Para algunos son la nueva cara de la democracia en acción, para otros son una muchedumbre de desocupados que deberían buscar trabajo, pero lo cierto es que cada día se multiplican los simpatizantes del movimiento de indignados que bajo el lema de Occupy Wall Street, se han lanzado a las calles para denunciar los excesos del sistema financiero de Estados Unidos.
La protesta, que comenzó con cientos de participantes en el distrito financiero de Nueva York el 17 de septiembre, se ha extendido a más de 250 ciudades del país y agrupa a miles de personas que a través de las redes sociales como Facebook y Twitter, organizan eventos con velocidad cibernética.Sus actividades, que van desde campamentos semipermanentes en parques de Nueva York, Washington, Seattle y Boston, hasta actos de desobediencia civil en sucursales de Bank of America en Los Ángeles y Chicago, han acaparado los titulares y la atención nacional.
El movimiento, que denuncia los abusos de las grandes corporaciones, la creciente desigualdad económica, la guerra en Afganistán y considera a los políticos como cómplices de la crisis que ha dejado a millones sin empleo, vivienda y cuidado médico, ha generado reacciones mixtas en Washington.
El presidente Barack Obama expresó un apoyo cauteloso a los manifestantes durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca.
"La gente está frustrada y los manifestantes le están dando voz a una frustración generalizada acerca del funcionamiento del sistema financiero", dijo Obama y agregó que, sin embargo, el país necesitaba un sistema financiero fuerte y eficiente, y que sin su gestión la debacle podría ser peor.
"El otoño Americano"
El expresidente Bill Clinton consideró que el movimiento podría generar un "debate positivo" para el país. "Lo que los de Occupy Wall Street básicamente están diciendo es lo siguiente: yo quedé desempleado y la gente que causó esto ahora tiene trabajo y bonos y salarios altos. Algo anda mal en este país", señaló Clinton en un evento en Chicago.
El líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Eric Cantor, catalogó a los manifestantes como una turba amenazante que divide a la nación.
"Me preocupan estas crecientes muchedumbres ocupando Wall Street y otras ciudades del país", declaró Cantor.
Otros los han definido como el otoño estadounidense de la primavera Árabe, un Woodstock sin música, una red de anarquistas con computadoras Mac y un laboratorio de participación democrática.
"Son un movimiento social con tendencias populistas liberales", explica Solon Simmons, sociólogo de la Universidad de George Mason. Según Simmons, quien ha investigado este tipo de movimientos en Estados Unidos, "las catástrofes financieras generan fuertes trastornos políticos" y con más de 14 millones de desempleados, 5 millones en peligro de perder su vivienda, 45 millones sin seguro médico y el 40% de la riqueza del país en manos del 1% de la población, la situación llegó a "un punto intolerable. Ya no se pueden quedar callados".
Simmons explicó a BBC Mundo, que este movimiento agrupa a muchos demócratas de izquierda desilusionados con el presidente Obama por no implementar cambios progresistas contundentes en Washington. Además reflejan la rabia colectiva contra las grandes corporaciones, y sobre todo los bancos, que parecen agigantar sus ganancias mientras que el ciudadano común se queda sin recursos.
Varias encuestas apuntan a la popularidad de las causas de los manifestantes y a su potencial como grupo de impacto político. Un sondeo de Reuters-Ipsos encontró que más del 80% del país estaba pendiente de lo que pasaba con las protestas y que el 38% aprueba las manifestaciones.
El 24% tiene una opinión negativa de estas acciones. Aunque no llevan un mes de organizados, su nivel de popularidad triplica la del Congreso de Estados Unidos que sólo cuenta con un índice de aprobación de 9%.
¿El Tea Party de los demócratas?
Así como el Tea Party activó la base más conservadora del partido republicano, Simmons estima que este movimiento puede activar un segmento de izquierda a favor de los demócratas. Analistas coinciden que en 2010 los activistas del Tea Party jugaron un papel clave en la elección de varios congresistas de derecha y que aunque oficialmente no son parte de la jerarquía republicana, los líderes de ese partido no se atreven a contradecirlos públicamente.
Aunque los activistas de Occupy Wall Street profesan una filosofía amplía y no respaldan oficialmente a los demócratas, el sociólogo considera que esta fuerza organizada, motivada y firme podría empujar a los líderes de este partido a tomar posturas más progresistas. En otras palabras, Occupy Wall Street podría convertirse en el Tea Party de los demócratas, ya que "aunque todavía no tienen líderes definidos, tienen una estructura de organización y una voz cada vez más fuerte".
Representantes del Tea Party rechazan la comparación y aseguran que no tienen nada en común con ese grupo de "buscapleitos" que "buscan destruir los fundamentos de nuestra nación" y que además "tiran basura en la calle".
"El Tea Party nació de un movimiento espontáneo, orgánico que se propagó rápidamente, pero siempre mantuvo un mensaje rotundo: exigir la responsabilidad fiscal del gobierno", señalaron los líderes de Tea Party Patriots en un comunicado.
Los nuevos se unen a los de siempre
Pero mientras los políticos y analistas debaten la definición del movimiento, en las calles de Washington ya se está viendo la alianza de los indignados con grupos progresistas organizados aliados a los demócratas, como los grandes sindicatos.
Occupy DC, la versión local de Occupy Wall Street, votó en su asamblea general diaria unirse a una marcha ya programada de los trabajadores de limpieza patrocinada por la Unión Internacional de Trabajadores de Servicios (SEIU por sus siglas en inglés). Para una joven de 20 años que se identificó como Clementine, esta fue su primera marcha.
"Yo estoy aquí porque creo que una voz puede hacer la diferencia, cada día hay más voces porque la gente está saliendo y viendo que su voz si puede contar", dijo la joven que planea acampar en un parque de Washington, que a pocas cuadras de la Casa Blanca se ha convertido en el epicentro de los indignados, "hasta que la situación cambie".
"Esto es espontáneo, pero poco a poco se va organizando. Esto nos alegra muchísimo," opinó Gustavo Torres, director ejecutivo de CASA de Maryland una de las organizaciones comunitarias más activas de la zona, que también participó en la marcha, que tuvo una mayor concurrencia de lo esperado.
"Es un mensaje claro que la gente está cansada, está hastiada de ver que los recursos que tenemos en este país están mal distribuidos", agregó.
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