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2010/04/24

Todo lo que la risa esconde

Fuente: Publico.

La raza humana posee un arma realmente eficaz, y es la risa", dejó escrito Mark Twain, uno de los padres de la literatura moderna y un escritor que hizo del humor un ingrediente imprescindible a la hora de hablar de temas más serios, como la política y la religión. Porque el humor nunca ha sido un fin en sí mismo y, más que un género, ha sido utilizado como especia para potenciar reflexiones más profundas. Pocas cosas hay tan populares como la risa y las listas de los más vendidos están de su lado. Encuentros como la Feria del Libro y el Día de Sant Jordi, donde autores como Eduardo Mendoza se enfrentan a largas colas de lectores, ponen de manifiesto que su estado de salud es tan vigoroso como una buena carcajada.
"Creo que la literatura de humor es apreciada por el público, que la lee y la disfruta, pero para el sector más relacionado con la crítica no tiene buena prensa ni buena aceptación", dice Fernando Iwasaki con amargura. El escritor peruano, con residencia en Sevilla, no sólo acaba de publicar una novela rebosante de guasa, como es España, aparta de mí esos premios, sino que prepara un curso de verano en El Escorial sobre el tema. Teniendo en cuenta este rechazo a la risa de los especialistas, Iwasaki se muestra "sorprendido de que Andrés Neuman haya sido premiado el pasado fin de semana con el Premio de la Crítica, porque en su novela el humor está muy presente". Se refiere a El viajero del siglo, de Neuman, "un ambicioso experimento literario no exento de humor", según su editorial.
En España, aparta de mí esos premios (Páginas de Espuma), Iwasaki puede con todo: "Abordo con humor el mundo de irrealidad en que se ha convertido no sólo la cultura, sino España. Hay una tendencia a convertir la realidad en reality show, a suplantar la sociedad civil por la audiencia y la voluntad popular por los índices de audiencia. Es esa tendencia a la sociedad del espectáculo la que caricaturizo en España, independientemente de que considero que la realidad es a veces más rocambolesca que la ficción".
Por esos caminos transita también Aire nuestro, la nueva novela de Manuel Vilas. Aire Nuestro es el nombre de una cadena de TV y "la novela son 11 canales donde se emiten programas típicos de una televisión actual. Es una novela-televisión", dice. Para él, "el humor lo ha sido casi todo en la literatura. La novela moderna nació desde el humor. Cervantes era un humorista. Kafka y Joyce, también. El último libro de Vila-Matas está lleno de humor. Tarantino es un humorista salvaje, Buñuel también".
Aire nuestro no pretende deliberadamente hacer reír al lector, es más bien "una mirada sobre la realidad que incluye la sátira y la parodia. Pero hacer reír a la gente me parece uno de los objetivos artísticos más maravillosos que puedo concebir. El hombre más importante de España es hoy el genial humorista José Mota", apuesta Vilas.
Algo parecido ha hecho Rodrigo Muñoz en Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos (Alfaguara). En él se pone en la piel de "un pobre individuo perfectamente sano", que se creía feliz... hasta que cayó en manos de un cuñado psiquiatra, "y de ahí ya fue de mal en peor. Evidentemente, es una gran parodia, pero de fondo sí hay una denuncia de la excesiva psicologización de la sociedad actual. Nos estamos convirtiendo en auténticos expertos en hurgar en nuestras cabezas y, de tanto hurgar, siempre encontramos algo".
Hagan paso a los humoristas
Como Mota, son humoristas Andreu Buenafuente y Carles Sans, de Tricicle. Son profesionales del humor y se valen de la tele y el teatro para hacer reír y hacer reflexionar al público. Ambos tienen dos novedades editoriales. Buenafuente ya es un experto: cada primavera es una tradición que lance una selección con sus mejores monólogos, pensados y escritos para la cámara, pero cómodos de leer en papel. El último, editado por Planeta, es Sigo diciendo. En su presentación ante la prensa madrileña, el periodista se alegraba de la proliferación de la risa en la televisión, que bien "podría ser el humor para tiempos de crisis".
El humor de Buenafuente también es una excusa para hablar de "lo cotidiano, que es lo que mejor conecta con el público; la política no interesa tanto a la gente como se cree", decía a Público. "Como material de humor, la política es un poco agria, se hiela la risa", completaba.
La política esta siempre presente. También el amor, el sexo, las relaciones de pareja: es el tema elegido por el actor Carles Sans para estrenarse con el libro Cita a dos (Seix Barral), escrito a cuatro manos junto a la periodista Anna Llauradó. Ella, curiosamente, es la que ha calmado "ese punto dramático, nada cómico", que le sale cuando escribe. Son 16 primeras citas amorosas, en las que cada uno de ellos aporta el punto de vista de su sexo, "un tema interesante y divertido también, porque el libro pretende entretener".
