Se cruza por uno de los pasillos del pabellón 15 de CeBIT y en lugar de aterrar como el resto de los de su especie, el dinosaurio despierta la ternura con sus miradas y gestos. PLEO es un robot con doce sensores: luz, movimiento y sonido. Así, la mascota sabe si está sobre el suelo o suspendido, si le acarician o le pegan, si es de día o de noche. Incluso sabe si quién le llama es su dueño por la voz. Puede distinguir si su amo solo habla o ha pronunciado su nombre, también distinguir si el tono es cariñoso o le está regañando. Gracias al chip y el empleo de software con instrucciones de inteligencia artificial que le hace funcionar y comportarse casi como una mascota doméstica.
Parpadea, hacer carantoñas y se deja querer, pero también puede hacer travesuras para llamar la atención. Incluso tener mal carácter. En este punto recuerda mucho al Tamagotchi, la primera mascota virtual que se popularizó a finales de los 90. Cabía en el bolsillo y a medida que crecía demandaba más y más atenciones.
Según el trato que se le dé a PLEO será dulce, independiente, inquieto o travieso. Julien Rio, desarrollador de Joker Technologies, la empresa radicada en Hong Kong que lo fabrica explica por qué se porta así: "Nos dirigimos a tres segmentos de mercado: los niños para que tengan una mascota más sencilla que una viva, la tercera edad, para que no se tengan que preocupar de sacarlo a pasear o limpiarlo pero se sientan acompañados, y, por último, los adolescentes interesados en la programación".
Esta es quizá la parte más interesante y creativa del juguete, que incluye software de programación sencillo para crear nuevas personalidades al dinosaurio, movimientos e incluso coreografías. "Todo depende de la habilidad que tengan los jóvenes programadores para dotarlo de personalidad y funciones nuevas", añade el ingeniero francés a cargo del aparato.
La cubierta exterior del juguete está hecha de látex para dar sensación de piel y que resulte más sensible al tacto. Eso sí, cada uno de los dinosaurios está pintado de manera diferente. Promete autonomía para más de 18 horas de actividad, es decir con el juguete en posición de alerta, no de descanso y sabe avisar de que necesita "descansar" (recargarse). Si se le educa bien sabrá comportarse de manera amistosa con las personas y con otros de su especie. Si no, siempre queda el recurso de borrar la memoria y como con el tamagotchi, empezar de cero.
El precio, 499 euros, bastante elevado para tratarse de un juguete. Ya se vende en Asia y Estados Unidos. Según el fabricante llegará a Europa en primavera.
El Pais
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