Fuente: La Razon.
El éxito de Facebook, Twitter y demás comienza a resquebrajarse: sus fieles están dejando de serlo y, con claros síntomas de hastío, la moda ahora es quitarse amigos virtuales (e innecesarios) de encima.
«Creo que todo co-mienza a perder su atractivo el día en que tu abuela te envía una invitación de amistad». Según Huw Griffiths, de la agencia Universal McCann, el principio del fin de Facebook se resume en una frase así de mordaz. Y no bromea. Incluso hace un par de meses, durante la celebración del Foro Internacional de Contenidos Digitales, más de uno se burlaba de la emoción con que el actor Kevin Spacey hablaba embriagado sobre Twitter y Facebook «a estas alturas». En la era del «usar y tirar», en un mundo marcado por la gratuitad y accesibilidad de las nuevas formas de ocio, la caducidad de todas ellas es el reverso de una moneda que ya está empezando a asomar.
Traspasar los límites
El motivo es obvio: el éxito de Facebook se ha convertido en su propia condena. Su código de uso ha traspasado los límites. Ahora, las campañas de publicidad se lanzan a través de Facebook, los bancos anuncian ofertas en su perfil para atraer clientes como si fueran amigos de toda la vida y los políticos rozan los límites del ridículo exponiendo sus cuitas en la web 2.0 con lenguaje casi adolescente, tal es el caso de Sarkozy. Lo mismo ocurre con otras redes sociales similares al gigante Facebook. Cada una de ellas había logrado situarse en un nicho de mercado –jóvenes, treintañeros, adolescentes–, pero ahora su expansión descontrolada ha hecho añicos este «target». Los datos ya están ahí, y pintan mal por mucho que los disfracen: según una encuesta realizada por la multinacional comScore, la cifra media de minutos que pasan conectados en Facebook los jóvenes de 18 a 24 años descendió en septiembre un 16%. Una caída que comenzó en julio y que parece no remontar. Mark Potts, de la consultora Mindshare, confirma lo que es un tema habitual en las conversaciones juveniles desde hace meses: «En nuestros estudios vemos comentarios de usuarios que no saben de qué manera han llegado a tener 300 amigos y que rechazan mantenerlos». Del amor al odio. O al ninguneo. Tanto, que ya han surgido armas de defensa para aplacar al enemigo, desde Deathbook –una macabra versión de Facebook para crear perfiles que sobrevivan tras tu muerte– al término «unfriends», acuñado para referirse a los ciberamigos que dejan de serlo el día en que descubres que no aportan nada a tu vida diaria. No son enemigos, pero sí deben soportar el ninguneo social que implica desaparecer de una lista pública. Los «unfriends» son tantos que el diccionario New Oxford American la ha elegido palabra inglesa del año 2009: «to unfriend». Es decir, «desamigarse».
Cotizar en Bolsa
Esta situación no es nueva. Cualquier usuario habitual de internet recordará los tiempos en que abrió una cuenta en Fotolog para mostrar sus mejores instantáneas y, de paso, desahogarse con aquella versión 2.0 del clásico diario adolescente. Mientras lo hacía, se conectaba a su correo Mixmail –que acabó absorbido por Ya.com– hasta que le dijeron que tenía que pasarse a Hotmail para acceder al Messenger. Después, con el Fotolog en cuarentena, llegaron los nuevos blogspot, la invasión de Gmail –no eres nadie si no utilizas el correo de Google–, MySpace, Second Life... y así hasta que fueron sustituidos por Facebook, Tuenti, A Small World... Un nuevo universo al alcance de todos. Absolutamente de todos. Ahí reside el problema.
Lo curioso es que los jóvenes de entre 18 y 24 años, los mayores consumidores de internet, están optando por retroceder en sus gustos. Así, el 51% de ellos, según la encuesta de Mindshare, cree que «Facebook está debilitando la calidad de las relaciones», y el 40% prefiere visitar redes sociales basadas en intereses concretos, como el cine o la música. De igual forma, rechazan «tuitear» ahora que se ha convertido en un verbo globalizado y regresan al ya clásico Messenger y a los sms del móvil como medio de comunicación rápido y efectivo.
Por otro lado, los términos legales de Facebook, que hace unas semanas anunció su interés por cotizar en Bolsa, siguen inquietando a muchos usuarios. Tienen miedo a colgar sus fotos y comentarios por el uso indebido que se pueda hacer de ellos. Lo que en un principio parecía un divertido escaparate para compartir vivencias con amigos esconde en realidad un potente «Gran Hermano» orwelliano que observa cada uno de tus movimientos. Peor aún: las empresas han descubierto en los perfiles privados un filón para vigilar a sus empleados e incluso para formalizar sus contratos según la imagen que destila el candidato en sus preferencias y comentarios. La página personal de Facebook puede hacer trizas el mejor currículum.