A pesar de lo cómico que resulta la guerra de sexos, Sans matiza que Cita a dos "huye de esos libros de humor sobre que las mujeres no saben leer mapas. Hemos huido de los tópicos". Lo pesado se queda en el fondo: sus historias "hacen reflexionar sobre la necesidad de encontrar pareja. Al tiempo que entretiene, da una visión general de la pluralidad de situaciones que facilita una primera cita amorosa". ¿Y sirve de algo la experiencia de hacer reír sobre el escenario? "No: en el teatro obtengo la reacción inmediata del espectador, que se ríe o aplaude allí. Los libros son más inciertos, ni siquiera sabes si todos los que te compran te van a leer...".
Como viñetista, oficio que siempre busca hacer reír, Juanjo Sáez también tiene libro nuevo en Sant Jordi: Yo. Otro libro egocéntrico de Juanjo Sáez (Reservoir Books). "Creo muchísimo en la risa, es uno de los motivos por los que vivo, es muy terapéutica y es como el azúcar: hace digeribles otros asuntos más serios. El humor es tan humano que siempre estará ahí. Es como comer, o dormir... una función básica y un recurso universal". Sáez es de los que no cree en una fórmula porque hacer reír con un libro "es un mecanismo misterioso. El humor siempre ha de tener un elemento rompedor y sorpresivo que hace que cambie constantemente. El humor, para que funcione, debe ser novedoso. Las fórmulas se queman rápido. Las cosas dejan de tener gracia".
La risa española
Nuestra tradición rebosa buen rollo, así que es de lo más normal que de aquellas carcajadas vengan estas risillas. "La literatura española siempre ha sido una literatura que ha tenido muy presente el humor, desde El Quijote a escritores actuales, como Eduardo Mendicutti, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes y pasando por Larra, Valle-Inclán, Jardiel Poncela", enumera Iwasaki.
En su condición de ingrediente, el humor ha ido impregnando estilos y adaptándose a épocas, mezclándose con rasgos y elementos ajenos. A veces, el humor resultante es tan específico que no es apto para según qué sentido del humor. La escritora Marta Sanz no tiene problemas en considerar su último libro, Black, black, black, una novela humorística, además de negra. "Lo es como todos mis libros desde Animales de compañía, con el que empiezo a practicar un tipo de humor buñuelesco que no le hace gracia a mucha gente, pero al que le hace gracia, se la hace de verdad", confiesa.
En el caso de Black, black, black, la gracia se esconde en "el homenaje a cierto tipo de novela negra: la retranca en los diálogos y en las reflexiones de un personaje como Marlowe, el hedonismo de Maigret, Carvalho o Montalbano". Con todo, más que intentar hacer deliberadamente reír al lector, Sanz apuesta por "compartir claves para sonreír, porque para que el humor aflore es imprescindible compartir claves: el sentido del humor es de las cosas más difíciles de comprender cuando se cambia de cultura. Después, he buscado congelar la sonrisa".
El caso de Fernando Aramburu es casi el de un recién llegado. Se podría decir que se estrena con el humor en su última novela, Viaje con Clara por Alemania (Tusquets), la que no tiene reparo en considerar novela humorística. Al menos, le gustaría que "el lector sonriera con frecuencia durante su lectura".
Como Sanz, Aramburu es de los de Buñuel. Sus otros referentes son "los que elevaron el humor a la categoría de arte. Cervantes, Kafka (a quien tengo principalmente por humorista, y no soy el único), los surrealistas, los aforismos de Groucho Marx, tres o cuatro monologuistas alemanes actuales, etc.". Desde su residencia en Alemania, cree que en España hay un "menosprecio sobre la literatura de humor. El mismo menosprecio que se dirige de costumbre en España a la literatura para niños, al género memorialístico, a la poesía y a tantas otras formas de expresión que no sean las dos o tres que están de moda", se lamenta.
Las herramientas, en ambos casos, son diferentes. Para Sanz, un buen método es "juntar las churras con las merinas, lo intelectual con lo grosero, tratando de reproducir en la medida de lo posible ese absurdo de la realidad que se manifiesta, por ejemplo, en los diálogos de besugos que mantenemos todos los días en los ascensores o en las cabinas de los taxis". En este sentido, para la escritora, lo fundamental es "mirar alrededor. A veces no hace falta usar la exageración ni la mezcla de lo distinto, no hace falta manipular retóricamente lo real para provocar la risa: basta con sacar una instantánea de lo que se ve".

