Cada día mueren en el mundo el equivalente a los pasajeros de seis aviones grandes por dos tipos de cáncer que afectan casi exclusivamente a la mujer: el de cuello de útero y el de mama. Un estudio hoy en The Lancet demuestra que estas enfermedades continúan siendo una lacra sobre todo en los países en vías de desarrollo, a pesar de que en los últimos 30 años han mejorado las técnicas de detección precoz de ambos tumores.
El trabajo utiliza un novedoso sistema de medición (reunificando los datos de más de 300 registros oncológicos, desiguales en los distintos países) para observar cómo ha evolucionado el cáncer femenino desde 1980 a 2010. Las cifras, aunque imperfectas, apuntan tendencias que ya se habían observado previamente, pero subrayan que las diferencias regionales en estos tipos de cáncer son especialmente reseñables.
Los datos ponen de manifiesto que la tendencia es distinta en lo que se refiere al diagnóstico y a la mortalidad. La incidencia de cáncer de cuello de útero ha aumentado de 378.000 casos al año en 1980 a 454.000 en 2010, lo que supone un 0,6% de incremento anual. Sin embargo, la mortalidad ha experimentado un incremento menor, del 0,4%, subiendo de 174.000 víctimas al año en 1980 a 200.000, la mayoría en países en vías de desarrollo.
En cáncer de mama la incidencia se ha disparado, mientras que la mortalidad ha aumentado a un ritmo mucho menor. Así, si en 1980 se detectaron 641.000 casos de este tumor, en 2010 se localizaron casi el triple, 1.643.000. Sin embargo, en 1980 la enfermedad mató a 250.000 mujeres y, en 2010, a 425.000.
Los autores del estudio, dirigidos por Christopher Murray, del Instituto para la Evaluación y Métrica de la Salud de la Universidad de Washington (EEUU), apuntan al envejecimiento de la población y el aumento de la misma para explicar el incremento global de los casos de estos cánceres femeninos. También achacan la subida en el caso del cáncer de mama a la puesta en marcha de programas de detección precoz, especialmente la realización sistemática de radiografías. Estos mismos programas habrían hecho que el aumento en la mortalidad, a pesar de que los casos se hayan disparado, sea proporcionalmente mucho menor.
Son también las políticas de prevención en este caso, las citologías las que han hecho que el aumento de muertes por cáncer de cuello de útero sea discreto, aunque su implantación casi exclusiva en los países ricos hace que la mayoría de las víctimas sean pobres. La introducción de las vacunas aún no ha influido en la incidencia de este tipo de cáncer.
El trabajo utiliza un novedoso sistema de medición (reunificando los datos de más de 300 registros oncológicos, desiguales en los distintos países) para observar cómo ha evolucionado el cáncer femenino desde 1980 a 2010. Las cifras, aunque imperfectas, apuntan tendencias que ya se habían observado previamente, pero subrayan que las diferencias regionales en estos tipos de cáncer son especialmente reseñables.
Los datos ponen de manifiesto que la tendencia es distinta en lo que se refiere al diagnóstico y a la mortalidad. La incidencia de cáncer de cuello de útero ha aumentado de 378.000 casos al año en 1980 a 454.000 en 2010, lo que supone un 0,6% de incremento anual. Sin embargo, la mortalidad ha experimentado un incremento menor, del 0,4%, subiendo de 174.000 víctimas al año en 1980 a 200.000, la mayoría en países en vías de desarrollo.
En cáncer de mama la incidencia se ha disparado, mientras que la mortalidad ha aumentado a un ritmo mucho menor. Así, si en 1980 se detectaron 641.000 casos de este tumor, en 2010 se localizaron casi el triple, 1.643.000. Sin embargo, en 1980 la enfermedad mató a 250.000 mujeres y, en 2010, a 425.000.
Los autores del estudio, dirigidos por Christopher Murray, del Instituto para la Evaluación y Métrica de la Salud de la Universidad de Washington (EEUU), apuntan al envejecimiento de la población y el aumento de la misma para explicar el incremento global de los casos de estos cánceres femeninos. También achacan la subida en el caso del cáncer de mama a la puesta en marcha de programas de detección precoz, especialmente la realización sistemática de radiografías. Estos mismos programas habrían hecho que el aumento en la mortalidad, a pesar de que los casos se hayan disparado, sea proporcionalmente mucho menor.
Son también las políticas de prevención en este caso, las citologías las que han hecho que el aumento de muertes por cáncer de cuello de útero sea discreto, aunque su implantación casi exclusiva en los países ricos hace que la mayoría de las víctimas sean pobres. La introducción de las vacunas aún no ha influido en la incidencia de este tipo de cáncer.
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