Luis tiene un negocio y muchísimos clientes. Facebook le parecía una herramienta útil no solo para sus contactos personales, sino también profesionales, así que decidió abrir una cuenta en la red social. Hace un par de meses una persona que se llamaba igual que él le envió una solicitud de amistad. «La verdad, no sé por qué acepté. Quizás por inercia. Enseguida descubrí que ese tipo se estaba haciendo pasar por mí, porque en su perfil había una foto mía, además de datos reales y otros falsos —sobre ideología política, religión, gustos personales, etcétera— que podían hacerme mucho daño. En su muro había vertido opiniones que si leían mis compradores me podían tachar de loco peligroso. Le envié un mensaje pidiéndole explicaciones y me contestó “jódete”. Consulté con informáticos, pero no hubo forma de seguir su rastro, ya que pudo apuntarse en un cibercafé. Entonces contacté con un despacho de abogados especializado en la supresión de información no deseada en la web. Bastó una amenaza de denuncia para que ese individuo desapareciera. Sospecho quién pudo ser, pero no tengo pruebas. La Red puede resultar a veces muy peligrosa. Para hundirme, bastaría con que alguien ponga en marcha un blog dedicado a poner a parir mi negocio».
¿La privacidad ha muerto? Algo así parece que dijo Mark Zuckerberg, creador de Facebook, aunque luego lo desmintieran los portavoces de la compañía. Más allá de las opiniones están los hechos. Cientos de millones de internautas cuentan sin precauciones qué hacen minuto a minuto (Twitter); dónde comen o desayunan (Foursquare); enseñan sus fiestas del sábado noche (Facebook) e, incluso, relatan cuánto gastan y en qué, en Blippy, una nueva red social para compradores compulsivos que registra y comunica a nuestros contactos cada compra que hacemos con determinada tarjeta de crédito («una forma divertida y fácil de ver y discutir lo que la gente adquiere»). Y todos cedemos esos datos voluntariamente, quizá sin valorar las opciones de privacidad que ofrece cada red social. «Circular en la Red es como hacerlo por carretera. En autopista se recomienda una velocidad máxima de 120, pero hay coches que la superan, que quieren ir a 300, y se arriesgan. Cuanto más rápido circules, más riesgos tendrás», afirma a ABC un portavoz de Facebook en España.
Intimidad al descubierto
Además de las imprudencias de los internautas, no conviene olvidar las de las empresas que facilitan esos servicios. Algunas aplicaciones populares de Facebook transmitieron información privada de los usuarios a decenas de anunciantes, según una investigación de The Wall Street Journal. Un portavoz de Facebook aseguró que estaban adoptando medidas para «limitar drásticamente» esa exposición. En el caso de Google, los coches que recogían información para su servicio Street View obtuvieron además, involuntariamente, millones de datos privados de personas que tenían sus redes wifi abiertas. El caso está ahora en los tribunales, aunque la multinacional se ha comprometido a un borrado cuando los jueces lo autoricen.
El pasado 31 de mayo, algunos disconformes con Facebook por la dificultad de configurar sus opciones de privacidad (simplificadas posteriormente) organizaron el «Quit Facebook Day», el día de la «deserción». Solo se inscribieron 34.100 personas, un número significativo pero ridículo frente a sus más de quinientos millones de usuarios. Otro pequeño grupo de descontentos se apuntaron a Diaspora, una red social lanzada por cuatro estudiantes de la Universidad de Nueva York con el mensaje de que la privacidad era lo primero. «Ese concepto puede tener un significado distinto para cada persona. Para unos será lo que ocurre en casa y para otros las cosas que comparten. Lo importante es tener herramientas a tu disposición para controlar esa privacidad», dice el portavoz de Facebook en España.
Un funcionario público que desea guardar el anonimato cometió una infracción de convivencia ciudadana. Le pillaron y le enviaron la correspondiente notificación a casa. Al no estar localizable el requerimiento se publicó en un boletín oficial en internet. «Allí estaba, a la vista de cualquier usuario, con todo lujo de detalles: lo ocurrido, el protagonista y la sanción. Y una vez pagada la multa, no se elimina la información. Se queda ahí hasta el fin de los tiempos», nos cuenta su abogado. «El problema es que hay boletines oficiales que permiten buscar sus datos por Google, y entonces estás perdido. Todavía no hay una regulación específica a nivel nacional que nos proteja de estas cosas. En esta ocasión pudimos solucionarlo directamente sin necesidad de acudir a la Agencia Española de Protección de Datos».
«Es posible salir de Google»
Aparición en boletines oficiales en relación a multas, notificaciones, etcétera. Fotografías comprometedoras en redes sociales como Facebook o Tuenti. Inclusión en ficheros de morosos de forma indebida. Menciones negativas en blogs o foros. «Indexación» por buscadores como Google o Yahoo de todo lo anterior, permitiendo el acceso de cualquiera rápida y fácilmente... La publicación de información privada en internet es cada vez más frecuente y afecta a más gente. Miguel Juan Cobacho, abogado especializado en privacidad, pensó el verano pasado que sería una buena idea dar cobertura a la gente que quisiera desaparecer de la Red. Creó salirdeinternet.com y en pocos meses ha asesorado a más de doscientos clientes, algunos de ellos protagonistas de sanciones vejatorias cuyo conocimiento era público en el ciberespacio.
«Google dice que los buscadores no son responsables de la eliminación de ese contenido, pero en mi opinión es evidente que tiene capacidad de control sobre el mismo; puede vetarlo o tolerarlo», afirma Cobacho. «La Audiencia Provincial de Madrid estimó que a esa empresa le es aplicable la normativa española “no porque sea autora de la información que se considera atentatoria contra el honor de la parte apelante, sino por el hecho de que a través de su sistema de búsqueda permite acceder a dicha información”. Es posible salir de Google y de los boletines oficiales. De hecho, hemos sido los primeros en España en conseguirlo. Pusimos una denuncia ante el Defensor del Pueblo en relación a los boletines, ya que no informan de los derechos a los ciudadanos. Es necesaria una legislación acorde a los tiempos actuales». Este despacho se orienta al amparo de la privacidad de los particulares, pero también del derecho al honor de empresarios y compañías, lo cual le diferencia de la Agencia Española de Protección de Datos. Seducidos por la revolución tecnológica y las redes sociales nos habíamos olvidado de las precauciones tomadas en tiempos analógicos.
Y ahora hay quien desea borrarse.
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