Un trauma, un fallo en cirugía o ciertas enfermedades congénitas pueden estar detrás de un fallo en el funcionamiento de la uretra, el órgano por el que pasa la orina al exterior durante la micción. Esta insuficiencia puede implicar la necesidad de insertar catéteres para vaciar la vejiga, algo que tiene como consecuencia repetidas infecciones o la presencia de sangre en la orina, así como incomodidad para el afectado.
La solución quirúrgica a este problema supone un desafío para los investigadores, que han visto que el injerto de un fragmento de piel en la estructura dañada de la uretra fracasaba en su función de facilitar la micción en más del 50% de los casos.
Un experimento llevado a cabo en el hospital pediátrico Federico Gómez, en México D. F., ha demostrado por primera vez que, gracias a la ingeniería de tejidos, la construcción en el laboratorio de uretras artificiales hechas a partir de células de los propios pacientes puede sustituir el órgano dañado y mantener su eficacia durante cinco años, el periodo medio de seguimiento del estudio publicado hoy en The Lancet.
El creador de estos órganos, que fueron implantados en cinco niños de entre 10 y 14 años que necesitaban la reconstrucción de la uretra, es uno de los padres de la ingeniería tisular, el director del Instituto de Medicina Regenerativa de la Facultad de Medicina de la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte (EEUU), Anthony Atala. La especialista Atlántida Raya-Rivera fue la encargada de extraer muestras de tejido uretral, así como de la vejiga de los pacientes, a través de una sencilla intervención. Las uretras se elaboraron en la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
Durante una media de seguimiento de 71 meses, las nuevas uretras funcionaron adecuadamente en los niños, lo que lleva a los autores a calificar de "opción viable" el desarrollo de estos órganos en el laboratorio, frente a otras formas de reconstrucción menos eficaces.
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La solución quirúrgica a este problema supone un desafío para los investigadores, que han visto que el injerto de un fragmento de piel en la estructura dañada de la uretra fracasaba en su función de facilitar la micción en más del 50% de los casos.
Un experimento llevado a cabo en el hospital pediátrico Federico Gómez, en México D. F., ha demostrado por primera vez que, gracias a la ingeniería de tejidos, la construcción en el laboratorio de uretras artificiales hechas a partir de células de los propios pacientes puede sustituir el órgano dañado y mantener su eficacia durante cinco años, el periodo medio de seguimiento del estudio publicado hoy en The Lancet.
El creador de estos órganos, que fueron implantados en cinco niños de entre 10 y 14 años que necesitaban la reconstrucción de la uretra, es uno de los padres de la ingeniería tisular, el director del Instituto de Medicina Regenerativa de la Facultad de Medicina de la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte (EEUU), Anthony Atala. La especialista Atlántida Raya-Rivera fue la encargada de extraer muestras de tejido uretral, así como de la vejiga de los pacientes, a través de una sencilla intervención. Las uretras se elaboraron en la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
Sin complicaciones
Una vez desarrolladas, se insertaron por cirugía a los cinco niños a través de una incisión en el perineo, en una operación en la que no surgieron complicaciones, aunque requirió que los pacientes llevaran un catéter durante algún tiempo. Tres meses después de las inserciones (que fueron llevadas a cabo entre marzo de 2004 y julio de 2007), una biopsia mostró que no se habían registrado cambios en el tejido, uno de los posibles riesgos de la medicina regenerativa a partir de células propias.Durante una media de seguimiento de 71 meses, las nuevas uretras funcionaron adecuadamente en los niños, lo que lleva a los autores a calificar de "opción viable" el desarrollo de estos órganos en el laboratorio, frente a otras formas de reconstrucción menos eficaces.
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