La ejecución de Troy Davis, el recluso condenado a muerte en Georgia, Estados Unidos, generó un escándalo masivo entre los usuarios de Twitter, quienes registraron minuto a minuto sus últimas horas de vida. Pero ¿puede una red social cambiar la percepción pública de la pena de muerte? ¿Es realista esperar que un caso como el de Davis cambie la forma en que los usuarios de las redes sociales participan en política?
La noche que ejecutaron a Troy Davis por el asesinato del oficial de policía mark MacPhail, miles de estadounidenses airados se volcaron a las redes sociales para dejar constancia de su disgusto.Algunas celebridades, como Martha Plimpton o Alec Baldwin tuitearon sobre el caso, y el artista de Outkast Big Boi subió fotos desde las afueras de la cárcel a su cuenta de TwitPic.
"Troy Davis", "Carta a Georgia", y "NO EVIDENCE" (o "sin evidencia") fueron tema del momento en Twitter en EE.UU. a lo largo de la noche.
Pero ni el cúmulo de tuits enfurecidos ni las peticiones de clemencia en internet lograron evitar que Davis fuera ejecutado a las 23.08 hora local en la prisión de Atlanta, Georgia.
Escándalo digital
En el pasado, la furia del público ha tenido efectos mixtos en los casos de pena de muerte.En 1998, la cobertura mediática y las protestas que se generaron en torno a Karla Faye Tucker, una asesina confesa pero rehabilitada, no impidieron que el entonces gobernador George W. Bush diera luz verde a su ejecución.
Tras una larga e intensa campaña, Mumia Abu-Jamal, sentenciado por la muerte de un oficial de policía, tuvo éxito en su petición por una nueva audiencia que podría convertir su condena a muerte en cadena perpetua. Continúa en el pasillo de la muerte, aguardando los resultados de una apelación.
La incapacidad de transformar el escándalo de las redes sociales en acción con resultados prácticos prueba ser uno de las facetas más sorprendentes del mundo digital.
"Vivimos con la infraestructura comunicativa del siglo XXI, pero aún estamos gobernados por los sistemas políticos del siglo XX", dice Adrew Rasiej, fundador de Personal Democracy Media, una organización que se ocupa del cruce de la política y la cultura de internet.
En una era en que películas y canciones se descargan y comparten en forma casi instantánea, y un problema de servicio al cliente se puede resolver con un tuit veloz, las redes sociales han sido señaladas como uno de los factores determinantes a la hora de consolidar la Primavera Árabe.
Pero el caso de Troy Davis parece mostrar sus límites.
"No creo que 1.000 tuits o entradas en Facebook tengan el mismo poder que una llamada telefónica", dice Brian Southwell, profesor de la Universidad de Carolina del Norte.
"Hemos rebajado el listón para el activismo. Ahora es tan fácil como hacer clic", agrega.
Y eso es algo muy negativo de acuerdo a algunos usuarios de Twitter, que afirman que la intervención de último momento en el caso de Davis llegó demasiado tarde.
"A la gente que grita 'injusticia' contra Troy Davis, ¿dónde estaban hace un mes, hace seis meses y en los últimos años, no sólo esta última semana antes de la ejecución?", pregunta uno de los tuits.
El poder de la élite
De hecho, los cambios recientes en las tasas de ejecución de las cárceles estadounidenses, que han caído en un 50% desde 1999, no siempre están relacionados a la voluntad popular, se registre en internet o en cualquier otro sitio.
"Algo de eso responde a una menor preocupación por el crimen, menores tasas de homicidio y también a austeridad fiscal", ya que los casos de pena de muerte son más caros de procesar en las cortes, explica Franklin Zimring, profesor de derecho de la Universidad de Berkeley, California.
También influye la opinión de las élites, que toman las decisiones sobre cómo se aplica la pena capital: jueces, fiscales, y el Instituto Legal Americano (ALI, por sus siglas en inglés), que originalmente redactó los lineamientos referidos a las ejecuciones, para luego criticarlos en 2010.