Mark Lazen, director ejecutivo de Social Media Today, avanzó el hundimiento de Facebook el pasado agosto con una contundencia que nadie ha rebatido aún: «Sé que continúa atrayendo a cientos de miles de nuevos usuarios cada mes y sé que es la red más importante del mundo. Aun así, hay muchas razones por las que creo que Facebook va a morir».
Ícaro Moyano, director de comunicación de Tuenti, la red social española que ha revolucionado el sector, desmonta, sin embargo, los malos augurios, al menos en lo referente a su empresa: «Vamos a cerrar diciembre con un récord histórico, con una media de 25.000 millones de páginas vistas y hasta 4 millones de vídeos al día. Además, hemos crecido en tiempo de permanencia hasta superar los 80 minutos y, en el apartado de facturación, también tenemos buenas noticias, ya que cerramos noviembre, un mes negro para la publicidad, con más de 50 anunciantes, de los cuales un veintipico por ciento eran clientes nuevos». Moyano no sólo descarta nubarrones en el horizonte de las redes sociales, sino que adelanta a LA RAZÓN que «antes de que termine el año anunciaremos novedades en plataformas móviles, un terreno en el que todavía debemos ahondar más porque queda mucho camino por recorrer en el uso de los teléfonos».
Malos datos para Twitter
Josep María Sala, de Social Media, hace un año aventuraba ya, a pesar de todo, que la crisis de las redes sociales estaba aún por llegar, ya que, en el caso de Facebook, el gigante se ha convertido en una máquina... de gastar dinero: «Podemos estimar que el mero hecho de mantener Facebook en funcionamiento cuesta unos 200 millones de dólares al año. Y el problema no es el coste millonario de mantener el servicio funcionando, sino poder aguantar el ritmo de crecimiento, particularmente la capacidad de almacenamiento. Lo cual añade otros 100 millones más (...) Se enfrentan a unos costes crecientes con unos ingresos que no llegan a ese nivel. Y el dinero no sobra en este momento. Los ingresos para 2008 fueron de unos 100 millones de dólares menos de lo que estimaron el año anterior y, si la economía sigue en el estado actual, Facebook puede empezar a tener problemas».
Los últimos datos tampoco son halagüeños para Twitter. Tres años después de su aparición, la web de «microblogging» comienza a padecer los primeros síntomas de agotamiento. Según datos de la consultora Nielsen, entre septiembre y octubre de 2009 el número de visitas descendió un 27,8 por ciento, muy lejos de las continuas subidas que, hasta la fecha, ha registrado Facebook, al menos en cuanto a datos globales: 350 millones de usuarios, 2.500 millones de fotos subidas al mes, 1.600 millones de mensajes diarios... También comScore indicó en datos recientes que la cifra de visitantes únicos de Twitter en octubre cayó un 8,1por ciento. La publicación de estos números ha coincidido con la intención de Twitter de comenzar a cobrar por algunos servicios. En una entrevista concedida a la BBC, uno de sus fundadores, Biz Stone, informó que, entre otras medidas, planean crear cuentas de pago. Ante el descenso de visitantes, Stone habló, al igual que Ícaro Moyano, del potencial del teléfono móvil, sobre todo de los «smart phones», como futura –e inmediata– vuelta de tuerca a la expansión de las redes sociales.
Caso MySpace: la que estaba llamada a convertirse en la red de redes, innovadora plataforma de promoción de artistas en contacto directo con sus seguidores, ya se ve entre los expertos como un nuevo fracaso al estilo del vivido con Second Life. En el último año, la sencillez de Facebook ha ganado la batalla y MySpace ha perdido el 40 por ciento de su personal, se ha visto obligada a cerrar muchas de sus oficinas internacionales y hace unos meses renunció públicamente a competir con Facebook en la carrera por convertirse en la mayor red social del mundo (MySpace tiene más de 100 millones de usuarios regulares). Así, la cuota de MySpace en el mercado de redes sociales ha disminuido del 66 por ciento de 2008 al 30 por ciento, según la consultora Hitwise. La situación es tan grave que MySpace reveló recientemente que había fracasado en su intento de atraer suficiente tráfico para cumplir los objetivos establecidos en su acuerdo publicitario con Google y, como consecuencia de ello, perdería 100 millones de dólares este año. Hace dos semanas «Financial Times» publicaba un reportaje tan revelador como inquietante titulado «Auge y caída de MySpace». En él se desgranaban todas las cifras que han arrastrado al gigante a esta situación. Un dato para curiosos: en este declive se incluye el rumor de la misteriosa desaparición de Tom Anderson, fundador de MySpace, en las decisiones clave de su empresa. Al parecer, su trabajo ahora se limita a asesorar el imperio que fundó en 2003. Otro rumor, éste desmentido, es que Anderson también tiene un perfil en Facebook. Su rival más fuerte... de momento.
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