Se puede encargar una tesis, una tesina o cualquier texto académico. Unos 500 sitios web fabrican trabajos universitarios a pedido. La mayor parte de los que ofrecen el servicio en español está radicada en la Argentina. Google los prohibió en sus páginas de publicidad.
Por Josep Sarriegui
Un grupo universitario de las islas Baleares, en España, investigó la penetración del fraude en el sistema educativo y detectó numerosos sitios comerciales que ofrecen trabajos académicos a medida. A partir de ese informe, Google puso en práctica una decisión drástica: prohibir en sus páginas la publicidad de sitios web dedicados a vender trabajos académicos hechos a medida para todo tipo de estudiantes. Estas ofertas comerciales virtuales pasarán a engrosar la lista negra del buscador, en la que también se encuentran los anuncios de armas, prostitución, drogas, tabaco, documentos falsificados y curas milagrosas. La investigación española detectó que la mayor parte de los sitios que ofrecen ese servicio en castellano está radicada en la Argentina.
La medida es el producto de una alarma colosal que se extendió en los últimos años en el sistema educativo, particularmente en el anglosajón, hasta el punto de arrojar una dramática sombra de sospecha sobre el verdadero nivel académico de estudiantes y graduados.
Es que el “copiar y pegar” ya está en desuso. El nuevo fenómeno fue bautizado como “cibersuplantación” y constituye un paso adelante en una práctica muy extendida desde hace una década, el “ciberplagio” de la generación estudiantil del copiar y pegar. La creciente pericia de programas informáticos como Turnitin, Copycatch y Eve2, que comprueban si se trata de trabajos originales o copiados literalmente de alguna página web, unida a la mayor perspicacia de los docentes, dejó anticuado el plagio cibernético en el mundo anglosajón, a pesar de que en muchos países aún sigue siendo un método bastante común de fraude. Así lo cree Jaume Sureda, catedrático de Ciencias de la Educación de la Universidad de las Islas Baleares y miembro del equipo de investigadores que, desde 2006, indaga en los nuevos métodos de fraude educativo.
Sureda asegura que en Estados Unidos e Inglaterra el copiar y pegar se convirtió ya en “un engaño confinado a alumnos pobres”, dado que quienes lo pueden pagar tienen a mano un extensísimo abanico de portales de Internet que, bajo el disfraz de “servicios de escritura para estudiantes”, lo que ofrecen es la descarada elaboración de trabajos académicos completos –tesinas y tesis doctorales, entre ellos– realizados por terceros, a precios fijos en función del número de páginas y del plazo de entrega.
“Normalmente los realizan profesores retirados y siempre garantizan la confidencialidad más absoluta”, explica el docente universitario, quien agrega que se descubrió también que en muchos sitios web “la oferta se adapta hasta tal punto a la demanda que se solicita al estudiante que aclara cuál es su nivel del idioma, a fin de no ser descubierto por su profesor”. Otra sorpresa fue hallar que se extiende ya una oferta que tiene en cuenta el toque cultural; es decir, las variantes idiomáticas propias de la zona geográfica del demandante. Además, los derechos de autor se trasvasan íntegramente al comprador.
En su primer año de pesquisas, el grupo investigador encontró ya en Internet más de 500 fábricas de trabajos académicos (dissertations and essay mills, en su denominación inglesa), aunque están convencidos de que seguirán hallando muchas más, dadas las proporciones industriales que el sector alcanzó.
Un puñado de tales fábricas realiza los encargos en español. Curiosamente, la mayor parte está radicada en Argentina, mientras que otras no revelan su ubicación. El precio medio de una tesis doctoral de 200 páginas, calculan los investigadores, está en torno de los 12.000 euros.
Otro rasgo habitual de estos portales es que demandan escritores free-lance para cubrir la demanda desbordada de solicitudes de escritos escolares. Y una curiosidad casi obscena: en muchos casos alertan sobre la proliferación de ofertas más baratas procedentes del Este de Europa y de Asia, lo que, avisan, no garantiza el buen nivel de los trabajos entregados. En algunos casos incluso colgaron un aviso en sus webs que advierte de que trabajos por menos de 10 dólares la página son un fraude.
La prohibición por parte del buscador Google ya desató alegatos defensivos de propietarios de algunos portales, que se defienden asegurando que su negocio está básicamente en el “asesoramiento” en la elaboración de trabajos académicos, cosa que con sólo abrir sus páginas de inicio se revela falso. El problema de fondo está en realidad en que hasta ahora el 80 por ciento de sus clientes llegaba a ellos a través de Google, en muchos casos mediante su sistema publicitario Adwords.
Matthew Wilson, director de Essaywriter.co.uk, afirmó, en declaraciones a BBC, la televisión pública británica, que la prohibición castigará a las compañías del sector transparentes y legítimas, que venden trabajos pero advierten de que no deben ser usados de forma deshonesta.
El grupo de investigación de la Universidad de las Islas Baleares realizó una encuesta virtual en toda España, a través del portal Universia, para tratar de esbozar el grado de implantación de estos métodos en ese país. A ella contestaron 560 estudiantes. A la pregunta sobre si “pagaron a alguien para que haga un trabajo académico o lo compraron, por ejemplo, a través de Internet”, el 3,22 por ciento reconoce que lo hizo.
Pese a las garantías de anonimato, y dado que autoinculparse no es práctica muy extendida, en el sondeo también se solicitaba si conocían a alguien que hubiera comprado trabajos. Aquí el porcentaje se eleva a un preocupante 27,15 por ciento. A la pregunta sobre si habían descargado un trabajo completo desde Internet y lo habían entregado como propio, el 6,62 por ciento contestó afirmativamente y un espectacular 62,15 por ciento dijo que conoce a otros que lo hicieron.
El copiar y pegar fragmentos de Internet, sin citar la fuente, en trabajos de elaboración propia, bate todos los registros: el 59,46 por ciento de los universitarios españoles reconoce haberlo hecho alguna vez y el 79,28 por ciento asegura conocer a otros que lo efectuaron.
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