La vacuna acaba de superar el primer ensayo clínico de fase I la primera de las tres etapas de investigación clínica en humanos con nota. Se ha demostrado que es altamente eficiente, generando respuestas inmunológicas que podrían llegar a contener al temido virus del sida. Comparada con la única vacuna que ha conseguido cierta protección en humanos que logró en un ensayo clínico fase III en Tailandia un 30% de reducción del riesgo de infección, es seis veces más potente produciendo respuestas inmunológicas. Y es segura.
El camino de la vacuna española contra el sida empieza aproximadamente hace diez años, en el madrileño Centro Nacional de Biotecnología (CNB). Por entonces, el profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Mariano Esteban era miembro del proyecto Eurovac, dirigido al desarrollo de vacunas contra el sida. En él "convivían diferentes estrategias de inmunización: vacunar con una proteína de la superficie del virus o utilizar distintos vectores que pudieran contener genes de VIH, como las vacunas basadas en ADN o los virus sem-liki o vaccinia", explica Esteban.
Un proceso complejo
Estos vectores tendrían la función de producir en el interior del organismo ciertas proteínas del VIH que serían detectadas por el sistema inmunológico de una forma segura y previa a una infección natural. Las estrategias se repartieron por diferentes laboratorios del mundo expertos en la materia. Así, grupos de investigación en Londres trabajarían en la proteína, en Suecia se avanzaría con el virus semliki, mientras que el grupo alemán lo haría en vacunas de ADN y el grupo español sería el encargado de modificar el virus vaccinia.El reto asumido por España consistía en introducir mediante ingeniería genética una construcción de cuatro genes del VIH que había sintetizado la empresa alemana GeneArt. Se utilizaría para tal objetivo la cepa MVA Virus Modificado de Ankara , un virus vaccinia seguro, que no puede producir enfermedad en humanos. El prototipo pasaría a denominarse MVA-B, porque los genes eran del subtipo B del VIH, el más común en Europa y Estados Unidos.
Aunque introducir genes en el virus vaccinia era una práctica habitual en el laboratorio de Esteban, desarrollar el MVA-B llegó a parecer imposible. Normalmente en estudios de laboratorio se añaden genes marcadores, que permiten seguir paso a paso la introducción de genes en los virus.
En este caso, la dificultad residía en que había que generar el MVA-B "a ciegas" porque la legislación actual no permite añadir marcadores a los virus que puedan formar parte de un ensayo clínico en humanos, por seguridad. "Estuvimos casi cinco meses siguiendo ese tipo de aproximación sin éxito y, tras cientos y cientos de intentos, sólo obtuvimos un virus que poseía los genes, pero de forma truncada", destaca Carmen E. Gómez, investigadora posdoctoral encargada de la tarea.
Cambio de aproximación
Por aquel entonces, fracasaron los ensayos con el virus semliki por problemas de manufactura, así que rendirse no era una opción. "Decidimos entonces adoptar otra aproximación puntera que nos permitiera seguir el virus con marcadores transitorios que se eliminaban. Al final conseguimos generar el virus y caracterizarlo a finales de 2003", afirma Gómez.El siguiente paso era probarlo en ratones, lo que se logró con éxito. Los resultados se publicaron en 2007 en Vaccine. Tras esta fase, había que saltar del ratón al macaco. Se decidió hacer una construcción similar pero con genes del Virus de Inmunodeficiencia Simio (VIS), en vez de VIH. Los resultados fueron muy alentadores.
El ensayo en macacos fue decisivo pero todavía quedaba realizar más pruebas. "Se llevó a cabo un experimento para ver si un tipo de células del sistema inmunitario, las dendríticas humanas, una vez infectadas con el MVA-B, eran capaces de ser reconocidas por linfocitos de individuos infectados", comenta Esteban. Los resultados fueron satisfactorios y se propuso el ensayo en humanos al Ministerio de Sanidad.
Obtener un sí fue "difícil, muy difícil", señala Esteban. Finalmente se logró, pero el ensayo en sí también fue un desafío. "Más que un esfuerzo en intensidad, ha sido un esfuerzo prolongado en el tiempo. Y se ha incorporado a la rutina diaria del laboratorio siendo un extra de trabajo importante", explica Beatriz Perdiguero, investigadora posdoctoral del estudio.
Pero ha merecido la pena. MVA-B ha cumplido con las expectativas. El siguiente paso, según Esteban, "es un ensayo fase I en 30 voluntarios seropositivos para estudiar si la vacuna MVA-B es capaz de controlar el VIH en ausencia de tratamiento antirretroviral". Pero no se puede quedar aquí, "hay que seguir con la investigación, para lo que hace falta el compromiso y la ayuda de todos".
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