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2011/10/10

Por qué los rescates son inmorales

Los rescates son una mala opción ética y económica, argumenta el filósofo Jamie Whyte en esta ponencia para la BBC.
Los diarios de hace una semana venían con una foto de Angela Merkel, la canciller de Alemania, rodeada por sus colegas parlamentarios. Acababan de aprobar una medida que les permitía proveer cientos de miles de millones de euros al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), un fondo que se usa para "rescatar" a los gobiernos de la eurozona que no pueden pagar sus deudas.

A juzgar por sus sonrisas de deleite, uno habría pensado que habían hecho algo de lo que podían estar orgullosos. No tienen vergüenza.
En pos de ganancias, algunas personas le prestaron dinero al gobierno griego. Y resulta que cometieron un error. Para prometerle regalos a los electores, el gobierno griego incrementó sus obligaciones financieras más allá de lo que puede cubrir con sus ingresos fiscales y nadie está dispuesto a volverle a prestar.
Sin préstamos, el gobierno griego no puede pagar las deudas que están por vencer. Sus acreedores actuales van a perder su plata.
O la perderían, si no fuera por el rescate. Préstamos de emergencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de FEEF le permiten al gobierno griego pagarle a sus acreedores privados.
El pueblo griego no está siendo rescatado: sus deudas están creciendo.
Los beneficiarios del rescate son los que cometieron el error inicial de prestarle dinero a Grecia.
El riesgo de una cesación de pagos o default del gobierno griego ha sido transferido de aquellos que escogieron arriesgarse a gente que no lo hizo, es decir, a los contribuyentes de Alemania y otros países que donan fondos al FEEF y al FMI.

Lecciones sin aprender

Si la perversidad no es claramente aparente, quizás una parábola ayude.
Un usurero le presta 100 euros a un pobre pero romántico joven para que compre flores para la chica a la que está cortejando.
Cuando llega la hora de pagar, el romántico joven no tiene dinero y nadie le presta lo que necesita.
El usurero está por perder su inversión y el joven está a punto de perder sus dientes.
Pero un hombre armado se entera de la triste historia y va a donde una mujer que tiene 100 euros ahorrados y la amenaza con matarla a menos de que se los preste al joven para pagarle al usurero. Ella los entrega y nunca se los devuelven.
La élite política europea parece considerar que el principio de que uno tiene que ser responsable de sus propios errores es un impedimento tonto cuando se trata de "gestionar la economía". Están equivocados. La ética protestante y el buen juicio económico son perfectamente armónicos.
Revise nuevamente nuestra parábola. Si no fuera por la intervención del hombre "compasivo" (los políticos alemanes), quien usó su arma para quitarle los 100 euros a la mujer (los contribuyentes alemanes), todos habrían aprendido una valiosa lección.
El donjuán (los políticos griegos) habría aprendido a no pedir préstamos para gastárselos en flores; el usurero (los bancos que le prestaron a Grecia) habrían aprendido a no prestarle a jóvenes irresponsables; la chica amada (los votantes griegos) habría aprendido que no puede esperar flores compradas con dinero que no es propio. Y todos los que hubieran estado atentos a la historia también habrían aprendido sus lecciones.
Con esta intervención, ¿qué se aprendió? Que no hay nada que pagar cuando se desperdicia el dinero, que no se corre ningún riesgo al prestarle a los imprudentes y que no vale la pena ahorrar dinero pues será confiscado para pagar por los caprichos de los que no lo han hecho.
¿Cómo van a alentar sensatez en el flujo de gastos y los prestamos?
Al eximir a los prestamistas incautos del costo de sus disparates, los rescates alientan crisis financieras futuras o, en la jerga económica popular, están creando un "riesgo moral".

Aplazando el dolor

Hay quienes piensan que mi parábola tergiversa la situación.
Un gobierno democráticamente elegido no está en la posición moral que el hombre que le quita los 100 euros a la mujer amenazándola con una pistola.
En una democracia, las transferencias fiscales son consensuales.
Al elegir al gobierno de Merkel, todos en Alemania se suscribieron cualquier rescate que éste decida.
Es una idea bizarra. Muchos contribuyentes alemanes votaron contra el gobierno actual. A pesar de esa denegación explícita de consentimiento, tienen que seguir pagando sus impuestos. Si no lo hacen, los meterán a la cárcel. La fantasía política popular es que los impuestos se pagan voluntariamente así no más.
En el caso de los rescates, el argumento de que "usted lo autorizó" es aún más obviamente absurdo.
El Tratado de Maastricht, que creó el euro, prohíbe explícitamente los rescates.
Si acaso los ciudadanos de la eurozona autorizaron algo, fue que no hubiera rescates.

"¡Pero se trata de una emergencia! Si no se obliga a los contribuyentes de la región del euro a que asuman las pérdidas de los bancos que le prestaron a Grecia, Irlanda y el resto, la economía global se 'derrumbará'. Éste no es el momento para sutilezas sobre responsabilidad personal, riesgo moral o el estado de derecho", dicen los que organizan los rescates.
Ciertamente es una emergencia. Pero los rescates no evitarán la calamidad, sencillamente la aplazarán y agrandarán.
La monstruosa cantidad de la deuda en las economías occidentales es el resultado de décadas de aplazamientos de dolor.
Cada vez que se avecina una recesión económica, los gobiernos caen en déficit para "estimular la economía" y los bancos centrales bajan las tasas de interés para alentar la inversión y el crédito. La deuda del sector público y privado crece y la próxima emergencia es aún peor.
Los políticos siempre quieren que el dolor por la economía se sienta después de la próxima elección. Transferir las deudas de gobiernos insolventes de los bancos a órganos públicos, como el FEEF, permite que así sea. Deja el costo de las malas decisiones para los contribuyentes futuros.
A pesar de que exacerba los problemas que causaron la crisis, le sirve a los intereses de los políticos que lo hacen. Y ellos pueden sonreír tras hacerlo. El resto de nosotros debemos llorar.

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