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2011/03/02

Una 'semilla' de la vida llegó del espacio

La gran mayoría de lo que respira cualquier terrícola en cada bocanada de aire no es oxígeno, sino nitrógeno, un gas estable e inerte que expulsamos tal cual lo aspiramos. Lejos de ser un simple relleno, el nitrógeno es un componente fundamental de las proteínas y de los ácidos nucleicos como el ADN; es decir, de la biología. Rastrear su pasado, como el de otros ladrillos bioquímicos, es seguir las huellas del origen de la vida.
Este ha sido el objeto de un estudio de la Universidad de Arizona que hoy publica PNAS. Su autora principal, la astrobióloga Sandra Pizzarello, ha dedicado 30 años a establecer cuánto tenemos de extranjeros en nuestro propio planeta o, de forma más propia, qué influencia tuvo la llegada de objetos espaciales en la aparición de vida en la Tierra, una teoría conocida como panspermia y sostenida hoy por una gran parte de la comunidad científica.

Bombardeo cósmico

Pizzarello y sus colaboradores estudian rocas extraterrestres halladas en la Tierra y que pueden conservar un retrato químicamente aproximado a su origen. Los científicos analizaron el GRA 95229, un meteorito hallado en la Antártida en 1824. Al someter una pizca de polvo a agua a alta presión y a 300ºC, la arenilla alienígena liberó gran cantidad de amonio, un compuesto reactivo del nitrógeno.
La importancia del hallazgo estriba en que no basta con tener nitrógeno, sino que debe estar en la forma adecuada para ensamblarse a otros ladrillos químicos. Y Pizzarello lo ha encontrado en esa antigua roca espacial. "Cualquier teoría sobre la biogénesis debe explicar el aporte de nitrógeno reducido (reactivo)", detalla Pizzarello. "Hasta ahora el amonio ha sido un poco esquivo", añade. "El aporte directo de gran cantidad de amonio útil para la química prebiótica es algo muy atractivo", alega.
"Es muy significativo", valora el astrofísico Josep Maria Trigo-Rodríguez, del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC e Institut d'Estudis Espacials de Catalunya IEEC). Trigo no ha participado en el estudio de Pizzarello, pero él y su colega Javier Martín-Torres, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), publicarán próximamente un trabajo que está muy en consonancia con los resultados del equipo estadounidense y que responde a una pregunta obvia: ¿el nitrógeno no venía de serie en el equipamiento terrestre?
Situando los datos de la composición atmósferica en un modelo termodinámico, Trigo y Martín-Torres explican que, durante la formación de la Tierra, la atmósfera sufrió un proceso de borrón y cuenta nueva por efecto del viento solar: "Los constituyentes orgánicos fueron volatilizados", expone Trigo. Tras esta "vaporización", cometas y asteroides "enriquecieron el contenido volátil de la Tierra en la época del Bombardeo Intenso Tardío", un periodo de abundantes impactos meteoríticos hace 4.000 millones de años. Pizzarello coincide con las conclusiones de los españoles; como bióloga no se pronuncia sobre un posible origen alienígena para todo el nitrógeno terrestre, pero de algo no duda: "Al menos es así para el nitrógeno útil a la química prebiótica".

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