Los pediatras españoles están acuñando, en los últimos años, una lista de nuevas patologías con nombres como la wiitis, el síndrome de la pantalla, el pulgar de Blackberry o el codo de móvil. Aunque suenen a neologismo, los síntomas que provocan son de sobra conocidos en medicina: tendinitis, ojo seco, bursitis, afectación del túnel carpiano, epicondilitis, lesiones nodulares o malformaciones.
A estas viejas-nuevas dolencias se unen otras vinculadas a hábitos como la obesidad, las pérdidas de audición por culpa del excesivo volumen de los iPod y MP3, los dolores lumbares por el fatigoso peso de las mochilas escolares y las deformaciones maxilofaciales producidas por piercings y movimientos repetitivos como la masticación de chicle y pipas.
El doctor Santiago García-Tornel, del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona asiste cada día desde su cargo de director clínico al desfile de adolescentes con este tipo de afectaciones, que va recopilando en su blog. Descubrir el origen de estas molestias empieza a ser una complicación para muchos profesionales. En este sentido, Inmaculada Calvo, presidenta de la Sociedad de Reumatología Pediátrica, señala: "Los facultativos no estamos lo suficientemente informados sobre este nuevo campo".
Este escenario no implica que en el futuro surja una generación de sordos, obesos, reumáticos y lisiados. Todavía la prevalencia de estas patologías no es significativa, ningún estudio científico ha establecido una relación directa causa-efecto (hasta ahora, son asociaciones temporales basadas en la experiencia de los médicos en sus consultas), y los hábitos se pueden cambiar. "No podemos lanzar mensajes alarmistas y menos respecto a la población adolescente", sostiene Luis Rajmil, especialista en salud pública. Sin embargo, precisa que el impacto de estas conductas sobre la salud no se conocerá dentro de unos años.
El traumatólogo Ferran Pellisé, de la unidad de columna del hospital de Vall d'Hebron, se planteó en 2009 si era cierto o no que las mochilas escolares provocaban dolores lumbares. Por este motivo, realizó un estudio entre 1.470 adolescentes de Barcelona y Friburgo (Suiza). Las primeras conclusiones constataron que nada menos que el 40% de los encuestados había sufrido dolor lumbar en el último mes. Pero, en cambio, cuando profundizó en el informe se percató de que en solo el 3,5% de los casos el dolor les restaba calidad de vida. "Una primera asociación sería el dolor lumbar a causa del material escolar, pero es una asociación, lo que no significa que sea la causa real en todos los casos. También influyen las malas posiciones que se adoptan durante el día o el sedentarismo y la falta de ejercicio", sostiene Pellisé.
Inmaculada Calvo apunta que las bolsas muy cargadas y no colocadas adecuadamente -por ejemplo llevadas en un solo hombro- sí influyen en el dolor lumbar y dorsal de carácter mecánico, pero no inflamatorio. Como también puede afectar a las articulaciones del brazo el hecho de arrastrar los carritos que sustituyen a las mochilas.
En su consulta del hospital La Fe de Valencia, a Calvo este año se le han presentado dos casos con lesiones nodulares, dolor en la palma de la mano e inflamación por la presión continua de objetos. "Después de mucho preguntar confirmamos que se debía al uso continuado de la PlayStation", comenta. El doctor Julio Bonis también ha descrito la wiitis, porque un día amaneció con dolor en el hombro después de haber estado la víspera jugando horas a la consola de Nintendo.
Calvo también se ha encontrado con jóvenes con inflamaciones del tendón del pulgar, tenosinovitis y afectación del túnel carpiano por el uso continuado de móviles y Blackberry para enviar mensajes de texto. Los guitarristas y las amas de casa presentan síntomas similares. Otros artilugios de ocio, como las consolas, pueden provocar bursitis en el codo (inflamación de las bolsas serosas de las articulaciones) y epicondilitis (codo de tenista). Por eso son recomendables ejercicios de flexión y extensión tras un tiempo de juego.
