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2011/01/03

El Mekong pierde la batalla ante el desarrollo industrial

Khiev Bo mira preocupado al río. Lleva 40 años viviendo en Sambor, una pequeña localidad del norte de Camboya situada a orillas del Mekong, y nunca había visto el río, el más largo del sureste asiático, en un nivel tan bajo. "Este año ha habido pocas lluvias, aunque en la estación seca también estaba más bajo de lo normal", asegura este pescador retirado. El Mekong está sufriendo por el rápido desarrollo de los países de la región. Sus aguas, que brotan en el Tíbet y bañan el sur de China, Laos, Birmania, Tailandia, Camboya y Vietnam, están cada vez más contaminadas y su fauna, amenazada por las presas a lo largo de su curso.
El cambio climático también se ha dejado notar en la región. El Mekong ha alcanzado su nivel más bajo en el último medio siglo por una sequía que comenzó el año pasado. Sin embargo, algunos expertos aseguran que la falta de lluvias no es la única razón y apuntan a las tres presas que China ha construido en la zona alta del curso del río. "Desde los años 80 se han percibido cambios por el programa de presas chino en la provincia de Yunnan", afirma el historiador australiano especializado en el Mekong Milton Osborne.
El programa es aún más ambicioso y otros cuatro diques y una cascada de siete presas serán construidos antes de 2030 en el Río rabioso, como lo llaman en China. "Incluso cuando tengan solo cinco de las presas, China ya será capaz de regular el caudal del río, reduciendo la cantidad de agua durante la estación húmeda y subiendo el nivel durante la seca", continúa Osborne.
China no es el único país que ha visto en el Mekong la posibilidad de saciar la creciente demanda de energía de la región. De las 12 presas que está previsto que se construyan en sus aguas, ocho estarán en Laos, dos en Tailandia y otras dos en Camboya. Una de las que más preocupa, por su alto impacto medioambiental, es la de Sambor. "Todo el mundo tiene miedo aquí, aunque no lo quieran reconocer. Saben que las desventajas serán mucho mayores que las ventajas. Y esto no va tener consecuencias solo aquí, sino en toda Camboya.", asegura Bo.

"No supimos más"

En 2008, una empresa china llegó a la zona para estudiar la viabilidad del proyecto. "Estuvieron un año trabajando aquí con sus camiones. Nos dijeron que iban a construir una presa. A final de año, se fueron y no supimos nada más", asegura Suosodai, un estudiante de magisterio de 20 años. Nadie volvió a saber nada hasta noviembre, cuando el Gobierno anunció un acuerdo con China para retomar el proyecto.
La expropiación de las tierras y la reducción de los recursos pesqueros son las principales inquietudes en el pueblo. Sin embargo, las opiniones están divididas ya que muchos ven también las ventajas del proyecto. "Si la presa se construye aquí, la gente tendrá trabajo y la electricidad será más barata", asegura el secretario de la comunidad, Kong Setha. "Hay muchos que no están enfadados. Lo ven como una oportunidad", continúa. Es el dilema entre el crecimiento económico rápido y la conservación del medio natural.
El principal problema de las presas es su impacto en las migraciones de los peces. El Mekong tiene la mayor concentración de recursos pesqueros en aguas interiores del mundo. Cada año se pescan 2,6 millones de toneladas de pescado salvaje en sus aguas, lo que equivale a unos 1.500 millones de euros en ventas. Si se tienen en cuenta las industrias relacionadas, el valor se sitúa entre 4.250 y 7.100 millones de euros cada año.
Sin embargo, muchas de estas especies necesitan remontar el Mekong para poder reproducirse. El bloqueo de sus flujos de migración las condenará a la extinción o reducirá sus colonias de forma considerable. Las presas disminuirán además el sedimento y otros componentes necesarios para la alimentación de los peces.
Laos ya ha asegurado que la probable extinción del pez gato gigante no le hará replantearse la construcción de la presa de Xayabouri al norte del país. Otras tres especies del Mekong desaparecerán si se construyen las presas, según un informe de WWF, y el raro delfín del Irradawy, ya muy amenazado por la contaminación y la pesca ilegal, recibirá un golpe definitivo.
La Comisión del Río Mekong es la institución que tiene la última palabra en la construcción de las presas. Creada en 1995, se encarga de canalizar las conversaciones entre los cuatro países del bajo Mekong Vietnam, Laos, Camboya y Tailandia. Por ella deben pasar todas las propuestas que puedan afectar al curso del río en otros países. De momento, sólo el proyecto de Xayabouri en Laos ha sido presentado a la asamblea para su aprobación.

