Un equipo de paleontólogos ha descubierto en Menorca al rey de los conejos. El hoy extinto Nuralagus rex llegaba a los 15 kilos, tenía pocos reflejos y era incapaz de saltar. Vivió hace unos cinco millones de años y su fisonomía era tan extraña que sus descubridores lo han clasificado como un género y especie nueva de lagomorfo, el orden que también comprende al conejo actual.
"Era el más grande que ha existido con diferencia, aunque su ancestro fue un conejo normal, como los que nos come-mos", explica Meike Köhler, investigadora del Instituto Catalán de Paleontología de Barcelona y coautora del estudio sobre el N. rex.
Hace unos 5,2 millones de años, gran parte del Medi-terráneo se secó y los abuelos del N. rex, cuyo peso oscilaba entre los 500 gramos y los tres kilos, llegaron andando a Menorca. La isla era entonces una prolongación de las montañas del sistema Bético, que atraviesa parte de Andalucía y Valencia. Después volvió a quedar aislada de la Península por el mar, lo que dejó a los recién llegados en un entorno con "un clima más agradable que el actual" y sin depredadores, señala Köhler. Así surgió el N. rex tal como lo ha reconstruido su equipo en un estudio publicado en el Journal of Vertebrate Paleontology. Dada la falta de peligro, el animal prescindió de las orejas y los ojos grandes, con los que sus ancestros vigilaban en busca de peligro, y de la columna vertebral adaptada a huir dando rápidos brincos.
A cambio, desarrolló mayores reservas de grasas, un intestino más largo para digerir mejor y, en general, un tamaño 10 veces mayor que el de sus ancestros. Su tamaño era una prueba del gigantismo que experimentan especies de pequeña talla al colonizar nuevas islas. Al contrario, las especies grandes que invaden terrenos insulares suelen menguar, como fue el caso de la cabra balear Myotragus, con patas muy cortas y unos incisivos que no dejaban de crecer, como los de una rata. Aunque es una especulación, el N. rex pudo extinguirse hace cuatro millones de años con la llegada a Menorca de la cabra enana, con la que competía por el alimento, apunta Köhler.
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"Era el más grande que ha existido con diferencia, aunque su ancestro fue un conejo normal, como los que nos come-mos", explica Meike Köhler, investigadora del Instituto Catalán de Paleontología de Barcelona y coautora del estudio sobre el N. rex.
Hace unos 5,2 millones de años, gran parte del Medi-terráneo se secó y los abuelos del N. rex, cuyo peso oscilaba entre los 500 gramos y los tres kilos, llegaron andando a Menorca. La isla era entonces una prolongación de las montañas del sistema Bético, que atraviesa parte de Andalucía y Valencia. Después volvió a quedar aislada de la Península por el mar, lo que dejó a los recién llegados en un entorno con "un clima más agradable que el actual" y sin depredadores, señala Köhler. Así surgió el N. rex tal como lo ha reconstruido su equipo en un estudio publicado en el Journal of Vertebrate Paleontology. Dada la falta de peligro, el animal prescindió de las orejas y los ojos grandes, con los que sus ancestros vigilaban en busca de peligro, y de la columna vertebral adaptada a huir dando rápidos brincos.
A cambio, desarrolló mayores reservas de grasas, un intestino más largo para digerir mejor y, en general, un tamaño 10 veces mayor que el de sus ancestros. Su tamaño era una prueba del gigantismo que experimentan especies de pequeña talla al colonizar nuevas islas. Al contrario, las especies grandes que invaden terrenos insulares suelen menguar, como fue el caso de la cabra balear Myotragus, con patas muy cortas y unos incisivos que no dejaban de crecer, como los de una rata. Aunque es una especulación, el N. rex pudo extinguirse hace cuatro millones de años con la llegada a Menorca de la cabra enana, con la que competía por el alimento, apunta Köhler.
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