente 24 millones) tiene el privilegio de tener un teléfono móvil. El brutal empobrecimiento de la ciudadanía y el más que dudoso respeto a los derechos humanos son las principales lacras de un régimen que se resiste a desaparecer.
Estados Unidos logró firmar un acuerdo por el que Corea del Norte se comprometía a suspender el enriquecimiento de uranio a cambio de ayuda alimentaria (se dice que lo que pidió el país norcoreano fueron principalmente barras energéticas).
Lo cierto es que el 23% de los hombres y el 37% de las mujeres afirmaban en un estudio elaborado por The Economist en el año 2008 que algún miembro de su familia había muerto por hambre.
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