Fuente: 20minutos.
Aunque en muchas ocasiones se trata  de empresas centenarias, las agencias de calificación de deuda (o de rating)  al ciudadano de a pie le han empezado a resultar familiares en estos  tiempos de crisis  económica. Su imagen no es precisamente idílica: en los últimos  tiempos la aparición de estas empresas con sus informes les hacen  parecer una especie de "hombre del saco" que aterroriza los  mercados.
Infundados o no, estos temores no  son para tomarlos a la ligera. En la última semana, Standard & Poors`s -la mayor de estas agencias-  ha revisado su calificación de las deudas soberanas a largo plazo de Grecia,  cuyos bonos ahora son "basura"  al llegar a la calificación BBB+; Portugal, que ha pasado de A+ a A, y España,  cuya calificación pasó de ser AA+ a AA con persepectiva negativa.
¿Qué debe pensar un ciudadano de la calle al ver estas  recalificaciones de la deuda de su país? "Debe pensar que será más cara  la financiación del Estado y las empresas y que puede afectarle en  cuanto a que los créditos a los que puede acceder puede que sean  más caros y escasos", explica Lorenzo Dávila, jefe del  Departamento de Investigación del Instituto de Estudios  Bursátiles (IEB).
El caso de España es el menos grave de los tres ya que la agencia  sigue calificando de "excelente" su deuda pese a su rebaja,  sin embargo las consecuencias en los parqués bursátiles y en la  confianza hacia nuestro país ya  se están haciendo notar. De hecho, aunque las otras dos principales  agencias Moody's y Fitch mantienen  de momento su calificación de la deuda española, los analistas esperan  que sigan el camino de su competidora y rebajen sus propias  calificaciones para nuestro país.
En este maremágnum casi arcano de letras mayúsculas y signos  aritméticos hay parte de lógica matemática y también, por qué no  decirlo, de artes adivinatorias algo oscuras.
Modelos desconocidos
Las agencias de calificación crediticia son empresas que, por cuenta  de un cliente, califican unos determinados productos financieros o  activos ya sean de empresas, estados o gobiernos regionales (como las  comunidades autónomas en España). En pocas palabras, sus notas valoran  el riesgo de impago y el deterioro de la solvencia del emisor.  Para ello utilizan modelos econométricos en los que usan distintas  variables como la deuda acumulada, la velocidad en devolverla, etc. que  les sirven para valorar el potencial económico del sujeto analizado. Es  decir, estos datos informan, por ejemplo, de si una inversión en un  determinado producto financiero (letras del tesoro, acciones, etc) es  arriesgada, analizando la posibilidad de que el inversor cobre los  intereses y de que recupere el dinero una vez vencido el producto.
"El problema es que nadie sabe el  modelo que utilizan para calcularlo", explica el profesor de Economía José García  Montalvo de la Universidad Pompeu Fabra, "cobran por hacerlo, pero  no te dicen sus variables". "Lo que sí sabemos es que en los últimos  siete años no han modificados sus modelos y estos tenían fallos",  asegura.
Este sector funciona casi como un oligopolio controlado por tres  compañías neoyorquinas Standard & Poor's, Moody's y Fitch, que dominan  aproximadamente el 90% del mercado. Aunque cada una tiene su  propio sistema de calificaciones, éstos son muy similares.
Muchas dudas
"La agencias de rating no siempre aciertan. La gente les  cree y por eso tienen influencia a corto plazo, pero a largo plazo lo  que predominan son otros factores", dijo Dominique Strauss Kahn, director del Fondo Monetario Internacional, este jueves.  En un  tono comedido, la Comisión Europea, también dio un particular toque de  atención a estas empresas al pedir "que actúen responsablemente y con  rigor, sobre todo en momentos tan sensibles y difíciles como los  presentes".
Lo cierto es que estas empresas no  pasan por un buen momento de credibilidad.  Sus ocultos modelos de  valoración -que se cree que no disponen de todos los datos  necesarios-, algunas polémicas sobre sus valoraciones  interesadas y su funcionamiento dejan demasiadas dudas. "Si la agencia  pone una calificación a tus activos que no te convence, puedes no pagar,  así que les interesa poner AAA porque si no el cliente podría irse",  explica el profesor García Montalvo que, añade, "es absurdo".
Y es que estas agencias han demostrado sus carencias en crisis como  la de Enron  y en los primeros estadios de al actual crisis financiera -Lehman Brothers  tenía una buena calificación justo antes de su debacle-.
Y aún así, tienen el poder de desestabilizar las economías  nacionales. Por ello, la UE quiere reglamentar el funcionamiento de las  agencias para que estén bajo su supervisión y parece que no se  descarta la creación de una agencia pública europea, ya que,  aunque se dude de su funcionamiento se reconoce que el efecto de estas  agencias es muy positivo tanto para emisores como para  inversores.
"Esta no puede ser la solución", analiza García Montalvo, "una  agencia pública europea tendría un interés muy claro en valorar  positivamente la deuda de los países miembros y la de los países  dependientes. Tendría la misma credibilidad que las privadas".
¿No hay opción?
"Antes estas agencias tenían los incentivos correctos  porque sus clientes eran los inversores y la agencia debía decirles la  verdad", explica este profesor de la Pompeu Fabra. "Volver a eso podría  ser la solución, pero es muy complicado: a la velocidad que corre hoy la  información, esos informes estarían en la red en horas y se les  acabaría el negocio".
García Montalvo apunta una posible  solución intermedia: que sean los organismos públicos quienes indiquen qué  agencia deben valorar la deuda de un determinado país o  empresa.
De momento, no hay alternativas a estas agencias. Las instituciones  se pueden negar a que les califiquen su deuda -algunas cajas de ahorros  lo han hecho-, pero provoca una situación difícil: pocos se fiarán de  ellos y vender su deuda resultará más caro. "Es salirte del  sistema y eso no te va a salir barato", concluye García  Montalvo.
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