Electricidad barata

La propia Comisión ha desaconsejado la construcción de las presas, al menos durante los próximos diez años. Sin embargo, la toma de decisiones depende directamente de los gobiernos, quienes, ávidos de electricidad barata, continuarán con sus proyectos. "Tienen que replantearse si su concepto de desarrollo es el más adecuado. No tienen en cuenta cómo la pesca afectará a sus economías ni tampoco la seguridad alimentaria de los que viven del río. Más electricidad no implica necesariamente más desarrollo", asegura Carl Middleton, de la ONG International Rivers.
El Sureste asiático es una región que lucha por su desarrollo económico. Con algunos de los países más pobres del mundo, entre ellos Birmania, Laos y Camboya, y con otros que han iniciado un rápido crecimiento económico, como Vietnam, la electricidad barata se ha convertido en la clave para salir de la miseria. Sin embargo, los 60 millones de personas que viven en torno al Mekong dependen también de la pesca fluvial, que les aporta las tres cuartas partes de las proteínas que ingieren, y de su abundante caudal, que riega sus campos de arroz.
Modificar la naturaleza del río llevará a un inevitable problema de seguridad alimentaria, y buscar otras fuentes de energía ralentizará el crecimiento económico. En realidad, todo el sureste asiático sufre el mismo dilema que Sambor.
Las presas serán un agravante de la situación, pero no su principal problema. Según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de Naciones Unidas, la cuenca del Mekong será una de las tres zonas del mundo más afectadas por el calentamiento global. La principal consecuencia será el cambio en el patrón de las estaciones, que serán más extremas.
Este año se ha cumplido ese nuevo patrón. La estación seca se ha alargado y ha sido más árida. En octubre, un mes en el que las lluvias suelen empezar a remitir, se han registrado nubes monzónicas y noviembre ha visto fuertes tormentas ausentes en años precedentes.
La primera voz de alerta se dio en el nacimiento del Mekong, en el Himalaya, cuyos glaciares menguan rápidamente. Según un estudio publicado por Nature el pasado septiembre, más del 80% de los glaciares del Himalaya está retrocediendo. Aunque no hay un consenso científico sobre la rapidez con la que están desapareciendo las masas de hielo, la mayoría coincide en que esto recrudecerá las sequías.
En el delta del Mekong, en Vietnam, la situación es la contraria y la principal preocupación serán las inundaciones y la subida del mar. Según el ministerio de Agricultura de Vietnam, el delta del Mekong se encuentra en un nivel tan bajo que una pequeña subida del mar anegará el 70% de la zona y la sal dejará infértiles los campos de arroz. Las presas también juegan un papel crucial, puesto que pueden impedir que los sedimentos lleguen al delta y contrarresten el avance del mar.
Ratha, un pescador de la zona, tira su lata de refresco al agua mientras asegura que la presa de Sambor será un desastre para la comunidad. "Nuestras vidas no volverán a ser las mismas", dice, sin entender que ese aluminio también mata a sus peces.
Las políticas de concienciación medioambiental aún no han llegado al sureste asiático y los habitantes ven los cursos de agua como basureros para todo tipo de residuos. Las políticas para aumentar la productividad también están afectando al río, que cada vez está más contaminado por los pesticidas y fertilizantes químicos.
La situación es especialmente preocupante cerca de las grandes urbes y, sobre todo, en la zona del delta, donde hay altas concentraciones de fósforo y de metales pesados, lo que ha llevado a la Comisión a desaconsejar la cría de peces destinados al consumo en esta región. En el Mekong ha aumentado además el amonio, un componente que en altas concentraciones es tóxico para el ser humano.
Este es el río que mira una y otra vez Bo, con sus pequeños ojos melancólicos. "Para mí esto es mi vida. Si me quitan esto, me lo quitan todo", asegura. El tono de su voz se muestra sin esperanza. "Supongo que no podemos luchar contra el desarrollo", concluye, mientras aparta sus ojos del agua. Sabe que dentro de poco ya no será el mismo.

Publico

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