Gracias a las preocupaciones de este grupo "la pena capital está en problemas", afirma Zimring, a pesar de que el apoyo popular a esta condena sigue siendo sólido.
En 2010, un relevamiento de la encuestadora Gallup mostró que el 64% de los estadounidenses respaldan la pena de muerte para una persona sentenciada por homicidio, una leve disminución respecto al 65% de 2006 y el 68% de 2001.
Este despertador puede llevar al cinismo o puede conducir a que una generación nueva de estadounidenses construyan un puente más sofisticado entre el activismo online y los cambios en el mundo real.
Los efectos de las redes sociales en el caso de Troy Davis no deberían ser desestimados todavía.
"Gracias a las redes sociales mucha más gente se enteró del caso de Troy Davis que la que hubiera escuchado del tema antes de que esto existiera", señala el profesor John Blume, catedrático de historia y director del Centro sobre la Pena de Muerte de la Universidad de Cornell.
"Quizá no sabían del caso y no participaron de los esfuerzos, pero mucha más gente se enteró de los hechos, y quizá esa mayor conciencia tenga una efecto corrosivo en el apoyo a la pena de muerte dentro de algún tiempo", agrega.
¿Pero qué significa? De acuerdo a las reglas de la comunicación instantánea, la campaña falló. La gente posteó, tuiteó, compartió y reenvió, pero a Troy Davis igualmente lo ejecutaron.
Sin embargo, en el largo plazo, este estallido de participación ciudadana en internet puede haber significado un ligero empujón que desencadene un derrumbe en los glaciares de la política pública.
"Algo de eso responde a una menor preocupación por el crimen, menores tasas de homicidio y también a austeridad fiscal", ya que los casos de pena de muerte son más caros de procesar en las cortes, explica Franklin Zimring, profesor de derecho de la Universidad de Berkeley, California.
También influye la opinión de las élites, que toman las decisiones sobre cómo se aplica la pena capital: jueces, fiscales, y el Instituto Legal Americano (ALI, por sus siglas en inglés), que originalmente redactó los lineamientos referidos a las ejecuciones, para luego criticarlos en 2010.
Gracias a las preocupaciones de este grupo "la pena capital está en problemas", afirma Zimring, a pesar de que el apoyo popular a esta condena sigue siendo sólido.
En 2010, un relevamiento de la encuestadora Gallup mostró que el 64% de los estadounidenses respaldan la pena de muerte para una persona sentenciada por homicidio, una leve disminución respecto al 65% de 2006 y el 68% de 2001.
¿Cinismo o confianza?
Para muchos, el mecanismo de este sistema resulta desgarrador. "Si éste es tu primer roce con la política, habiendo crecido acompañado de las redes sociales como canal de expresión, va a ser un llamado de atención", afirma Southwell.Este despertador puede llevar al cinismo o puede conducir a que una generación nueva de estadounidenses construyan un puente más sofisticado entre el activismo online y los cambios en el mundo real.
Los efectos de las redes sociales en el caso de Troy Davis no deberían ser desestimados todavía.
"Gracias a las redes sociales mucha más gente se enteró del caso de Troy Davis que la que hubiera escuchado del tema antes de que esto existiera", señala el profesor John Blume, catedrático de historia y director del Centro sobre la Pena de Muerte de la Universidad de Cornell.
"Quizá no sabían del caso y no participaron de los esfuerzos, pero mucha más gente se enteró de los hechos, y quizá esa mayor conciencia tenga una efecto corrosivo en el apoyo a la pena de muerte dentro de algún tiempo", agrega.
¿Pero qué significa? De acuerdo a las reglas de la comunicación instantánea, la campaña falló. La gente posteó, tuiteó, compartió y reenvió, pero a Troy Davis igualmente lo ejecutaron.
Sin embargo, en el largo plazo, este estallido de participación ciudadana en internet puede haber significado un ligero empujón que desencadene un derrumbe en los glaciares de la política pública.
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