"Todo lo que realizamos con exceso puede producir un daño", advierte Laia Bisbe, oftalmóloga del hospital barcelonés de Vall d'Hebron. Bisbe ha estudiado la patología denominada "ojo seco" por la exposición continuada a las pantallas de ordenador o a la televisión. "Cuando miramos una cosa con atención, la frecuencia del parpadeo cae en picado" señala. El ojo necesita lubricarse continuamente, y el parpadeo se encarga de humedecerlo. Si este disminuye, la lágrima se evapora con más facilidad, un fenómeno que se acentúa con el calor que emite la pantalla del ordenador. Los síntomas son pequeñas heridas en el ojo, totalmente reversibles, dolor de cabeza, picores, vista borrosa y, aunque pueda parecer contradictorio, lagrimeo. Muchos jóvenes acuden a su consulta con estos síntomas.
Los aires acondicionados, la calefacción y una dieta baja en ácido graso omega-3 también reducen la calidad de las lágrimas. "La pantalla del ordenador no perjudica a los ojos, no es irreversible y no provoca más problemas que estos síntomas", explica. Sin embargo, lamenta que en EE UU ya existan una especie de esponjas que sirven para humedecer los ojos y así poder estar más horas delante del ordenador. "Hay que descansar, cerrar los ojos o mirar al infinito tras algunas horas frente a la pantalla", avisa.
Estos periodos de descanso son fundamentales también al escuchar música con auriculares con iPod y MP3. Algunos de estos dispositivos llevan bloqueadores de volumen, pero la Red está llena de páginas sobre cómo romper este capado, como se denomina en argot. El umbral de lo recomendable se sitúa en 80 decibelios y no más de dos horas al día.
Maria Antonia Claveria, otorrina de la unidad de sordera de Sant Joan de Déu, y Cristóbal Gómez-Cortijo, secretario de la Asociación Española de Otorrinolaringología, coinciden en señalar que ahora se están diagnosticando más hipoacusias, es decir, pérdidas parciales de la capacidad auditiva, que hace unos años. Y alguna afecta a los adolescentes, sobre todo con la pérdida de altas frecuencias.
"Hasta ahora todo eran impresiones, pero lo cierto es que hemos detectado pérdidas de audición en personas de 60 o 65 años que antes eran propias de personas de 80", explica Gómez-Cortijo. "Ahora tenemos más armas que antes para detectar las hipoacusias y la gente está más sensibilizada para acudir a la consulta. Claro que puede influir el uso de aparatos de música, pero demostrarlo por el método científico es muy complicado", añade Claveria.
La exposición prolongada a ruidos de más de 80 decibelios y sin periodos de reposo provoca lesiones en las células sensoriales, la mayoría irreversibles, porque el oído carece de mecanismos defensivos. "He visto a jóvenes con traumas acústicos agudos a la mañana siguiente de un concierto, con pérdidas en la frecuencia 4.000. Como si les hubiera explotado un petardo", revela Gómez-Cortijo. Y añade: "El método científico es muy exigente porque los estudios poblacionales son muy complicados de realizar. Tenemos una evidencia de que el iPod no producirá una generación de sordos, pero puede ser un drama para los actuales adolescentes porque pasará factura en el futuro". La Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa en 65 decibelios el umbral tolerable de ruido para las personas.
La moda también se cobra su peaje. Abel Cahuana, odontólogo del materno-infantil de Sant Joan de Déu, ha visto pasar por su consulta a adolescentes con fracturas dentales por culpa de los piercings metálicos y alteraciones en la encía por el contacto con los tejidos. Cahuana avisa de que morder objetos o las uñas, masticar con exceso chicles o comer pipas altera la articulación temporomandibular con el aumento de la musculatura de los maseteros y desgasta los dientes.
Son enfermedades de siempre, pero con otras causas.
El Pais
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