Dice la conocida teoría del médico ruso Ivan Pavlov (1849-1936) que animales y personas responden a los reflejos condicionados, es decir, pueden reaccionar a algo inducido psicológicamente, sin que haya pasado en realidad. Pero lo que pocos saben es que el prestigioso neurofisiólogo dio a conocer al mundo su tesis en el XIV Congreso Internacional de Medicina, celebrado en 1903 en Madrid. Este dato es uno de los muchos que ponen de manifiesto la curiosa vinculación entre las neurociencias española y soviética, analizada por el neurólogo Miguel Marco en un artículo de la Revista de Neurología.
La razón por la que este especialista del Hospital de Sabadell llegó a investigar este campo es totalmente personal. La culpa es de su suegro, un catalán de pro al que Marco no llegó a conocer, pero que vivió una historia que enganchó a este médico turolense hasta el punto de escribir un libro sobre los médicos republicanos en la URSS, sin hablar ruso, habiendo estado sólo una vez en el país "de turismo, en 1984" y exprimiendo al máximo libros y otros documentos existentes, así como el testimonio de los supervivientes y sus familiares.
Claudi Ramell, el padre de la mujer de Marco, fue uno de los pilotos que se formaron en la URSS durante la Guerra Civil y volaron con los cazas rusos I-15 e I-16, más conocidos como moscas y chatos. La victoria de Franco hizo que se quedara en la URSS, donde le forzaron a integrarse en la sociedad soviética, algo a lo que se negó. Quince años y varios campos de concentración después, Ramell volvió a España.
En su peregrinaje coincidió con el médico español Juan Bote y fue ese dato el que hizo a Marco interesarse, en un primer lugar, por el papel de los facultativos españoles en la URSS. Lo de buscar el nexo entre neurocientíficos, la especialidad de Marco, fue posterior. "Una vez que empiezas, no puedes parar", comenta.
Estos profesionales se pueden desglosar en dos grupos: los que llegaron como niños de la guerra y estudiaron en la URSS y los médicos adultos, vinculados al PCE y el PSUC, que llegaron exiliados en la primavera de 1939. De las vivencias de algunos de estos últimos, recopiladas por Marco, ha trascendido la gran admiración que sentían los científicos soviéticos por la escuela española de histología (anatomía del cerebro). Uno de los médicos de los que habla Marco, Fuster, cuenta cómo sus colegas le preguntaban "¿cómo se pronuncia, Gortega u Ortega? [sobre Pío del Río Hortega, prestigioso especialista en el sistema nervioso, que estableció la clasificación de los tumores cerebrales y trabajó con Ramón y Cajal]".
Sin embargo, Marco destaca que ese interés por las neurociencias fue desapareciendo paulatinamente cuando Stalin se consolidó en el poder. El neurólogo subraya que algunos de los especialistas españoles que ejercieron en la URSS fueron testigos o incluso "sufrieron en sus propias carnes" lo que denomina como "locuras y desmesuras de la época soviética".
El campo de la psiquiatría fue el más aprovechado por Stalin. A partir de 1921 se redujo el peso de los hospitales psiquiátricos, una aproximación beneficiosa para el paciente (es la que impera actualmente en España) pero que, sin embargo, tenía una pega: cualquiera podía ser examinado para determinar si sufría una enfermedad mental. Esto, a juicio de Marco, abrió el camino hacia el control de las personas discrepantes con el poder político establecido. "Se usó la psiquiatría para diagnosticar esquizofrenia a los oponentes al régimen", apunta.
No fue el único uso anómalo de las neurociencias. "Se sustituyó la genética de Mendel por la de Lysenko, más acorde con el marxismoleninismo. Con una interpretación demasiado rígida de las doctrinas de Pavlov, se estableció que toda la actividad cerebral estaba basada en un conjunto de reflejos condicionados", concluye Marco.
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