"Bajo las condiciones actuales, además de dejarme desnudo por las noches, se me mantiene en régimen de aislamiento. Durante 23 horas al día me siento a solas en mi celda. Los guardias me controlan cada cinco minutos durante el día, preguntándome si estoy bien. Debo responder con algún gesto afirmativo. Por la noche, si los guardias no pueden verme con claridad, porque me he cubierto con una manta o estoy acurrucado contra la pared, me despiertan para asegurarse de que estoy bien. No puedo tener sábanas o almohada. No puedo tener mis enseres personales en mi celda. Solo puedo tener un libro o una revista a la vez para leer algo. El libro o la revista se me quitan por la noche, antes de dormir. Tampoco puedo hacer ejercicio en mi celda. Si intento hacer flexiones, sentadillas o cualquier otro tipo de ejercicio físico, los guardias me obligan a detenerme. Finalmente, solo puedo hacer una hora de ejercicio fuera de mi celda cada día. Ese ejercicio consiste en caminar en círculos, haciendo ochos, en una habitación vacía".
Héroe para algunos, villano para otros, en esa monotonía pasa sus días de encierro el soldado raso Bradley Manning , de 23 años, en una cárcel militar de máxima seguridad en Virginia , acusado de entregarle al sitio WikiLeaks cientos de miles de informes clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak y cables secretos del Departamento de Estado. Una carta de 11 folios que el soldado envió el 10 de marzo al coronel Daniel Choike, jefe de la base de Quantico, en Virginia, donde se halla encerradom, relata interminables días de soledad, confusión y desesperación.
El 18 de enero de 2011, y durante tres días, se puso a Manning en observación por riesgo de suicidio, por recomendación de un capitán y un psiquiatra. Perdió los pocos privilegios que tenía. "Se me obligó a quedarme en mi celda durante 24 horas al día. Se me quitó toda la ropa, a excepción de los calzoncillos. Se me quitaron las gafas, por lo que me tuve que quedar, básicamente, en una ceguera total".
El día anterior, unas 50 personas habían acudido a las puertas de la base militar de Quantico, a 45 kilómetros de Washington, cubiertas con máscaras que reproducían la cara del soldado y luciendo camisetas en las que se leía "Yo soy Bradley Manning". Se enfrentaron verbalmente con los guardias de seguridad, que tuvieron que pedir refuerzos. "Creo que el modo en que me trataron aquel día obedece a aquella protesta", asegura Manning. Las muestras de apoyo al soldado son ya un rito habitual, aunque meramente testimonial, en la capital norteamericana. Un simpatizante, Tighe Barry, aparece de vez en cuando ante el Departamento de Estado, ataviado solo con calzoncillos, para protestar con el mismo atuendo con el que Manning pasa sus noches en prisión preventiva.
El día después de aquella concentración en la base militar de Quantico, el Ejército tomó represalias. "Ese día se me llevó fuera de mi celda para mi hora diaria de recreo. Cuando los guardias llegaron a mi celda, noté una diferencia respecto a su actitud habitual. En lugar de estar tranquilos y ser respetuosos, parecían nerviosos y agresivos. Además, en lugar de los habituales dos o tres guardias, había cuatro. Inmediatamente comenzaron a acosarme. El primero me dijo: Gírate a la izquierda . Cuando le hice caso, el segundo me dijo: No gires a la izquierda . Cuando intenté hacerle caso, el primero me repitió: He dicho que gires a la izquierda ", detalló Manning.
Desorientado, el soldado dejó que le pusieran los grilletes que suele llevar para ir de una celda a otra dentro de la cárcel. "Cuando me quitaron los grilletes, di un paso atrás para distanciarme de los guardias. Mi corazón latía con fuerza y me sentía mareado. Me senté para evitar caerme. Cuando lo hice, los guardias se me acercaron. Instintivamente, me alejé de ellos. En el momento en que me alejé vi en sus caras que me iban a volver a atar. Inmediatamente puse mis manos en el aire y dije que no iba a hacer nada, que solo quería cumplir órdenes".
Le dejaron en paz durante una hora. Cuando regresó a su celda, comenzó a leer un libro. Entonces le visitó brevemente el comandante James Averhart, que está al mando del calabozo en Quantico. "Me preguntó qué había pasado durante mi recreo. Mientras trataba de explicárselo, el comandante Averhart me detuvo y dijo: Yo soy el comandante y nadie me dice lo que tengo que hacer . Me dijo que era, a efectos prácticos, dios . Yo le dije que, aun así, debía seguir las reglas del calabozo. También le dije que todos aquí tienen un jefe ante el que responder. Fue entonces cuando decidió ponerme bajo control por riesgo de suicidio".
