"Tantos rasgos avanzados en el cerebro y el cuerpo, además de su edad, le convierten en el mejor candidato a ser el ancestro de nuestro propio género", explica Lee Berger, el paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand (Suráfrica) que desenterró a los dos sedibas analizados. Eran una hembra adulta y un niño de unos 10 años de los que se ignora si eran madre e hijo. Sus fósiles fueron presentados el año pasado en la revista Science, que ahora publica cinco nuevos estudios que describen una mano completa, un pie y una cadera cuyos rasgos cuestionan varias teorías sobre cómo se originó el género Homo.
Cruzando el túnel
El fósil de Berger sería clave para aclarar qué pasó dentro de un "agujero negro" de la evolución humana que sucedió hace entre tres y dos millones de años, explica el español Manuel Domínguez-Rodrigo. "Nos faltan fósiles de esta época", explica este profesor de prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid que cada año busca esos preciados huesos humanos en el yacimiento de Olduvai, en Tanzania.Antes de hace tres millones de años había formas muy primitivas y lejanas del Homo. Un millón de años después, como por arte de magia, surgen humanos erguidos y con grandes cerebros como el Homo erectus. El sediba, con 1,9 millones de años, encarnaría ahora el paso de un extremo del túnel a otro.
Pocos expertos cuestionan la importancia de los restos, pero sí la atrevida postura de Berger. El paleontólogo quiere que el sediba sea el primer ancestro humano, algo que otros otorgan a especies más primitivas, como Australopithecus afarensis, o más recientes, como Homo habilis. La actitud resume a la perfección la forma en la que funciona la paleontología, una disciplina en la que, en ocasiones, los científicos luchan como púgiles.
"Todo el mundo quiere que su fósil sea el del homínido más antiguo, es una actitud muy humana, pero no muy científica", resume Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid y que también trabaja en Olduvai. "Por ahora estamos sólo ante una hipótesis de trabajo", advierte sobre el estudio de Berger.
La nueva investigación es la radiografía más completa que se ha hecho de los dos sedibas que, hace casi dos millones de años, cayeron a un foso que se convirtió en su tumba. A pesar del embate del tiempo, el cráneo del individuo más joven está tan bien conservado que su cara interior tiene grabado el relieve del cerebro. "Con cada latido del corazón, el cerebro estampa su forma contra la calavera en desarrollo del niño, dejando una preciosa impresión de la forma externa del encéfalo", describe Kristian Carlson, el investigador del equipo de Berger que ha liderado el estudio de la calavera con el sincrotrón ESRF de Grenoble (Francia), la fuente de rayos X más potente de Europa.
La reconstrucción del encéfalo presenta una sorpresa inusitada. En la edad adulta, el cerebro del sediba tenía 440 centímetros cúbicos, el tamaño normal de los australopitecos y menos de la mitad de los 900 centímetros cúbicos que tuvo el Homo erectus, un humano indiscutible que vivió hace 1,8 millones de años en África y Asia. Sin embargo, la forma exterior, especialmente la parte frontal, es más parecida a la de un humano que a la de un australopiteco o un chimpancé.
Según los investigadores, esto indica que la evolución hacia el cerebro humano no fue un proceso de simple crecimiento, sino que la reorganización cerebral necesaria para desarrollar pensamientos cada vez más complejos comenzó en formas como sediba sin necesidad de aumentar de talla. "Es la antesala del cerebro humano", resume Domínguez-Rodrigo.
No es la única sorpresa que presentan los fósiles. Otro estudio describe la mano derecha de la hembra adulta, la más completa que se ha hallado hasta ahora de un australopiteco. Los autores señalan que el sediba podía oponer el pulgar y cualquier otro dedo de la mano, otra característica clave que desde hace décadas se ha usado para definir al género humano. Según Berger y su equipo, esto les permitía fabricar herramientas golpeando piedra contra piedra como hacían los miembros del género Homo.
"Hay que tener cuidado con esto, porque esta especie tiene manos gráciles y tal vez no tuvo fuerza suficiente para agarrar un percutor durante mucho tiempo", opina Domínguez-Rodrigo. El resto de sus dedos eran mucho más largos que los humanos, lo que, según los autores, prueba que los sediba seguían trepando por los árboles como monos.
Domínguez-Rodrigo no cree que el sediba sea el ancestro directo de los humanos, pero sí que podría estar "emparentado" con ellos. "Lo más importante es que nos hace ver que los australopitecos ya tenían rasgos que, hasta ahora, pensábamos que sólo teníamos nosotros", añade.
Entre ellos está también una cadera muy similar a la humana, aunque aún no tan abierta, puesto que los cráneos de los bebés no eran tan grandes como los de los humanos. Esto cuestiona otra hipótesis clásica, que dice que la cadera humana evolucionó hacia su forma actual debido a que los bebés tenían cada vez cráneos más grandes. Sin embargo, el sediba ya mostraba humanización y un caminar erguido sin necesidad de gigantización. Sus pies tenían un pronunciado arco en el empeine que refuerza su bipedismo, aunque el talón sigue siendo el de un chimpancé.
Para otorgar al sediba el título de ancestro directo, Berger tiene que pasar por encima del Homo habilis y de su prestigiosa descubridora, Mary Leakey, responsable del hallazgo y matriarca indiscutible de la paleontología en África durante buena parte del siglo pasado. Las manos de su hombre hábil, encontradas en 1975, estaban equipadas para fabricar herramientas y lo situaban como especie de enlace entre los australopitecos y el Homo erectus. Más de tres décadas después, muchos expertos enmiendan la plana a Leakey sin miedo. "Para mí el habilis es un australopiteco y el sediba estaría en el mismo plano", reconoce el paleontólogo del CSIC Antonio Rosas. El experto, que excava restos de neandertales en la cueva de El Sidrón (Asturias), reconoce que, dada la escasez de fósiles, la tesis de Berger puede sostenerse, pero sólo "con pinzas". "Puedo comprar su idea de que el sediba sea ancestro del Homo, pero mañana mismo tendremos que revisarla si aparecen nuevos datos", concluye.
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