Menosprecio y mal humor

Aramburu es más crítico en la utilización de la lente deforme. Hay muchas maneras de reír con un libro pero "hay algunas que repruebo porque desisten de la inteligencia. Detesto el humor de pito, culo, caca. También el que se basa en ofensas burdas del tipo: van dos maricones por la calle, entra una monja en un burdel, etc.". Aramburu persigue "la complicidad en el humor con los lectores con juegos de palabras, imitación de estilos, episodios narrados con ironía, escenas descacharrantes, paradojas, reflexiones absurdas, etc.".
Pero, ¿goza el humor hoy de menosprecio, de mala prensa? ¿Hay muchas novelas o menos de las que debería? ¿Cuántas? "Hay pocas novelas con humor", resuelva Manuel Vilas. "Antonio Orejudo y Rafael Reig son escritores de mi edad que usan el humor como herramienta literaria. El humor está más presente en el cine. En eso, va por adelantado. Pero creo que los lectores agradecen mucho novelas con humor inteligente", dice Vilas. Admirador también de Buñuel, confiesa que, en su caso, no puede hablar en serio: "Me es imposible. Como a Tarantino, hablar en serio me resulta opresivo e impostado".
Lo mismo que le ocurre a Hipólito G. Navarro, que con su antología de cuentos El pez volador (Páginas de Espuma) pretende "hacer reír y pensar". Su actitud para ello es "estar en guerra permanente contra la solemnidad. Creo que hay que saberse reír de uno mismo y luego, continuar riéndose de todo lo demás". Al igual que Vilas, cree que "el humor no se acepta en la literatura. Sí en otros ámbitos, como el cine o el teatro, pero desgraciadamente, al grueso de los lectores le parece que los textos humorísticos le están tomando el pelo".
Para Sanz, el humor no goza de mala prensa. "Todas las etiquetas lo venden bien en su medio: el humor crítico, el chusco, el intelectual, el televisivo, el carca y el ripioso Ussía tiene presitigio en La Razón, Mota en La 1, Muchachada Nui en La 2 y Woody Allen en El País...". Rodrigo Muñoz considera inevitable que el mercado cree etiquetas para clasificar obras y ayudar a los lectores. "Pero no me sentiría bien si encontrara Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos en la sección de humor de una librería. Yo lo que he escrito es una novela, no un artefacto humorístico. La única clasificación de las novelas que me vale es la que las divide en buenas y malas".
Reír con inteligencia
Y, finalmente, ¿hay límites? ¿Puede el humor meterse con todo, hasta con aquello que nunca haría gracia? Para Iwasaki, todos los grandes autores "han demostrado que el humor es una manera de estar en el mundo y puede dar su visión de cualquier tema". Para él, "el humor es una expresión de la inteligencia y, por tanto, la inteligencia de los creadores es la que sabe encontrar, no tanto los límites, como la eficacia del humor".
Lo mismo decía el británico Geoff Dyer a Público, uno de los escritores más divertidos de su país: a él no le gustan "los libros que sólo buscan hacer reír" y asegura que "los mejores chistes expresan ideas profundas en miniatura. Cuando nos reímos con una broma respondemos del mismo modo que ante un truco de magia".
Sanz tampoco apuesta por un humor que suavice la realidad y la haga soportable, sino por el otro, el crítico y autocrítico. "La risa es saludable y nos diferencia de los cerdos y de los leones. Pero a veces el humor se vende sólo de una perspectiva terapéutica y liberadora. Como algo inofensivo y amable, que invita a pasar un buen rato. Me desagrada su uso reaccionario, que nos coloca por encima de lo que nos reímos y que considera que, una vez que te has reído, el fantasma y el dolor se evaporan".
Iwasaki termina por cerrar el círculo de la risa y la inteligencia: "El humor no equivale al chiste, que tiene una finalidad muy efímera: saber descifrarlo en el momento y ya está. Tiene otra misión: te tiene que hacer reflexionar, te tiene que dejar en una situación de melancolía. Una vez disfrutado y reído, la propia inteligencia del humor te tiene que llevar a cuestionar lo que te ha parecido tan divertido". Vilas remata: "La risa cuestiona la autoridad. Los humoristas pueden ser muy peligrosos". Como decía aquel filósofo de la coña: cuidadín.

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