En algunas agencias de la Administración de Estados Unidos se está volviendo al fax o a las reuniones cara a cara, según ha podido saber ELMUNDO.es. ¿La razón? Internet no es, salvo que se usen sistemas de seguridad, lo suficientemente seguro.
Esas medidas de seguridad se deben al temor ante el espionaje de China. Pero lo cierto es que la Red es un territorio de nadie para todo tipo de actividades delictivas. El problema es que la principal medida para combatir eso es el control por los Estados de las comunicaciones online.
Ésa es la sugerencia de la ONU, que acaba de publicar su informe 'El uso de Internet con objetivos terroristas', un trabajo de 128 páginas encargado por el Gobierno británico en el que se analiza este nuevo campo de batalla virtual. Es un campo de batalla en el que hasta ahora la atención se había puesto en las actividades de reclutamiento y comunicación online, pero en el que están empezando a producirse cada vez más fugas de información debido a la proliferación de las redes sociales.
Así es como Twitter, Facebook, YouTube, Dropbox, Flickr y las plataformas que permiten crear blogs se han convertido en lugares en los que los terroristas no solo se comunican, sino también pueden obtener información colgada por equivocación por funcionarios o empleados de empresas vinculadas a los sectores de la defensa y la seguridad.
Para la ONU, la respuesta es clara: más control nacional e internacional. Hasta la fecha, solo la Unión Europea ha hecho obligatoria la retención de datos por los servidores de acceso a Internet (ISP, según sus siglas en inglés). El Gobierno de Obama ha tratado de convencer al Congreso de que adopte una medida similar, pero por ahora la legislación está atascada, entre las elecciones legislativas y también una campaña de los grupos que defienden la privacidad online.
La clave del debate es que los servidores de Internet guarden los datos de los usuarios en caso de que las autoridades los requieran. Otras medidas que la ONU sugiere son hacer obligatorio el registro de los usuarios de redes Wi-Fi abiertas al público, como en aeropuertos o cada vez más establecimientos, y el control de los proveedores de servicios de voz, como Skype, del uso que los clientes hacen de sus redes.
Esas medidas de seguridad se deben al temor ante el espionaje de China. Pero lo cierto es que la Red es un territorio de nadie para todo tipo de actividades delictivas. El problema es que la principal medida para combatir eso es el control por los Estados de las comunicaciones online.
Ésa es la sugerencia de la ONU, que acaba de publicar su informe 'El uso de Internet con objetivos terroristas', un trabajo de 128 páginas encargado por el Gobierno británico en el que se analiza este nuevo campo de batalla virtual. Es un campo de batalla en el que hasta ahora la atención se había puesto en las actividades de reclutamiento y comunicación online, pero en el que están empezando a producirse cada vez más fugas de información debido a la proliferación de las redes sociales.
Así es como Twitter, Facebook, YouTube, Dropbox, Flickr y las plataformas que permiten crear blogs se han convertido en lugares en los que los terroristas no solo se comunican, sino también pueden obtener información colgada por equivocación por funcionarios o empleados de empresas vinculadas a los sectores de la defensa y la seguridad.
Para la ONU, la respuesta es clara: más control nacional e internacional. Hasta la fecha, solo la Unión Europea ha hecho obligatoria la retención de datos por los servidores de acceso a Internet (ISP, según sus siglas en inglés). El Gobierno de Obama ha tratado de convencer al Congreso de que adopte una medida similar, pero por ahora la legislación está atascada, entre las elecciones legislativas y también una campaña de los grupos que defienden la privacidad online.
La clave del debate es que los servidores de Internet guarden los datos de los usuarios en caso de que las autoridades los requieran. Otras medidas que la ONU sugiere son hacer obligatorio el registro de los usuarios de redes Wi-Fi abiertas al público, como en aeropuertos o cada vez más establecimientos, y el control de los proveedores de servicios de voz, como Skype, del uso que los clientes hacen de sus redes.
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