Manning, soldado de formación, ya aislado desde julio, sabía lo que eso significaba -las dificultades para ver, la desnudez, el confinamiento absoluto- y se desesperó. Comenzó a tirarse del pelo, en un arrebato de rabia. "¿Por qué me hacéis esto? ¿Por qué me castigáis? ¡No he hecho nada malo! ¿Qué hice para merecer este tipo de trato?".
El caso del soldado Manning ha causado dos reacciones bien distintas. Para algunos, activistas cibernéticos en la era de Internet, simpatizantes anónimos del movimiento encarnado por WikiLeaks, el soldado es un héroe. Para la Casa Blanca y el Pentágono, sin embargo, Manning es un traidor que ha asistido servilmente al enemigo.
El soldado, en unas presuntas conversaciones mantenidas en mayo de 2010, a través de Internet, con el hacker norteamericano Adrian Lamo, admitió que sustrajo y entregó a WikiLeaks cientos de miles de documentos secretos, con la voluntad manifiesta de cambiar el mundo. Lamo filtró estos chats inicialmente a la revista Wired y delató a Manning ante el FBI y el Ejército. Tomó esa decisión, según dijo, por temor a que el soldado pusiera en riesgo la seguridad nacional norteamericana. Estas supuestas conversaciones son ahora un indicio que obra en manos de la fiscalía militar, que además ha seguido el rastro de Manning en los ordenadores portátiles de la base de Hammer, en Irak. El equipo de abogados de Manning no ha confirmado ni desmentido la autenticidad de esos contactos.
En esos chats, Manning se manifiesta como una persona profundamente decepcionada con su vida y con su país, alguien con ganas de cambiar el mundo y de ser reconocido por ello. "Se me crió católico, pero nunca creí una palabra de lo que me contaban. No tengo dios, creo que sigo valores humanistas. De hecho, llevo placas hechas especialmente para mí donde se lee: humanista ", dijo. "Quiero que la gente vea la verdad, independientemente de quienes sean, porque sin información no podemos tomar decisiones serias como ciudadanos. Si hubiera sabido hace tiempo lo que sé ahora... o a lo mejor solo soy joven, inocente y estúpido".
¿Tenía la intención de ayudar al enemigo? "Si yo hubiera sido alguien más malicioso, podría haberle vendido esto a Rusia o China, y haberme hecho rico. Pero es algo que pertenece al dominio público. La información debería ser libre. Otra nación se hubiera aprovechado de la información para adquirir una ventaja. Pero si la información se expone, se convierte en un bien público".
Junto con esas ansias de cambiar el mundo, Manning demuestra una vulnerabilidad casi autodestructiva, admitida en supuestas confesiones como estas: "He estado aislado durante mucho tiempo. Solo quería ser buena gente, vivir una vida normal. Pero los eventos me obligaron a encontrar formas de sobrevivir, a ser lo suficientemente listo para darme cuenta de las cosas que pasan, pero incapaz de hacer nada al respecto. Nadie se fijaba en mí".
Alistado en el Ejército de Tierra desde 2007, formado como analista de inteligencia, Manning fue destinado en octubre de 2009 a la Segunda Brigada de Combate de la Décima División de Montaña, en la base de operaciones Hammer, al este de Bagdad. Tenía acceso a SIPRNet, una red secreta del Departamento de Defensa, y JWICS, otra red utilizada conjuntamente por Defensa y el Departamento de Estado para transmitir información clasificada. La fiscalía militar mantiene que Manning comenzó a descargarse documentos y a entregarlos a WikiLeaks un mes después de llegar a Irak.
Nacido en 1987 en Crescent, una localidad de 1.281 habitantes de Oklahoma, Manning vivió su infancia en lo que en Estados Unidos se conoce como el Cinturón de la Biblia, una franja de condados conservadores extremadamente religiosos que va de la costa atlántica a Tejas. Fue un ateo a la deriva en un océano de fe. Sus padres, que no pasaban mucho tiempo con él, se divorciaron cuando tenía 13 años. Él se mudó a Haverfordwest (Inglaterra) con su madre, que era galesa de nacimiento. Allí estudió la enseñanza secundaria y, tras terminarla, regresó a Oklahoma. Amigos suyos dicen que el padre le echó de casa a los pocos meses, vinculando ese hecho a que Bradley Manning había manifestado su homosexualidad.
