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2011/10/07

El hippie que inventó cinco mercados

Un biógrafo no autorizado escribió una vez que el primer trabajo de Steve Jobs fue disfrazarse del personaje del Sombrerero Loco en un parque de atracciones de California. La noticia resultó ser falsa, pero ha sido repetida cientos de veces porque a todo el que escribe de Jobs le gustaría que fuera verdad. El fundador de Apple era valiente, innovador, atractivo, inteligente y apasionado. Y también era autoritario, detallista hasta la obsesión, arrogante, déspota e incluso cruel, según sus biógrafos. Ambas facetas le han convertido en el ejecutivo más admirado e imitado de la historia de la tecnología, pero también en el más aborrecido por sus rivales en los negocios.
Steve Jobs fue un inventor, aunque no de productos. La mayor parte de las 313 patentes que registró fueron desarrolladas con la ayuda de brillantes ingenieros, diseñadores y expertos en marketing. Y también le inspiraban sus competidores: el Macintosh, el ordenador que popularizó la informática, nació tras una fructífera visita al centro de investigación de Xerox en Silicon Valley, donde quedó maravillado por la interfaz gráfica de usuario, el rostro de los ordenadores, que después integraría en su Mac.


Jobs fue un inventor porque ha creado mercados. Aunque en muchos de ellos tenía rivales, el olfato comercial, tecnológico y artístico de Jobs los arrasó en cinco negocios: la informática con el Macintosh, la música digital con el iPod, la telefonía táctil con el iPhone, el cine de animación con Pixar, y la world wide web con NeXT. Aún es demasiado pronto para saber si el último gran producto de Apple, la tableta iPad, revolucionará también un sexto negocio, el de los kioscos digitales, como desean los editores de diarios y revistas.
"La tecnología no cambia muchas cosas, si es que cambia algo", dijo, modesto, a la revista Wired en 1996. Es improbable que lo pensara de verdad. Steve Jobs nació en el corazón de Silicon Valley el 24 de febrero de 1955. Hijo de un inmigrante sirio y una estudiante universitaria que le dio en adopción, Jobs creció en una familia de clase media donde su padre adoptivo, Paul, le enseñó a destripar radios y televisores para que aprendiera cómo funcionaban.
En los setenta, Jobs tuvo una adolescencia que más bien parece un cliché. Hippie y liberal, dejó la universidad, tomó ácido, se convirtió al budismo y viajó a India en busca de guía espiritual. "Queríamos experimentar más intensamente porqué estábamos vivos", dijo más tarde sobre su generación. Tras el materialismo de los años cincuenta y sesenta, los jóvenes de los setenta buscaban "algo más profundo", afirmó.

El joven ingeniero de la mente libre trabajó en HP y Atari hasta que se topó con Steve Wozniak. Compañero de instituto de Jobs, este informático era miembro del Hombrew Computer Club, un grupo de hackers que estaban obsesionados con la posibilidad de crear ordenadores personales, es decir, que cualquier persona pudiera utilizar. Hasta entonces, sólo los licenciados en informática podían acercarse con alguna posibilidad de éxito a las complejas máquinas que creaba el gigante IBM.

El primer mercado

Jobs llamaba cada día a la familia y a los amigos de Wozniak para que le convencieran de que dejara HP y se uniera a él en una nueva compañía que quería crear, como buen innovador de Silicon Valley, en un garaje. Lo logró y así nació Apple. "Trabajábamos 18 horas al día, siete días a la semana. Nos lo pasábamos bien", resumió en una ocasión al escritor Steven Levy. El Apple I y, sobre todo, el Apple II y el Lisa, pavimentaron el camino para que Jobs creara su primer mercado: el de la informática personal.

El 24 de enero de 1984, uno de los mejores anuncios que se recuerdan, dirigido por Ridley Scott, presentaba a los estadounidenses el Mac, el primer ordenador pensado para que cualquiera pudiera utilizarlo. Fue también el primero en el que Jobs demostraba su legendario gusto por el diseño, ese que ha provocado que cientos de millones de personas quieran poseer sus productos sólo porque son hermosos. "El diseño del Mac no es sólo su aspecto exterior, es cómo funciona", respondía a quienes le reprochaban que sus creaciones sólo eran caras bonitas. Los productos de Apple nacen de la adoración por la belleza de su fundador, pero también de su increíble visión comercial y, sobre todo, de su obsesión porque fueran fáciles de usar.

Una familia compleja

Jobs, a quien se atribuyen amantes legendarias en su juventud, como la cantante Joan Baez, estaba casado desde 1991 con Laurene Powell, con la que crió tres hijos. Tuvo otra niña de joven, a la que reconoció mucho después, justo cuando su hermana biológica, Mona Simpson, contactó con él y le presentó a su madre. Jobs mantenía ahora buenas relaciones con todos los miembros de su compleja familia.
El fundador de Apple deja un patrimonio de 8.300 millones de dólares que, como resaltan sus críticos, nunca ha querido compartir con organizaciones filantrópicas. Deja también millones de dudas sobre el futuro de su compañía, a la que adoraba, incluso cuando fue humillantemente despedido, en 1985, para ser contratado cuando prácticamente estaba muerta, 12 años después. Nadie sabe si Apple soportará la eternidad sin Jobs, ni qué nuevos mercados habría inventado si un tumor de páncreas no hubiera acabado con su vida. "Ser el más rico del cementerio no me importa. Irme a la cama sabiendo que he hecho algo fabuloso, eso es lo que me importa", dejó dicho.

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