"Un alto porcentaje de estos genes corresponde con genes que se han encontrado mutados en tumores humanos", explica el español Juan Carlos Izpisúa, investigador del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona y el Instituto Salk de California (EEUU) y coautor de uno de los trabajos, publicados hoy en Nature.
Su estudio muestra que las células reprogramadas (iPS, en inglés) tienen diez veces más mutaciones que las células de la piel adultas de las que provienen. Los resultados "representan un obstáculo para la futura aplicación clínica de las iPS, pero es prematuro dilapidar los enormes beneficios clínicos" de estas células, según Izpisúa.
Esperanza para la medicina
Desde su creación en 2006, las células reprogramadas han sido la gran esperanza de la llamada medicina regenerativa, pues su potencial para generar nuevos tejidos es comparable al de las células madre de un embrión y además evitan supuestos problemas éticos asociados a su creación.Este año varios estudios han demostrado que las células rebobinadas a su estado embrionario guardan cambios químicos por encima de su ADN que pueden influir en su comportamiento. Los dos nuevos trabajos demuestran por primera vez que, además, el proceso de reprogramación genera cambios (mutaciones) dentro del genoma de las células. Esos cambios aparecen en regiones activas del genoma, incluidos genes que potencian tumores, según ha demostrado el equipo de Izpisúa tras probar 22 tipos de células reprogramadas en varios laboratorios. De forma similar, otro equipo de investigadores europeos y canadienses muestra que el número de mutaciones es mayor justo después de la reprogramación, lo que podría interpretarse como una reacción de estrés, según los autores.
Los resultados suponen un avance en la comprensión de qué sucede en la reprogramación, algo que hasta ahora era como una caja negra. También deben ser una llamada a la cautela. "En estos momentos, con estos datos, la probabilidad de que las iPS puedan usarse de forma efectiva y práctica en clínica es muy limitada", opina Lluis Montoliu, investigador del CSIC. Al igual que los autores, sugiere que una solución es la secuenciación masiva para detectar qué células contienen mutaciones peligrosas, algo que "es factible, pero difícilmente se va a poder aplicar de forma generalizada", concluye.
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