Todo lo que Manning dice ser en sus supuestas conversaciones con Lamo -su inadaptación social, sus ganas de cambiar el mundo, sus ansias de aceptación- surge de aquellos oscuros años adolescentes en los que rompió lazos con su familia. Buscó algunos trabajos. Encontró empleos con pagas ínfimas. Llegó a dormir en un coche, sin hogar al que acudir. Pasó por Tulsa, luego por Chicago, y acabó en Potomac, en la zona metropolitana de Washington, la capital federal.
A los 20 años, el Ejército parecía un medio sencillo de obtener ingresos y alojamiento, además de formación. Así acabó alistándose Bradley Manning, a pesar de que entonces todavía imperaba en el Pentágono la ley que prohibía a los gays de uniforme manifestar abiertamente su sexualidad. Cuando se hallaba a la espera de ser enviado al frente de batalla, Manning conoció e inició una relación sentimental con Tyler Watkins, alguien que se definía en su blog como músico, experto en mercadotecnia y estudiante de psicología. En sus días de permiso, el soldado visitaba a su novio en Boston, donde este residía y estudiaba, en la Universidad de Brandeis. Allí conoció a su red de amigos, entre ellos un nutrido grupo de piratas informáticos, quienes le hicieron sentirse acogido, reconfortado, útil. Compartía con ellos una visión de la vida, una rebeldía contra el sistema, unas ganas de liberar a la sociedad haciendo de la información un bien público. Entonces, por primera y última vez, Bradley Manning fue feliz. Y, de repente, llegó Irak.
En el frente bélico, aislado de nuevo, Manning buscó pronto la aceptación de los demás. Desde luego, no la encontró en la disciplina castrense de los barracones en medio del desierto. Según las supuestas conversaciones con Adrian Lamo, en sus horas muertas contactó con Julian Assange , el misterioso y carismático líder de WikiLeaks , un portal de Internet que aspiraba en sí mismo a ser un movimiento de liberación cibernética.
"Entablé una relación con Assange", dijo. "No sé mucho más que lo que él me cuenta, que es muy poco. Me llevó cuatro meses confirmar que la persona con la que hablaba era, de hecho, el propio Assange". Lo que el Ejército quiere demostrar ahora es que Manning filtró los documentos. Además investiga si pudo no haber actuado solo y si sustrajo la información de las redes secretas al dictado de Assange, lo que convertiría al gestor de WikiLeaks en cómplice. Ninguna otra persona ha sido acusada hasta el momento. Assange nunca ha admitido ninguna de las acusaciones.
El 18 de febrero de 2010, WikiLeaks publicó la primera entrega de la gran saga de filtraciones, un mero prólogo a lo que había de llegar: un cable clasificado del Departamento de Estado redactado el 13 de enero de 2010 por oficiales de la embajada norteamericana en Islandia, en el que se narra una reunión con líderes locales y con un asesor del embajador británico. "Después de expresar pesimismo sobre el futuro de Islandia, los dos oficiales pidieron ayuda a Estados Unidos", decía el documento de referencia.
El 15 de marzo se publicó un informe secreto de la diplomacia estadounidense sobre WikiLeaks, y el 29 del mismo mes, una serie de perfiles críticos elaborados por la embajada en Islandia sobre políticos de aquel país. El 5 de abril se publicó en el portal de WikiLeaks un vídeo, que Assange tituló Asesinato colateral, en el que se veía la grabación editada, tomada desde un helicóptero del Ejército de EE UU, de tres ataques aéreos contra objetivos iraquíes en Bagdad en 2007. En aquella operación habían muerto 12 personas, dos de ellas periodistas de la agencia Reuters. Dos niños resultaron heridos. "Culpa suya, por traer niños al campo de batalla", se oye decir a un soldado no identificado.
En julio, WikiLeaks entregó 92.000 documentos sobre la guerra de Afganistán a dos diarios, el norteamericano The New York Times y el británico The Guardian, y a la revista alemana Der Spiegel. En octubre cedió otros 400.000 documentos sobre la guerra de Irak a los mismos medios, al diario francés Le Monde y a la televisión qatarí Al-Jazeera. Finalmente, en noviembre, cedió 250.000 cables secretos del Departamento de Estado, que dejaron a la Diplomacia norteamericana al desnudo; en este caso lo hizo a otro grupo de medios.
Para entonces, Manning ya llevaba aislado seis meses, en la situación de detención preventiva. El Ejército de Tierra le arrestó el 29 de mayo de 2010, acusándole de dos cargos -desobediencia a la autoridad y falta de disciplina- por filtrar el vídeo del ataque a Bagdad y el cable de la embajada en Islandia y por sustraer lo que entonces se estimaba que eran 150.000 cables diplomáticos secretos. Washington intuía ya desde entonces cuál podía ser la magnitud de las filtraciones que le atribuye al soldado Manning.
El Pentágono ha presentado este mes otros 22 cargos contra el soldado. Uno de ellos es el de "asistencia al enemigo". Entienden los fiscales de Defensa que, con sus supuestas filtraciones, ha facilitado información suficiente a los talibanes y a Al Qaeda para que tomen represalias contra informantes del Ejército norteamericano. Resuena en las páginas de la denuncia contra Manning la frase pronunciada por el secretario de Defensa, Robert Gates, en el verano pasado: WikiLeaks y sus colaboradores tienen "las manos manchadas de sangre" por las venganzas rebeldes en Afganistán.
La asistencia al enemigo se castiga normalmente con la pena capital. El Pentágono ha dicho que no la solicitará en el caso de Manning, pero el equipo de ayuda jurídica al soldado asegura que, en última instancia, depende del juez y no de la fiscalía decidir si aplica esa pena en un veredicto de culpabilidad.
Sin una fecha concreta para su juicio, Manning se siente, según allegados suyos, desesperado. Una vez liberado de la supervisión por riesgo de suicidio, recobró el privilegio de dormir con algo de ropa y pasar una hora al día en una celda distinta de aquella en la que vive, que es de seis metros cuadrados. Pero el 2 de marzo cometió un grave error. Tratando de que se le concediera cierta rebaja en las medidas de seguridad aplicadas, se reunió con el oficial de operaciones del calabozo. "Se le considera en riesgo de poder dañarse", le dijo este. Manning respondió, con ironía: "Si quisiera dañarme, podría hacerlo con la goma elástica de mis calzoncillos o con mis sandalias".
"Sin consultar a ningún médico psicológico del calabozo, el oficial usó mi comentario sarcástico como justificación para incrementar las restricciones que se imponían sobre mí bajo la excusa de que le preocupaba que hubiera en mí riesgo de suicidio", explica Manning en su carta. "Desde el 2 de marzo de 2011 se me quita toda mi ropa por la noche. Se me ha dicho que el comandante tiene la intención de mantenerme así de forma indefinida". Desde hace unos días se le entrega por las noches un babero con velcros para que lo use para dormir.
Aunque oficialmente Manning ya no se encuentra ahora bajo control por riesgo de suicidio, se le trata como si lo estuviera. Él mismo narra cómo se sintió el primer día de su nueva rutina: "Al principio, después de entregar mi ropa a los guardias, no tuve más opción que acostarme desnudo en mi fría celda hasta la mañana siguiente. Por la mañana, se me hizo salir de la celda para la inspección matutina del supervisor de guardia del calabozo. No se me dio la ropa de vuelta. Salí de la cama e inmediatamente comencé a sufrir temblores por el frío en mi celda. Caminé hacia la puerta de la celda con las manos cubriendo mis genitales. El guardia me dijo que me colocara en posición de firme, lo que implicaba que debía estar erguido con las manos tras la espalda. Me mantuve en firme durante tres minutos. Cuando llegó el supervisor, llamó a los demás guardias. Todos me miraron".
El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha rechazado las acusaciones de maltrato al soldado Manning. "Las afirmaciones por parte de blogueros de izquierda, periodistas y otros de que no se le trata adecuadamente, o de que se le trata de modo distinto de los demás, o de que está aislado, no son correctas", dijo el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, en rueda de prensa el 26 de enero. "Está en una celda, a solas. Pero es que así es como están todos los presos que aguardan juicio en el calabozo. Ese calabozo está diseñado para que cada preso se mantenga siempre en su celda... Puede ver televisión. Puede leer periódicos. Puede hacer una hora de ejercicio".
Sin embargo, Amnistía Internacional ha denunciado que las condiciones de reclusión de Bradley Manning suponen una violación de sus derechos humanos. El representante demócrata por Ohio, Dennis Kucinich, a quien se le ha prohibido visitar al soldado en la cárcel, lo ha comparado con los abusos en la prisión iraquí de Abu Ghraib. Incluso el portavoz de Hillary Clinton en el Departamento de Estado, P. J. Crowley, dijo en una conferencia ante estudiantes el 10 de marzo que el trato del Pentágono a Manning era "ridículo, contraproducente y estúpido". Tuvo que dimitir tres días después.
La Nacion
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